El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
El agradecimiento
A Santiago Pérez le dedicó el periódico El Día más de medio centenar de editoriales señalándolo como enemigo de Tenerife, como un traidor al que, de haber nacido en la Francia versallesca, “habría que guillotinarlo”, o como mínimo, “asesinarlo políticamente”. El ambiente generado por los editoriales del periódico, entonces en manos de Editorial Leoncio Rodríguez y de su delirante editor, y por los ataques directos de sus adversarios políticos, colocó a Santiago Pérez en la picota. Lo insultaron por la calle, le pintaron palabras amenazantes en la fachada de su casa de La Laguna y una jueza de Santa Cruz le rechazó una querella por injurias y calumnias alegando que todo eso que decía el periódico de José Rodríguez Ramírez, al que todo el mundo en Tenerife llamaba “don José” , era la opinión del editorialista. Y que lo mejor era que le contestara de igual forma en su blog. Literal.
Santiago Pérez estaba solo, prácticamente aislado socialmente. Incluso gran parte de su partido de entonces, el PSOE, su partido de toda la vida, con el fue destacado senador, jovencísimo vicepresidente en el Cabildo de la isla, brillante portavoz parlamentario regional y referente ético, le dio la espalda para evitarse ser señalado como extraño al sistema impuesto por la oligarquía tinerfeña, que aún hoy lo sigue contaminando todo. Su traición había sido acudir a la Fiscalía a denunciar el caso Las Teresitas después de haber intentado sin éxito detenerlo mediante las decisiones políticas que podía promover como secretario general del PSOE en la isla. Sus compañeros en el Ayuntamiento desoyeron sus órdenes, y en 2001, hace diecinueve años, votaron a favor del famoso convenio urbanístico que, a la postre, propició la compra-venta del frente marítimo de esa playa y el consiguiente “pelotazo de libro” -en palabras de la fiscal María Farnés Martínez- que tiempo después mandó a la cárcel al alcalde de entonces, a dos empresarios del régimen, a un concejal y a varios funcionarios públicos. El Parlamento regional, casi siempre con mayoría de Coalición Canaria y el Partido Popular, tumbó su propuesta de instar al Gobierno a que rechazara el plan parcial de Las Teresitas, con lo que la operación se consolidaba y superaba con éxito toda la tramitación administrativa. Solo quedaba la vía penal.
Así que, inicialmente a través del movimiento ecologista Ínsula Viable, y luego a pecho descubierto, Pérez puso los hechos en manos de la Fiscalía Anticorrupción, que es sabido nunca actúa de oficio. Los hechos eran tan elocuentes que se convertía en imposible que el pelotazo tuviera todas las bendiciones. Solo prosperó gracias el compló político y social de toda una isla, incluidos todos sus medios de comunicación.
Gracias a la investigación de Santiago Pérez y de la Fiscalía, luego judicializada en el TSJC, pudimos conocer la profundidad del escándalo: no solo se compraba el frente de playa por un precio tres veces superior al que lo tasaban los expertos municipales, verbigracia la arquitecta Pía Oramas, hermana de Ana Oramas, sino también que lo que se compraba, para que no se urbanizara y salvar así a la playa del ladrillo inclemente, ¡era de propiedad municipal! Supimos cómo CajaCanarias otorgó a la empresa bendecida para el pelotazo, Inversiones Las Teresitas, creada ad hoc por dos de los empresarios del régimen (hay unos cuantos más) un préstamo de 33 millones de euros, para lo cual usaron a un empleado que tenía un sueldo de 600 euros al mes. Supimos con detalle cómo el convenio incluía una recalificación en el Valle de Huertas y Montaña Morera que supusieron para los empresarios elegidos unas plusvalías de 90 millones de euros…
Hasta muy poco antes del juicio que se saldó con fuertes penas de cárcel, el Tenerife profundo, el de don Pepito, la CEOE, el de ATI, el de los estómagos agradecidos enchufados en la Administración y el de los poderes tradicionales, defendían la bondad del pelotazo y la inocencia y rectitud de los pobres investigados.
Gracias a personas como Santiago Pérez se ha evitado en gran medida que la corrupción se haya incrustado más en Canarias de lo que siempre ha estado. Unas autoridades judiciales con clara tendencia a la corrupción del canapé; una Fiscalía centralizada en Madrid a la que las cosas de la ultraperiferia les suenan exóticas; una prensa generalmente sumisa y una ciudadanía resignada y propensa a la generalización del “todos los políticos son iguales” son el caldo de cultivo magnífico para que triunfen los corruptos.
Ahora que el Tribunal Supremo ha archivado la causa contra Fernando Clavijo y otros por el caso Grúas y la jauría se ha vuelto contra Santiago Pérez exigiéndole disculpas y atacándolo de nuevo, bueno es recordar que la verdad judicial no tiene por qué ser la misma que la verdad material. Que lo que ocurrió en el Ayuntamiento de La Laguna respecto a ese asunto de las grúas huele que tira para atrás, como olía la aparición del mismo Clavijo en las conversaciones intervenidas por la Policía en el caso Corredor, con todo un futuro presidente del Gobierno comprando voluntades con dinero público. Lo que fue convenientemente archivado, milagrosamente, por defectos formales en los que estuvo relacionado el capo de la noche lagunera, recientemente condenado a ocho años de cárcel y a la espera de que lo juzguen por su participación en un presunto asesinato. Lo investigó, miren qué cosas, la misma juez que desde 2018 tiene en sus manos la última denuncia de Santiago Pérez, la del caso Reparos, sobre la cual no ha practicado apenas diligencias, si descontamos la de pedir los expedientes al Ayuntamiento.
La alcaldesa de Santa Cruz, Patricia Hernández, y su equipo, han conseguido por fin recuperar el dinero malversado de Las Teresitas. Ya era hora. El ecosistema corrupto de Tenerife iba camino de tragarse también ese sapo. Pero el único agradecimiento público que hemos escuchado es el dirigido a la fiscala anticorrupción, María Farnés Martínez, para la que se propondrá una plaza estratégicamente situada. A Santiago Pérez no hace falta ponerle calles o plazas, basta con reconocerle los servicios prestados y darle las gracias.
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