Espacio de opinión de Canarias Ahora
Lo que es noticia y lo que no
“Un periódico consta siempre del mismo número de palabras, haya noticias o no las haya”. Lo dijo Henry Fielding, un novelista y dramaturgo británico del siglo XVIII, muy conocido por sus escritos satíricos y humorísticos. Es una sentencia antigua sobre el mundo de la comunicación, pero se sostiene todavía hoy: los periodistas hinchamos el pato de lo noticioso todos los días, y eso hace que a veces se confunda lo que es información con lo que no debería serlo. La mayor parte de las veces no ocurre nada trascendente, sólo que se venden coles como si fueran lechugas. Pero otras se colocan en circulación cuestiones y asuntos que no deberían ser patrimonio público, porque pertenecen a la esfera de lo íntimo y privado.
El caso más reciente es el de un ex ministro que fue hace pocos días denunciado por su hijastro, que le acuso de maltratar a su madre. La policía intervino, la afectada negó todos los extremos, el joven finalmente se retractó y una testigo citada en la denuncia también dijo que no había tal. Aún así, por tratarse de un asunto de presunta violencia de género, se dieron todos los pasos previstos en la Ley, hasta que el juez decidió finalmente archivar el asunto. Parece que al final fue determinante comprobar la existencia de una animadversión declarada entre el joven y su padrastro.
Algunos medios publicaron la noticia, con nombres y apellidos, y hoy casi todo el mundo sabe de quién estamos hablando. Pero yo no voy a mencionar su nombre. Entiendo que esa denuncia podía haber sido legítimamente publicada en origen, pero una vez retirada por el denunciante y archivada por el juez, dejó de ser noticia. No debería haberse publicado. Lo que la justicia considera sólo un asunto de desavenencias familiares y problemas conyugales (que levante la mano quien no los tenga o haya tenido), se convierte al saltar a los medios en un mecanismo para la destrucción personal de un personaje público.
Hay una confusión creciente entre los ciudadanos y entre los propios periodistas sobre lo que debe y lo que no debe contarse en los medios. La generalización de bulos, infamias y chismes en internet pueden hacernos creer que todo el monte ha de ser cosechado como si fuera orégano. Pero el rol del periodista es –precisamente- el de establecer de acuerdo con su conciencia, su experiencia y su formación, dónde están los límites. Porque trabajar en esto no es tener patente de corso para dañar y destruir la carrera o la honra de nadie.
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