Algún día habrá que escribir la vida y milagros de Guillermo Reyes, el concejal de Urbanismo más veces mencionado en Canarias para ilustrar los grandes fenómenos que alrededor de esa disciplina se producen en las Islas. Es un fenómeno del regate, de la demagogia, y hasta tiene acreditada su habilidad para la lágrima fácil cuando la ocasión lo requiere. Dirige una concejalía complicadísima en un Ayuntamiento donde casi todo está bajo sospecha, incluido él, pero hasta ahora ninguno de sus detractores ha sido capaz de demostrar nada que lo siente delante de un juez. O de una juez. Reyes es capaz de meter en los juzgados a un senador del Reino por edificaciones anexas ilegales en su casa, y hacer exactamente lo mismo en la suya sin que le tiemble ni un pelo de las cejas. Es lo que podríamos denominar el efecto Culantrillo, nombre que proviene de la calle del barrio de La Garita en la que habita.