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¿Realmente vivimos una crisis o un cambio de modelo? ¿Qué opciones tiene España? por Manuel Romero
El consumo de bienes y recursos lleva aparejado la generación de energía, por diferentes motivos: para la obtención de los recursos de la naturaleza, para su transformación, para su transporte, para su comercialización e incluso para su consumo. La emisión de CO2 como una aproximación de la utilización de energía, y del consumo de recursos naturales. Según las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (www.iea.org) en el 2009 dos tercios de la emisión de CO2 fueron responsabilidad sólo de diez países en este orden: China, EEUU, India, Rusia, Japón, Alemania, Irán, Canadá, Corea y Reino Unido, que en conjunto representan sólo un 45% de la población mundial. El caso de EEUU es destacado, con un 5% de la población mundial fue responsable del 18% de las emisiones de CO2. China con un 20% de la población total generó un 22% de la emisiones. En contraste, India con un 17% de la población mundial aportó un 5% de la emisión de CO2. Por sectores, la producción de energía eléctrica y calefacción son los responsables del 41% de las emisiones, el transporte el 23% y la industria el 20%. En España las fuentes renovables aportaron el 11,3% de la energía, la nucleares el 12,2%, el gas y el petróleo el 70,8%, finalmente el carbón aporta algo más del 6%.
La previsión de la Agencia Internacional de la Energía es que la demanda mundial de energía aumente hasta un 36% entre 2008 y 2035. Este crecimiento estará concentrado en un 93% en países no miembros de la OCDE, liderados fundamentalmente por China e India. En el caso de China, mientras que en el año 2000 su consumo de energía primaria era la mitad que la de Estados Unidos, ya en el 2009 su demanda superó a la americana. Para entender el alcance que esto puede tener y las consecuencias sociopolíticas hay que tener en cuenta que la población de China es de 1.339 millones de habitantes, muy superior a la de Estados Unidos (308 millones de habitantes), y la de la Unión Europea (501 millones de habitantes) juntos.
Estos datos muestran cómo se concentra el consumo de recursos naturales en nuestro planeta, y pone de manifiesto cómo la población de los países más ricos consumen los recursos de los más pobres, de manera insolidaria empleándolos en la satisfacción de necesidades no indispensables para la vida. La cuestión es que a este ritmo de crecimiento no hay recursos suficientes para todos en el planeta, pero no parece que el modelo vaya a cambiar. Por tanto, ¿cómo se ubicarán las intenciones de consumo de los nuevos países emergentes? La respuesta es que no hay normas que ordenen estas intenciones, tampoco es posible imponerlas. La realidad es que tampoco existen los derechos adquiridos para acceder al banquete de la distribución de la riqueza mundial, por lo que es posible que algunos países pierdan su posición actual a favor de algunos emergentes.
La globalización implica apertura de mercados. Las economías abiertas aportan bienestar porque permiten aprovechar las ventajas comparativas de algunas economías en la producción de bienes y servicios. Sin embargo, lo que para algunos países puede resultar una gran ventaja porque se les abre nuevos mercados, para otros es una amenaza debido a que sus productos son poco competitivos en calidad y costes de producción. Básicamente hay tres tipos de modelos que permiten a los países generar poder adquisitivo para adquirir recursos, bienes y servicios en el mercado internacional. En primer lugar, se puede llegar a ser una economía con ventaja comparativa si se dispone de factores productivos baratos que permitan vender sus productos en el mercado internacional a precios más bajos, y que atraiga inversiones internacionales. Es el caso por ejemplo, de algunos países asiáticos que se han beneficiado de disponer de una mano de obra barata. Una segunda opción es la capacidad de innovación. Los países más innovadores ganan ventaja comparativa y consiguen vender sus productos ofreciendo más calidad, se aprovechan de la reserva de mercados derivadas de sus patentes y también tienen la posibilidad de ofrecer precios más bajos si la innovación conduce a mejorar la productividad. Es el caso de los países más desarrollados como Alemania, Japón, Estados Unidos. Progresivamente China también se une a este tren. La innovación en la producción y utilización de la energía también reduce sus necesidades de recursos energéticos para abastecerse y por tanto abarata los procesos productivos. Finalmente, los países que posean los recursos naturales, adquieren la capacidad de compra con su venta, necesaria para emplearla en el mercado internacional de bienes y servicios. Es el caso de países como Noruega, o los estados productores de petróleo.
