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Shakira

José María García Linares / José María García Linares

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Es, precisamente, una canción la que me trajo a la mente este recuerdo, como si de la magdalena de Proust se tratara, pero mucho más cutre. Unas niñas correteaban en una calle peatonal de Santa Cruz y, tendrían ocho años, canturreaban a voz en grito “Soy loca con mi tigre, loca, loca, loca”. Se me cayó el mundo, así, literalmente a los pies. Mejor dicho, literariamente, que tampoco está uno ni la vida como para que se la jodan más con estas cosas que, al final, acaban por no importarle a nadie. Qué pesadilla de Shakira. Peor que la del hombre del saco.

Lo de la chica esta colombiana que dice que canta mientras gime y que está todo el día moviendo las caderas tendría para ocho o nueve columnas. Este caso va mucho más allá de la típica crítica que se les puede hacer a letras de, por ejemplo, Chenoa o Bisbal, para quienes el mundo se construye con rimas del tipo miel-piel, bella-estrella, corazón-amor, vivir-morir y tantas otras que ni tan siquiera un niño de Segundo de la ESO utiliza para hacer sus ejercicios de poesía. El caso de Shakira es mucho peor por dos razones. Primero porque no hay quien la entienda, una suerte para muchos. Segundo porque transmite una imagen de la mujer en sus canciones (las que se entienden) absolutamente condenable por instintiva, primaria y dependiente de un macho dominante. Perlas del tipo “yo me propongo ser de ti / una víctima casi perfecta”, “Soy loca con mi tigre [?] Me dicen que tu novia anda con un rifle”, “Rabiosa, rabiosa, rabiosa [?] Oye, papi, vuélveme loca / aráñame la espalda y muérdeme la boca”, etc. Una mujer que pierde la razón por un hombre, que se convierte en una especie de mamífero rabioso, que sale por las noches como una loba a devorar su barrio lleno de hombres y que no tiene otra cosa que ofrecer que su furor uterino, su histeria milenaria, su sacrificio según los designios de su tigre oloroso, y ahora encima del Barça, para acabar de estropearlo.

Y letras como estas aparecen en los mismos telediarios en los que, compungidos, presentadores, reporteros y concejales muestran su indignación hacia el maltrato de género. Y qué decir en la radio, en esas emisoras como Cadena Dial o Los 40 Principales, que pertenecen al mismo grupo empresarial que, por ejemplo, El País, defensor a ultranza de los derechos y la dignidad de las mujeres. No puedo acabar sin transcribir otros versos de esta “artista”, conciencia viva y ordinaria de la postmodernidad y del nuevo feminismo, tan antiguo, por otro lado: “Tengo tacones de aguja magnética / para dejar a la manada frenética”, impresionante, “Te regalo mi cintura / y mis labios para cuando quieras besar, / te regalo mi locura / y las pocas neuronas que me quedan ya”, tremendo, “Te regalo mis silencios, / te regalo mi nariz, / yo te doy hasta mis besos / pero quédate aquí”, no hay precio que pague esto. ¿Te regalo mi nariz? A ver si Sandro Rosell, presidente del Barcelona, se la vende a un equipo ruso. Qué manera de denigrar a la mujer.

José María García Linares

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