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Palestina, responsabilidad internacional
Tragedia repetida. No es la primera y, con toda seguridad, no será, desgraciadamente, la última. Palestina lleva más de 70 años sufriendo las consecuencias de la actuación de un Estado, Israel, que ha ido ocupando la mayor parte de su territorio, traspasando ampliamente las fronteras definidas en 1947. Decenas de resoluciones de Naciones Unidas señalan esa circunstancia de potencia ocupante. Paralelamente Israel ha desarrollado una política de tierra quemada contra la población civil palestina. “Esta es una lucha entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas, entre la humanidad y la animalidad”, decía hace unos días el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en un tuit que luego eliminó.
Una lucha tremendamente desigual con numerosos y terribles antecedentes. En el año 2014 la Operación Margen Protector ocasionó en el lado palestino más de 2.000 muertos, la inmensa mayoría civiles, entre ellos varios centenares de niños y niñas, y en torno a 10.000 heridos de distinta gravedad; con 73 fallecidos de Israel, de ellos 67 militares. Se produjo también la destrucción intencionada de buena parte de las infraestructuras de Gaza: agua, electricidad, telecomunicaciones, hospitales o escuelas, con el fin de causar mayor sufrimiento a su población. Justificada por un ministro del Gobierno israelí, que afirmó que el objetivo de la operación era “devolver a Gaza a la Edad Media”.
Amnistía Internacional
Anteriormente, en 2009, la denominada operación Plomo Fundido, ya había causado similares daños personales y materiales. Según datos ofrecidos por Amnistía Internacional, entonces murieron 1.400 palestinos, entre ellos 300 niños y niñas, asegurando que “las fuerzas israelíes atacaron reiteradamente ambulancias y equipos médicos, matando a varios trabajadores sanitarios cuanto intentaban socorrer a personas heridas o recoger cadáveres”. Por su parte, los ataques palestinos con cohetes mataron a tres civiles en el Sur del Srakle. Y causaron lesiones graves a cuatro más. El relator especial de Naciones Unidos para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados, Richard Falk, acusó a los dirigentes de Israel de cometer “un crimen contra la Humanidad en Gaza”.
A estas violentas acciones de uno de los ejércitos más potentes del mundo se añaden los efectos del bloqueo israelí a Gaza, impidiendo el acceso a medicinas y alimentos, asfixiando a esta pequeña franja que tiene una de las densidades de población más altas del mundo, más de 6.000 habitantes por km2 en una zona de 365 km2, menos de la cuarta parte de Gran Canaria. “La responsabilidad de estos terribles crímenes de derechos humanos se encuentra en Jerusalén, El Cairo, Washington y en toda la comunidad internacional. Estas violaciones deben acabar; hay que investigar estos crímenes, demoler los muros, y que puedan acceder al derecho fundamental de la libertad” dijo en 2008 respecto al bloqueo el expresidente estadounidense Jimmy Carter. Pero la comunidad internacional ha mirado para otro lado ante semejantes atropellos a los más elementales derechos humanos.
Muerte de miles de inocentes
Como en buena medida lo hace ahora. Considero que las organizaciones internacionales no pueden permanecer pasivas ante la muerte de miles de personas inocentes, tanto las ocasionadas por las acciones terroristas de Hamás en Israel -que causaron unos 1.300 muertes- como las del terrorismo de Estado israelí, con la brutal intervención de su ejército contra la población civil de la franja de Gaza, que han ocasionado ya cerca de cuatro mil muertos, de ellos más de mil niños y niñas.
Los organismos internacionales deberían, de forma inmediata, plantear un alto el fuego y facilitar la llegada de ayuda humanitaria a la franja; e insistir en la creación de dos estados, con el establecimiento de una Palestina independiente.
Frente a las barbaries no valen distingos entre los muertos. Algunos lo hacen. Denuncian, justamente, los crímenes cometidos por Hamás, completamente execrables. Pero callan cuando las víctimas son palestinas. Otros, es cierto, lo llevan a cabo al revés. Desde el punto de vista de los derechos humanos, de los valores democráticos, de la ética y de la legítima aspiración a un mundo en paz y justicia, es inadmisible lamentar unas muertes y silenciar otras, aplaudir unos crímenes y condenar otros.
En Nueva Canarias-Bloque Canarista lo tenemos bien claro. Rechazamos contundentemente las acciones terroristas de Hamás, con el asesinato y secuestro de población civil en su sorpresiva incursión en Israel. Y, asimismo, consideramos que la respuesta de Israel no solo es completamente desproporcionada, sino que no se corresponde con los modos de actuación de un estado democrático ni con el mínimo respeto a los derechos humanos, al destruir Gaza y masacrar a su población civil, además de someterla a una situación crítica al impedir que cuenten con elementos básicos para la vida, como el agua, la electricidad o los alimentos.
En lo inmediato, consideramos imprescindible parar la destrucción que viene haciendo Israel en la franja de Gaza, facilitar que las organizaciones no gubernamentales internacionales puedan introducir ayuda humanitaria y evitar que el conflicto se extienda a toda la región, lo que supondría incrementar la inestabilidad y alimentar aún más el dolor, el odio y la violencia, así como la pérdida de vidas humanas.
Dos estados
Y en el medio plazo, exigimos que se cumpla con las resoluciones de Naciones Unidas sobre el conflicto palestino-israelí, sistemáticamente incumplidas por Israel que ha ido creciendo territorialmente sobre la base de una progresiva e ilegal ocupación de Palestina, denunciada reiteradamente por resoluciones de Naciones Unidas. Como he señalado en anteriores ocasiones, en este prolongado conflicto resulta imprescindible que se imponga la acción diplomática sobre la militar; que se impulse una cultura de paz que posibilite una convivencia en libertad de dos pueblos y dos estados, Israel y Palestina, y una situación de verdadera justicia en Oriente Próximo.
Sería muy importante que el Estado español y la Unión Europea, y sobre todo Estados Unidos, reconocieran a un Estado palestino independiente. Suecia fue el primer país comunitario en hacerlo; otros efectuaron ese reconocimiento antes de la adhesión a la UE, caso de Polonia, Rumanía o Malta. Siendo imprescindible, además, impulsar su desarrollo económico y generar condiciones para superar este larvado conflicto. Abriendo vías para alcanzar una paz justa y duradera que beneficiaría a todos. A Israel, a Palestina y al conjunto del planeta. Y a la dignidad de un mundo que estos días vive jornadas en que la vida no vale nada y el derecho internacional se encuentra completamente bajo mínimos.
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