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El impuesto sobre valor perdido por Vicente Manuel González Rodríguez
Para nosotros los consumidores, que formamos parte de la economía real, el escaparate de un comercio es un fiel indicador del estado de nuestra economía. Podemos ver los precios de los productos que forman nuestra cesta de la compra y hacernos una idea de nuestra capacidad económica en función de nuestra renta disponible. Nuestros cada vez más maltrechos bolsillos, han ido soportando la entrada en vigor del IVA, del Euro, del Euribor, de los Impuestos sobre los Carburantes, etc. en el incremento del precio sobre los bienes esenciales, como son la comida, vivienda, combustible, electricidad, servicios, etc. mermando nuestra capacidad de consumo y minorándola aún más, con nuevas subidas de Impuestos Estatales y Autonómicos y recibiendo como premio, una disminución de las prestaciones públicas.
Hace unos días, frente a un escaparate de un conocido Centro Comercial, contemplé zapatos a 3, 5 y 10 euros. ¡Cómo es posible!. Seguramente, el comerciante tenga un margen del 100, 200 o 300 por cien, ganando 2 o 3 euros a lo sumo. Los venderá a rosquillas, me dijo una señora que revolvía entre un montón de zapatos sin vender, fruto de la sobreproducción. No, señora, le increpé yo, prefiero que el zapato cueste 30 euros y no 3 euros. “Pero mi niño, que dices”. Señora, un zapato que se produce en España y no en países terceros, supone una empresa más que genera riqueza, un trabajador más con renta, con capacidad de consumo y de sacar una familia adelante. Para el Estado, supone recaudar el 18% sobre 30 y no sobre 3 euros. Si nos limitamos a importar productos terminados, de países terceros, de baja calidad y producidos en condiciones de precariedad, ¿qué será de nuestra producción y de nuestro nivel de empleo?. La sobreproducción convierte a los productos en antieconómicos, ya que dejan de ser escasos y no generan renta ni riqueza. Si además la moderna maquinaria y la producción se des localizan en favor de países mal llamados tercermundistas, el factor humano no habrá participado en el proceso productivo y no se podrá cerrar el necesario flujo circular de la renta.
Es por tanto, la subida del IVA y del IGIC una consecuencia o un fin, por no poder recaudar lo que la maltrecha economía real no puede generar por la pérdida de valor, de la actividad económica, del empleo y de la debilidad del consumo interno; consecuencia además de la destrucción progresiva de las rentas medias y de la mala redistribución de la renta y riqueza.
Acaso no sería más prudente y necesario actuar sobre las magnitudes económicas que influyen en la producción, el empleo y el consumo, que es la base sobre la que gira el impuesto, que no hacerlo por la vía del incremento de los tipos.
Ni las políticas de incremento del gasto público, y consecuente desmesurado endeudamiento, fueron la solución a la crisis, ni tampoco lo serán ahora las de contención y recorte del gasto público. La única receta posible es la creación de valor y de actividad económica, que es la genera recursos al Estado, la redistribución equitativa de la renta, la masa monetaria dirigida a la economía real, una imposición directa progresiva y una indirecta que no debilite el consumo privado, la aplicación de penas en los delitos fiscales y malversación de dinero público, desmantelamiento de los paraísos fiscales, control por el Banco de España de la Banca Privada, planes fiscales sobre las grandes bolsas de fraude, protección de la producción nacional, desaparición de los monopolios. Todo ello para restituir el valor perdido y poder adquisitivo perdido por las familias españolas que han soportado la carestía de los bienes esenciales por la globalización de los mercados.
La subida del IGIC y la creación de tasas, que consecuentemente repercutirán en el precio final al consumidor, no harán sino constreñir la capacidad de consumo, y por ende, contrario al objetivo pretendido de recaudar más y sanear las cuentas públicas, en perjuicio siempre de las rentas más bajas, que no sólo resultará inútil sino que ahondará aún más la crisis económica.
Vicente Manuel González RodrÃguez
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