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¡Qué poca vergüenza! Por todas las partes

Carlos Castañosa

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En enero de 2017 se confirmó en los medios de comunicación la denuncia proclamada desde este foro, varios años atrás, sobre la T-2 del aeropuerto Reina Sofía, TFS. Construida e inaugurada con todo bombo y mucho platillo en 2008, pero acto seguido, absurda e inexplicablemente cerrada a cal y canto sin estrenar. Así estuvo hasta que a principios de este 2017, a partir de la pifia en un pleno del Cabildo, en el que por unanimidad se “exigía la inmediata construcción de una segunda terminal por colapso de la T-1” (nadie tenía ni idea de que la T-2 llevaba construida y cerrada desde hacía diez años), se destapó la aberración de 40 millones de € invertidos y desperdiciados en una terminal inutilizada, similar y anexa a la T-1 vetusta y obsoleta por falta de mantenimiento tras 40 años de vida e insuficiente operatividad con la habitual congestión de pasajeros.

Para movilizar conciencias, hace un año, tuvimos que publicar un reportaje con la ostentosa ceremonia de inauguración en aquella lejana fecha, con el Sr Segura Clavel como figura estelar, para quedar clausurada al día siguiente.. ¡Nadie ha explicado todavía tamaño disparate!

La simple solución de reabrir lo construido, acondicionarlo a las necesidades reales y subsanar los defectos iniciales de construcción (falta de puertas de embarque y accesos a la “zona Aire”), era lo adecuado a una lamentable situación de urgencia que, como tal, a estas alturas y en estas fechas, debía estar ya resuelta. No se sabe qué malditos intereses hablan de una tercera terminal para enlazar T-1 y T-2 (ambas están prácticamente adosadas) y de unos plazos de resolución hasta 2021… ¡Indignante!…

Todo ha rebullido de nuevo a raíz de un episodio puntual de sobresaturación inasumible para la actual T-1 por una afluencia masiva de viajeros que, al parecer, ha batido un reseñable record por número de turistas. Han vuelto a saltar las alarmas sobre una deficiencia estructural camuflada durante una década, y surgen de nuevo los llamativos titulares de siempre con declaraciones sesgadas y torticeras; iluminaciones de quienes desconocen el problema; elusión de responsabilidades en los presuntos culpables, y los malditos intereses de siempre en quienes intentan colocar su sardina en el ascua más caliente para propio beneficio.

En Canarias sufrimos un problema endémico con AENA. Un mal trato y despotismo que siempre ha practicado desde la absoluta inmunidad, con la pasividad y aquiescencia de unas autoridades locales, obsecuentes y sumisas ante abusos de poder unilaterales que han propiciado desafueros como la aberrante implantación del AFIS en El Hierro y La Gomera (¡Ojo! Los únicos casos en España), dejando dos aeropuertos, abiertos al tráfico civil, sin control de torre, en una flagrante falta de respeto por la seguridad aérea y menosprecio por los intereses y derechos de los ciudadanos; auténticos damnificados de la aviesa gestión de unos y la ignorancia de otros. ¡Y todavía seguimos así siete años después! Sin nadie que plante cara.

Aquella vejatoria medida fue la represalia contra los controladores por el cierre del espacio aéreo el 4 dic. de 2010. Un conflicto laboral que degeneró en un estado de alarma vergonzoso. Las recientes sentencias que exoneran a los controladores de toda culpa –como era lógico para quienes algo sabemos de esto– indican que quien presunta y premeditadamente cometió la fechoría de colapsar la aviación en España fue su máximo responsable en tiempo de paz: el ministro de Fomento de entonces, que por aquellas fechas iniciaba el proceso de privatización de AENA. Lo de los controladores era un obstáculo para la operación y había que cargárselos.

Conviene abundar en la deontología y principios morales de la actividad informativa, para evitar que la opinión pública vea sorprendida su buena fe con titulares y discursos que atentan contra la veracidad, a la que se tiene derecho por definición constitucional en el Art. 20.

Parece que en Canarias somos muy vulnerables a especulaciones y asechanzas que nos dejan indefensos ante intereses espurios de quienes detentan poderes de dudosa legitimidad.

El privilegio de esta tierra afortunada, pareciera que deba pagar tributo por la insularidad y ultraperiferia que nos discriminan con respecto a la ciudadanía peninsular. Sin entrar en detalles, nuestra dependencia del medio aéreo, en nombre de la conectividad, es incuestionable. Sin embargo, nos hemos visto machacados por abusos empresariales, desarrollados impunemente al socaire y protección política en forma de pernicioso monopolio. Cuando no, el fracaso gestor de aerolíneas montadas en falso para terminar en los tribunales por supuesta especulación del dinero público y presunta manipulación de las subvenciones que, para colmo, ejercieron en su breve trayectoria, presuntamente, un deleznable maltrato laboral a todos los colectivos configurados en el bloque operativo de sus precarias empresas. Los testimonios y pruebas documentales al respecto son demoledores. Ni siquiera pueden admitirse excusas o justificaciones buñoleramente planteadas, pues la calidad de la seguridad aérea pasa indefectible y obviamente por el respeto a las condiciones laborales de todos sus empleados.

La sociedad civil es la única capacitada para resolver sus propios problemas. Pero necesitamos el apoyo de los medios y la protección de nuestros políticos. Seamos conscientes de que la AENA privatizada, supedita hoy su Obligación de Servicio Público al reparto de dividendos entre sus, ahora, afortunados inversores.

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