Un apretón de manos y una avalancha de eufóricas noticias. Todo fue instantáneo. Ocurrió en la ITB de Berlín, la feria de turismo alemana, el pasado mes de marzo . El presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, se tropezó en el stand de Canarias con el propietario del Loro Parque, Wolfgang Kiessling, y en una conversación informal de intercambio de parabienes salió a relucir la ausencia de inversiones de ese potente grupo empresarial en la isla de Gran Canaria. El empresario le dio una explicación sencilla y muy concreta: no hemos tenido posibilidad de invertir porque no hemos encontrado el calorcito de las instituciones. Bravo de Laguna no dejó que el guante cayera al suelo y, con los reflejos políticos que le han hecho famoso a ambos lados del Támesis, garantizó a su interlocutor que aquello se iba a arreglar. Vaya si se iba a arreglar. No había terminado de marcharse de los alrededores el señor Kiessling cuando, con un elocuente movimiento de cejas, el presidente del Cabildo activaba a los servicios de prensa de la institución para que emitieran un eufórico comunicado en el que textualmente se decía que ambos caballeros “sellaron con un apretón de manos la puesta en marcha de una agenda para acelerar la posible creación de un parque acuático de ocio en el Sur, similar al Siam Park de Adeje, el mayor de Europa”. Y se dispararon los voladores, se extendieron los estandartes, se encendieron las guirnaldas, sonaron las fanfarrias? y la prensa grancanaria empezó a especular con cifras mareantes que llegaron a alcanzar los 60 millones de euros de inversión.