Espacio de opinión de Canarias Ahora
Siento vergüenza de la Marca España
“¿Por qué nos hacen esto? Somos cabras en Marruecos y ratas en España”, me decía entre lágrimas hace unos días uno de los testigos supervivientes del accidente entre la patera y la patrullera de la Guardia Civil en Lanzarote. Y sentí una profunda vergüenza de las instituciones españolas. Nadie les pregunta que pasó en el accidente que mató a siete amigos que iban en la patera. Siento vergüenza ante la permisividad con la que se ha intentado ocultar la muerte de siete personas en un accidente en el que el propio Estado es parte.
Y sentí una profunda vergüenza de las instituciones españolas. Porque pensaba que quizás, a pesar de todos los recortes que estrangulan a los ciudadanos que viven en el estado español, quedaba un halo de esperanza en la defensa de los Derechos Humanos, cuestión que parece que no se puede recortar, pero que es trasquilada día sí y día también bajo nuestro sol.
Siento vergüenza porque la Guardia Civil no cumplió el protocolo de salvamento con la patera de El Jablillo, a la que acabó golpeando su patrullera y causó la muerte de una persona y la desaparición de seis.
Siento vergüenza porque en el primer interrogatorio que se les hizo a los supervivientes, pocas horas después y con un cadáver en la orilla de la playa, no les preguntaron qué pasó, qué volcó la patera...les preguntaron por el patrón de la barquilla.
Siento vergüenza porque tras el accidente se les encerró en un Centro de Internamiento de Extranjeros sin acceso a su abogado o a un intérprete. Estuvieron así durante varios días, hasta que decidieron ponerse en huelga de hambre para llamar la atención de la jueza de control del CIE de Barranco Seco.
Siento vergüenza también de los mensajes amenazantes a los periodistas desde el entorno de la Delegación del Gobierno en Canarias. Mensajes y whatsapps, si existe el palabro.
Me parece sonrojante la actitud de la Fiscalía de Las Palmas, en todo momento intentando quitar hierro al asunto y a la desaparición para sus familias de siete personas. Sus padres, sus madres y sus hermanos aún lloran sin que su llanto quiera ser escuchado por nadie, ni aquí ni allá. Pero es que de Marruecos te lo esperas. Un régimen opaco; una perfecta máquina de hacer dinero a las faldas de Europa. Con súbditos empujados a la emigración, tan rentable por cierto para el reino marroquí. De España, no, a pesar de todo.
Siento vergüenza cuando si en rueda de prensa se le pregunta al subdelegado del Gobierno, Luis Molina, si sabe cuántos supervivientes hay en el CIE y su fecha de expulsión y su respuesta es “no, las investigaciones están bajo secreto”. Y no porque lo diga, sino porque el día de la respuesta hacía tres que se había levantado el secreto. Y ante la insistencia, y la actualización de sus datos, Molina dijera eso de “hay cosas de las que no voy a hablar”, a pesar de representar al Gobierno de España en ese momento. Nadie, sólo él, tiene derecho a saber qué hace España, qué hace la administración de Justicia y la policía para esclarecer lo que ocurrió la noche del 13 de diciembre y ponerlo negro sobre blanco.
Siento vergüenza porque los abogados de los supervivientes (nombrados por el Colegio de Abogados de Las Palmas) solicitaron personarse en la causa el pasado viernes y casi una semana después no hay respuesta. ¿Qué ocultan? Que no se ha investigado con diligencia.
Siento vergüenza cuando veo a la Fiscalía de Las Palmas en una cacería indiscriminada contra la jueza de control del CIE de Barranco Seco, porque ha cumplido escrupulosamente con sus funciones. La acusan de investigar. Y es falso: la jueza, en base a una demanda de los habitantes del CIE que controla, pone en conocimiento de las administraciones la situación de indefensión, a su juicio, en la que podrían estar cayendo en territorio español. La jueza pidió una prueba de edad ante la insistencia de uno de ellos que, con documentos en mano, asegura que es menor de edad.
Siento mucha vergüenza cuando escucho y veo al Fiscal Jefe de Las Palmas asegurando que la prueba radiográfica fue concluyente y que no había margen de error al afirmar que era mayor de edad. No, no había margen de error, porque no le preguntaron al radiógrafo que realizó la prueba, que cuando ha tenido acceso a tablas actuales de comparación admite la duda. Sus padres, el consulado, su hermana, sus compañeros de colegio y el forense del juzgado de control aseguran que es menor de edad. Y está en un CIE. Esto es muy grande. Por si fuera poco, tiene una lesión que no le permite usar los baños del centro para ducharse.
Siento vergüenza porque el único cadáver que ha aparecido hasta el momento, el de Alí Boulid, haya sido repatriado. Que su ropa la haya tenido que mendigar su hermano, porque no tenía ni para unos trapos. Que en el velatorio, con su familia, no hubiese ni una autoridad española ni marroquí. Que su entierro sea el punto y final del que se desconoce casi todo.
Siento pavor ante la idea de que el subdelegado del Gobierno se haya podido reunir con algún juez con poder, mucho poder, para aconsejarle o pedirle explicaciones. Y más pavor aún cuando la Fiscalía se pliega a las órdenes que proceden de políticos afines y no a la Ley. Cuando la Fiscal de Extranjería permanece en silencio, y sin dolor de barriga, sin apenas hacer un esfuerzo por saber qué ocurrió. Qué mató a los chicos. Eran unos pibes. Uno menor de edad, por cierto.
En definitiva, siento vergüenza ante la permisividad con la que se ha intentado ocultar la muerte de siete personas en un accidente en el que el propio Estado es parte.
Siento vergüenza, ya ven, y a veces, también, siento miedo de la Marca España.
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