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Quemar la Amazonía es un crimen de lesa humanidad

Teo Mesa

Aún con la vista obnubilada por unos ojos lacrimosos, el ánimo sobrecogido y un arrebato de impotencia por los extensos y peligrosos incendios de nuestra Gran Canaria, se nos anuncia otros fuegos en la Amazonía. Este lo es, con trascendencia global que a todos nos afecta. Si bien es cierto, que el de la isla grancanaria lo fue por un desastre medioambiental que ya se anunciaba, y advertido por los expertos, de las graves consecuencias que podría tener por tanta materia ignífuga acumulada en todo el entorno de los bosques cumbreros. Existe aún gran parte de esa materia leñosa, por lo que perdurarán las preocupantes amenazas si no se toma una urgente acción en sus limpiezas.

En nuestro país estamos muy acostumbrados a poner remedio a toda prevención después de la tragedia. Los abandonos de las vidas campesinas dedicadas a la agricultura, forjadas por un fenómeno social de múltiples aristas, las cuales han tenido una consecuencia directa en esta sufrida catástrofe medioambiental.

A estas circunstancias se une la desidia de los distintos gobiernos que han tenido estas competencias en el cabildo grancanario –como también se sucede en las otras islas– y por Medio Ambiente del gobierno autonómico, que han desoído las advertencias de los técnicos en este terreno, sobre los posibles incendios con graves secuelas para la flora y fauna autóctona de la isla del entorno, y de las viviendas campestres de los rededores. Desafortunadamente, no erraron en sus predicciones.

Los incendios continuados que se están produciendo en la selva de la Amazonia, en Brasil, Bolivia, Perú y Paraguay, son un designio más que viene a incrementar el calentamiento global. Por si algo faltaba a los descontroles en las emisiones de CO2 a la atmósfera que hemos liberado, hasta extremos que ha constituido un grave deterioro para la lozanía medioambiental en el planeta con el cambio climático. Ahora lo aumentan con las loquinarias decisiones de unos bárbaros que tienen las riendas de pésimamente dirigir a los países señalados.

Estas acciones provocadas por la estupidez de corruptos mandatarios en sus competencias sobre la selva de la Amazonía, en la parte de sus territorios, en la que ya se ha quemado de ese gran bosque, hasta un 20% en los últimos 50 años. Tiene esta importantísima selva primigenia, que es más antigua que toda la humanidad junta, la virtud de la gran producción de oxígeno que genera la arboleda para el aire de todo planeta (junto a las diatomeas de los océanos). Sirve además, de asumir la misión natural de ser un gran tragadero para regenerar los dióxidos de carbonos que se emiten por las industrias del ser humano. La gran frondosidad de la Amazonía alberga una extensa red de biodiversidad en su seno. Un mundo de plantas y animales autóctono, que por su densidad arbórea no perciben la luz solar. Estas especies únicas en el mundo van muriendo por los humos y la esquilma vegetal en estos incendios.  

Esta esencial Reserva Natural Mundial para la vida en el planeta, tiene que ser, obligatoriamente, Patrimonio Mundial de toda la Humanidad y de todos los seres vivos que habitamos, sin distinción, este planeta: animales y vegetales (también los irracionales, como el hombre). Por esta trascendental importancia, ningún país, aunque le pertenezca en parte a su espacio nacional, se la puede arrogar como propia. Es un bien común de todos los seres vivos del planeta. Esta selva mantiene los naturales equilibrios medioambientales de oxígeno, de agua y de humedad en toda la Tierra. Por esta causa (si es que puede), la ONU con el compromiso de sus 193 naciones componentes, debe tratarla como un bien universal y se la debe expropiar a estos países, con gobernantes tan irresponsables como inconscientes, por ser un derecho de propiedad vital de todos.  

Bien es cierto, que en estas épocas se producen incendios en toda la verde Amazonía. Ni es admisible que el neofacistoide presidente de Brasil, haya llegado al cargo con el apoyo crematístico en su campaña, con los explotadores de la industria maderera, por una agricultura que esquilma la selva para plantar biocombustibles y para hacer uso de las riquezas de las minas del subsuelo de la selva donde viven los indígenas autóctonos. Este personaje de mente estrecha, ha propiciado estos fuegos, al permitirles con sus promesas a estos atroces empresarios del agronegocio, incendiar y deforestar a su antojo esas zonas de la selva.

A la par, lo ha autorizado el presidente de Bolivia, donde también se ha prendido gran parte del bosque amazónico con los mismo fines enunciados. Este presidente, que se tilda de izquierdas y de favorecer a su raza indígena, ha firmado asimismo, un decreto en el que da mayor cobertura a los desalmados genocidas del medioambiente, para que continúen quemando y deforestando la zona de su territorio de la Amazonía. Con este acuerdo se sigue beneficiando el agronegocio de unos pocos capitostes extranjeros, y perjudicando a su país y a todo el planeta. Pan para hoy…

Los turbadores datos de los científicos del IPCC de la ONU para estas zonas selváticas, acreditan que más de los 72.000 de los incendios que se ha contabilizado en esta selva se han producido en el presente año. Esta cifra en parangón con el año precedente, ha sido de un aumento de un 84% más. Así como un 60% más, que en los tres últimos años en igual tiempo computado a mediados del mes de agosto.

Tanto unos como otros de los mencionados países sudamericanos, quienes permiten la quema controlada en esta selva, están en la negación del cambio climático y en las antípodas del imprescindible, y más que necesario, ecologismo del siglo XXI. Aunque sí lo estarán en el Olimpo de la avaricia para obtener cargos políticos, y en la perniciosa ambición por los altos dividendos en sus cuentas corrientes por la siniestra corrupción que les enferma, aunque se descalabre el universo.

Pero no hay que estar preocupados, porque la hipócrita filantropía de los del G7, que se han reunidos en Biarritz este fin de semana, para continuar jugando al póker con el mundo y tenerlo bajo sus irreductibles controles. Son los mismos que tienen la total culpabilidad del cambio climático, quienes en esta ‘cumbre de los magnates de las miserias ajenas’ han firmado un tratado (¿lo cumplirán…?) ofreciendo 20 millones de dólares para extinguir los 1000 fuegos que están prendidos actualmente, de 1 millón de hectáreas ya calcinadas de la Amazonía. 

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