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Soberbia pueril

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Manuela Carmena, la ex alcaldesa de Madrid y magistrada retirada, ha hablado alto y claro. La abuela activista ha recriminado públicamente a una política que gobierna y a una cantante de fama internacional que podrían ser sus hijas o incluso sus nietas. Lo ha hecho con la mayor clarividencia y sin ningún sectarismo. Las ha llamado soberbias infantiles. 

En primer lugar, ha afeado a la ministra de Igualdad, Irene Montero, que no haya reconocido la deficiente redacción de la ley de libertad sexual, conocida con la denominación del la ley del solo sí es sí.

Parece que el eufemístico nombre de la ley del solo sí es sí se va a quedar en la nomenclatura legislativa española, a pesar de la pifia que ha supuesto que su entrada en vigor haya ocasionado la excarcelación de agresores sexuales o la reducción de condena debido a esa insuficiente redacción que ha logrado lo contrario de lo que se pretendía.

Era lógico prever la jauría humana de la derecha carpetovetónica española ante cualquier ley que apruebe el Congreso con mayoría de izquierdas. Más aún si la ley la defiende una ministra de Podemos que además carga con ser joven y la madre de los hijos de Pablo Iglesias.  

Hubiera dado lo mismo que la ley saliera perfecta y sin ningún defecto de forma porque las críticas acérrimas y aceradas de la derechona fluirían de igual manera, pero como se ha demostrado que la ley tiene agujeros, el machaque a la ministra de Igualdad y al gobierno ha sido aún mayor. 

Como afirma Carmena, que no es sospechosa de congeniar con la oposición, no hubiese costado nada rectificar los apartados más erráticos de la ley ya que es algo que se hace habitualmente. Cuando tras su aprobación se demuestra que existen grietas que perjudican el espíritu de esa ley, se modifica y ya está pero en el Ministerio de Igualdad ha sobrado soberbia pueril y ha faltado un mínimo de autocrítica, una de las características que más diferencian a la izquierda de la derecha y que desgraciadamente en algunas ocasiones sirven también para cavar su tumba. 

Al mismo tiempo y en la misma entrevista, Manuela Carmena se pronuncia sobre algo aparentemente banal más propio de la prensa rosa, como es la separación de la cantante Shakira y el futbolista Piqué, pero que tiene más miga de lo que parece. Aunque parezca un asunto más vinculado a las revistas del corazón, la canción que le ha dedicado Shakira a Piqué, tratando de vengarse de una supuesta infidelidad del futbolista, desborda lo rosa y también es propia de una soberbia infantil. 

Los asuntos íntimos de pareja no deben airearse con canciones vengativas expuestas al gran público sino que deben resolverse en la privacidad. Hay gente que ha apoyado a Shakira mostrando el mismo lado miserable que la cantante y una inmadurez propia de una diva acomplejada que encima tiene la mala baba de tratar de ridiculizar a su ex marido y a la nueva pareja de este. 

Piqué tiene todo el derecho a separarse de Shakira, igual que ella lo tuvo al separarse de su anterior marido cuando conoció al futbolista catalán en el Mundial de Sudáfrica. Es imperdonable que una mujer despechada aproveche su fama para despotricar en una canción no solo de su ex sino también de su nueva pareja. 

Además, Shakira tiene la petulancia y la desvergüenza de compararse con la nueva novia de Piqué, creyéndose un Ferrari ante un Twingo o un Rolex frente a un Casio. No sé qué fatuidad le hace creer a ella que es mejor que su sucesora pero evidentemente, si la comparación fuera cierta, esta claro que el futbolista prefiere viajar en Twingo con un Casio en su muñeca. O a lo mejor para él su nueva novia es un Ferrari y un Rolex a la vez. 

Carmena tiene razón: Irene Montero y Shakira pueden ser muy buenas en lo suyo pero han demostrado una soberbia infantil que ya no se ve ni en las guarderías. El problema está en que ninguna de las dos se avergüenza sino que siguen empeñadas en enorgullecerse de sus respectivos errores. 

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