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Harvey Milk, activista y mártir gay

Gustavo Vidal Manzanares / Gustavo Vidal Manzanares

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Estas palabras, grabadas en 1972 por Harvey Milk, definen al milímetro a cualquier homófobo. Pero? ¿quién fue Harvey Milk? Una respuesta amena a esta pregunta podemos encontrarla en Mi nombre es Harvey Milk, excelente película protagonizada por Sean Penn y estrenada en España hace solo unos días.

Este activista gay había nacido el 22 de mayo de 1930 en Woodmere (Nueva York), hijo de padres judíos de Europa Oriental y nieto de un vendedor lituano. Descubrió su homosexualidad en la adolescencia, pero la mantuvo en secreto durante varios años.

Tras alistarse en la Armada con motivo de la guerra de Corea, conoció a Joe Campbell en la playa de Jacob Riis Park, lugar de encuentro gay en Queens. La relación se prolongaría durante años.

Después de algunas relaciones tormentosas, vagó desde California a Texas hasta regresar a Nueva York. Emprendió otra relación, esta vez con Scott Smith. Envuelto en la estética de los hippies, abrió su propio negocio, una tienda de fotos, en San Francisco.

Desde finales de la II Guerra Mundial, la ciudad se había poblado de homosexuales, muchos de ellos expulsados del ejército debido a su orientación. Milk, que se sintió fascinado por el ambiente de aquella ciudad, también se vio seducido por el dulce veneno de la política.

Comenzaban las incontables batallas contra los homófobos, esos fanáticos tarados y llenos de complejos que no se aceptan a sí mismos y que proyectan su odio hacia terceros.

De este modo, Harvey Milk comenzó a distinguirse por un discurso incendiario y una extrema habilidad ante los medios que le llevaron a arrasar en las votaciones del distrito de Castro. Pero aquellos votos no fueron suficientes para otorgarle el cargo de Supervisor. De manera que decidió abandonar su estética hippie, apagó su último cigarrillo de marihuana y comenzó a prepararse para los siguientes comicios.

Por aquellos tiempos, algunos activistas gays consiguieron que la discriminación por orientación sexual se considerara ilegal en Miami. Esto sulfuró a algunos autodenominados cristianos que emprendieron la campaña “Salvad a nuestros niños” en la que alegaban que los gays se dedicaban a “reclutar niños”.

Como reacción, proliferaban manifestaciones gays en las calles. Pero algunos homosexuales eran apuñalados al grito de “¡maricones!”, y grupos autodenominados cristianos propugnaban normas para que los gays no pudieran enseñar en las Escuelas o ejercer algunos cargos públicos. Estos mismos “cristianos” se referían a los homosexuales como “montones de basura sexual” e incitaban al odio desde púlpitos, radios y periódicos.

Una vez instalado, por la fuerza de los votos, en el cargo de Supervisor, no solo se convirtió en el primer político electo que se declaraba abiertamente gay, sino que se mostró como feroz enemigo de las inmobiliarias, partidario de que los gobiernos se ocupen de resolver los problemas básicos de la gente y entusiasta del diálogo.

Por todo lo anterior, Harvey Milk sabía que era objetivo de la caverna norteamericana. Así, llegó a afirmar: “Si una bala atraviesa mi cerebro, dejad que esa bala destruya las puertas de todos los armarios”.

Desgraciadamente, no se equivocó. El diez de noviembre de 1978, cinco disparos acabaron con su vida. Tiempo después, su asesino declararía: “Milk representa todo lo que está mal en el mundo”. Y es que detrás de cada homófobo no solo se esconde un gay reprimido, sino como bien afirmó Milk? individuos inseguros, aterrados, llenos de miedos y complejos, trastornados.

La revista Time incluyó a este activista gay entre los 100 héroes o iconos del siglo XX. Miles de personas acudieron con velas al funeral de Milk mientras sus cenizas eran esparcidas por la bahía de San Francisco. Su legado continúa.

(*) Gustavo Vidal Manzanares es jurista, escritor y articulista de elplural.com Gustavo Vidal Manzanares *

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