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Cuando Uber entra por la puerta

App de Uber

Gara Santana

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Guía de Isora, Granadilla de Abona, Adeje y Arona son los primeros tres municipios canarios, situados al sur de Tenerife, donde operará la flota de vehículos con licencia VTC de la empresa Uber.

Nada es azaroso, nada es casual, nada es aislado. Los pactos políticos recientes en los ayuntamientos del sur de la Isla, la irrupción de Vox en algunos ayuntamientos y en el propio Parlamento de Canarias, no son directamente vinculantes con la irrupción de este tipo de empresas pero vayamos acostumbrándonos a que esta política generará una serie de condiciones que favorecerán un tipo de economía en concreto y muy alejada de los cuidados o del estado del bienestar.

La noticia de la irrupción de los servicios VTC en Canarias es abrir un poco la puerta, (que una vez abierta ya da igual que esté medio abierta o abierta del todo), a un tipo de economía depredadora que destruye los servicios públicos, la vecindad y los tejidos, si se quiere, empresariales que se generan de forma natural en las comunidades. Cuando hablamos de cuidar y mejorar el sector del taxi, hablamos de un derecho de todos a unas tarifas fijas y justas y a un servicio de calidad donde se garanticen las mejores condiciones laborales de los conductores y conductoras que irá directamente relacionado a la reducción de la siniestralidad en los trayectos.

No son buenas las condiciones laborales de los conductores y conductoras de licencias VTC, no son tan cuquis como se ven en las redes de los influencers; jornadas de trabajo interminables, trabajo por “objetivos” y físicamente, quien manda sobre sus jornadas es un algoritmo.

El sector del taxi fue clave durante el confinamiento y la pandemia, no sólo porque en algunas comunidades se ofrecieran gratuitamente a llevar a los enfermos de Covid a los hospitales, sino porque fueron un servicio clave en aquellos momentos en que no podíamos abrazar ni a las personas que vivían en nuestra casa, haciendo los trayectos necesarios sin protestar y esperando con el miedo a la quiebra en las desiertas paradas de taxi de los meses del confinamiento.

No hemos estado a la altura con las personas que nos cuidaron en los días que más miedo le tuvimos a la muerte y seguimos subestimando nuestra capacidad de hacer política en cada decisión cotidiana que tomamos.

Cada día podemos elegir cuidar lo público. Vienen tiempos complicados, estamos justo en el momento donde todo parece perdido, en la Batalla de las Puertas Negras y Frodo se ha puesto el anillo para traicionarnos a todos, pero cuidado con las sensaciones mediáticas que son tan engañosas como las térmicas, no se puede dar ni un paso más atrás en las concesiones de nuestro maltrecho estado del bienestar: sanidad, educación y transporte son imprescindibles para las personas que trabajan doce horas y cogen tres guaguas para ir y venir de esos sures turísticos, sures cuyos patrones solo obtienen beneficios en los titulares pero que no se corresponde en calidad de vida para quienes sostienen, a golpe de faja y nolotil, “la gallina de los huevos de oro”.

Canarias, este país y el planeta, va a necesitar a toda esa gente que estos días se siente perdedora y solo es cuestión de tiempo. El feminismo ha venido para quedarse, tanto por las nuevas generaciones de mujeres como el acecho que debemos hacer a la reacción. Por su parte, el ecologismo y la lucha contra el cambio climático, pese a la poca ambición de los dirigentes mundiales con el tema, es la única garantía de que podamos habitar el mundo de una forma, aunque sea, remotamente parecida a como hemos vivido hasta ahora.

Vayamos con calma, y aprendiendo también de la trilogía de Tolkien que no hay sólo que esperar a ver qué hacen los que portan el anillo de poder, sino que cada uno, día a día, puede ser activista de infinitas causas, la más noble de todas, encender las almenaras y que los que hoy se sienten solos vean que aquí estamos todavía.

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