Mientras no haya un cambio tecnológico relevante que abarate la energía, la demanda creciente de recursos conducirá inevitablemente a un aumento del coste de las materias primas, entre las que está el principal recurso energético, el petróleo. El primer aviso de la que se avecina se observó en julio del 2008 cuando el precio del barril escaló hasta 146 dólares. Aunque seis meses más tarde bajó estrepitosamente hasta 35 dólares, el efecto sobre muchos estados desarrollados fueron tasas de crecimiento bajas, estancamiento, y hasta recesión en aquellos que tuvieron que adoptar medidas más restrictivas de gasto público. Desde ese momento la tasa de crecimiento del precio del crudo ha sido progresiva hasta alcanzar los 100 dólares actuales, lo que nos sitúa de nuevo a la altura del final del primer trimestre del 2008. La tasa de crecimiento esperada por la Agencia Internacional de la Energía para este año es del 9,4%, y para los próximos cinco años del 54,88%.
Los precios altos del petróleo se traducen de manera directa y escalonada, en un aumento de precios del resto de productos de la economía, sobretodo, el efecto es más importante en los más necesarios ya que son habitualmente los que tienen menos margen. Este efecto se tradujo en una escalada de la inflación y de manera inmediata en la aparición de las políticas monetarias constrictivas aplicadas por los bancos centrales. La tasa de crecimiento del PIB del 2007 en España fue del 3,8%, la del 2008 0,9%. Se corresponden con un tipo del euribor en el 2007 del 3,9%, y en julio del 2008 alcanzó el 5,4%. En ese año también arrancó la crisis financiera. Entre otros motivos, porque quienes tenían que pagar no podían soportar los tipos tan altos, y porque los bienes que habían ofrecido en garantía habían sido sobrevalorados y no permitían cubrir sus impagos. Esto, unido a que la financiación pública se ha desviado a la recapitalización de los bancos y no al sector productivo, ha dado lugar a que algunos países europeos no hayan conseguido recuperar las cifras positivas de su crecimiento económico.
¿Pero que países son los que no están viviendo en crisis? Precisamente aquellos que cumplen con alguno de los tres modelos citados anteriormente, los países con reservas de recursos naturales, los que disponen de un proceso productivo de bajo coste, fundamentalmente por el coste de la mano de obra, y los países con más capacidad de innovación y menos dependientes del petróleo para la producción de energía. Así por ejemplo, no hay crisis para los países BRICS, que han hecho crecer su producto interior bruto en el 2010 a pasos de gigante, estos son: Brasil 7,5%, Rusia 4,0%, India 9,7%, China 10,3%, Sudáfrica 2,8%. Tampoco Estados Unidos, que creció un 2,9%, Alemania 3,6%, Francia 1,5%, Korea del Sur 6,1%, o Japón 5,1% (www.worldbank.org). Si bien es cierto que algunos analistas pueden justificar la diferencias entre el crecimiento de EEUU y el de algunos países europeos debido a que mientras que el Banco Central Europeo insistía en mantener tipos altos para contener la inflación, la Reserva Federal ofrecía dinero público gratis, el entorno macro al que se han enfrentado todos los estado miembros es similar. ¿O no? La respuesta es no. España se sitúa sólo detrás de Irlanda, Italia, Portugal y Bélgica, con una dependencia energética del petróleo cercana al 80%, mientras que la media europea es del 54%.
¿Cuál es nuestro futuro?
