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El ministro concertino

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Concertino es el primer violinista de la orquesta que se encarga de ejecutar los solos, mientras que concertina es un alambre de cuchillas que ahora está de actualidad porque el Gobierno español se ha empeñado en colocarla de nuevo en la frontera con Ceuta y Melilla para que los inmigrantes africanos se lo piensen dos veces antes de saltar la valla que los transporta al primer mundo.

Hay una sutil diferencia entre las dos palabras, aunque a decir verdad concertina también tiene un significado más amable. Es una especie de acordeón poligonal, un bandoneón, un instrumento de fuelle que no sirve para matar, herir o mutilar, sino para crear música, para la vida.

Curiosamente, la concertina barbada o de seguridad actúa como un bandoneón, expandiendo por toda la frontera púas y cuchillas en vez de notas musicales. El invento es de la primera guerra mundial, por lo que tiene casi un siglo, y nació con un uso específicamente militar.

Ahora el Gobierno español quiere darle otro uso bélico, o al menos belicoso y beligerante, contra un ejército pacífico de pobre gente inerme: esos subsaharianos desesperados que llegan a la frontera con Europa en busca de trabajo, huyendo de la pobreza y la miseria de su continente.

El Gobierno español les ha dejado claro que no son bienvenidos empleando un lenguaje tan políticamente correcto como atroz y detestable. El ministro del Interior, un hombre del Opus Dei que presume de católico, asegura que las cuchillas apenas causan heridas superficiales que se curan con una tirita. La vicepresidenta Sáenz de Santamaria señala que la concertina solo tiene carácter disuasorio, como si algún obstáculo pudiera disuadir las ganas de comer. Y, para más inri, el mismo presidente del Gobierno de España se muestra ignorante sobre los efectos de alambre de púas y cuchillas. Mariano Rajoy ha anunciado que encargará un informe para saber si la concertina puede afectar a las personas.

No hace falta que gaste tiempo y dinero en un informe absurdo. Ya le decimos nosotros, gratuitamente, que las cuchillas hacen mucha pupa. Lo puede comprobar subiéndose a la valla. Si Rajoy leyera los periódicos, hace tiempo que se habría enterado. Pero él prefiere callar. Solo abre la boca para largar chorradas de este tipo o para decir solemnemente que Carlos Fabra es un ciudadano ejemplar.

Al ministro Fernández Díaz solo le falta colocar un letrero al pie de valla que advierta a los inmigrantes que la suban con cuidado para no cortarse en la cima. Como aquellas de 'no pisen el césped, por favor'. La diferencia es que la hierba no corta ni se come, aunque algunos se la fumen.

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