Depende de las políticas públicas de nuestro gobierno. En primer lugar debe decir la verdad, y esta es que ya no hay crisis internacional, pero que nuestro país sí está en crisis. La población debe saber que estamos ante un cambio de modelo. Ahora le toca el turno a algunos países, que hasta ahora estaban fuera, convertirse en nuevos comensales del gran banquete de los recursos, y de los bienes y servicios, y a otros que han tenido gobiernos no diligentes y derrochadores, abandonar su lugar como comensales.
¿Qué políticas se deben articular en nuestro país para evitar la expulsión del grupo de privilegiados? En primer lugar, el primer horizonte cierto es que en 5 años el petróleo subirá más de un 50% y posteriormente tambiéncontinuará subiendo. Por tanto, cada minuto que no se ejecute una política pública que tenga como fin cierto cambiar nuestra dependencia energética de este recurso natural y de sus derivados nos cuesta dinero, nos empobrece y hace perder ventaja comparativa a nuestras empresas. Pero además la Unión Europea tiene previsto, a partir de 2013, someter a imposición las emisiones de CO2 derivadas del uso del petróleo y de sus derivados, lo que agravará este efecto. Sin duda, los dirigentes comunitarios saben que una manera de hacer más competitivas sus economías es reducir la dependencia energética del petróleo incentivando el abandono de su utilización. Teniendo en cuenta que cada minuto perdido tiene un coste, una buena manera de favorecer el cambio de modelo energético podría ser utilizar los ingresos obtenidos de la recaudación por CO2 para favorecer el uso de energías alternativas al petróleo que reduzcan nuestra dependencia energética.
Hay tres maneras de mantenerse en el tren del desarrollo económico en una economía global. En primer lugar disponiendo de reservas importantes de recursos naturales, preferiblemente energéticos, disponiendo de una mano de obra barata y de los incentivos fiscales adecuados que atraiga la inversiones de capital extranjero a producir en nuestro país. O bien, convertirnos en un país innovador y altamente eficiente, productiva y energéticamente. En el vagón de primera donde van los países con recursos no podemos subirnos, no al menos con la tecnología que existe hoy día. En el vagón donde van los países con un coste de la mano de obra barata tampoco, y además tampoco es lo deseable. Por tanto, el único vagón donde todavía podemos disputar algún asiento es donde van los países con mayor capacidad de innovación. Son países que sin disponer de recursos energéticos para autoabastecerse, y sin disponer de una mano de obra barata, ni mucho menos, han conseguido ser líderes de la economía mundial al ser capaces de ofrecer bienes y servicios innovadores y fuertemente demandados por el resto de la industria y la población mundial. Y es importante destacar que no son países con un coste de la mano de obra barata, pero en cambio, sí cualificada y con procesos productivos eficientes. Y para esto sí disponemos del recurso necesario, el capital humano. Pero sin embargo, la miopía política nos aleja lamentablemente de esta situación, al menos las cifras son muy reveladoras: en 2006 España invirtió un 1,2% del PIB en innovación, frente a la media del 2% de la Unión Europea, el 2,98 de Japón, o el 2,8 de EEUU. Y aunque con el esfuerzo de todos, nuestro sistema educativo es capaza de generar el potencial humano necesario para la innovación, la falta de visión hace que acaben siendo aprovechados por otros países.
Finalmente austeridad y recorte del gasto público no son sinónimos. La austeridad si implica la ausencia de derroche. La austeridad implica que deban ejecutarse sólo las políticas públicas que aporten una rentabilidad socioeconómica positiva. El recorte del gasto es positivo si se elimina el derroche. Pero en ningún caso se deben dejar de ejecutar políticas públicas que generen una rentabilidad socioeconómica positiva porque en ese caso estaríamos dejando de ganar riqueza. A ninguna empresa se le ocurre no ejecutar un negocio seguro que le vaya a proporcionar una rentabilidad positiva superior al mínimo exigido a sus inversiones.
*Manuel Romero es profesor titular de Análisis Económico Aplicado de la ULPGC y miembro del Instituto TIDES.
Manuel Romero*
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