Todos los actores presentes en este sainete tienen sus motivos para desempeñar su papel, desde Bravo de Laguna a Mari Mar Julios o Fernando Bañolas, desde Román Rodríguez a Carlos Alonso. Los nacionalistas grancanarios, que se han sumado a ultimísima hora a la defensa numantina de los hoteles de cuatro estrellas, necesitaban con urgencia una percha de la que colgarse para encontrar un hueco entre tanto aislamiento que sienten padecer. Se consideran situados en un punto inmediatamente anterior al desprecio por parte de Paulino Rivero, que no les resuelve algunas reclamaciones a las que dan mucha importancia, como el desbloqueo en las malas relaciones que reinan entre la CC grancanaria y alguna cabecera de periódico local. Además, a medida que se van acercando las elecciones autonómicas de 2015, arrecia el nerviosismo por la escasez de puestos a repartir y sobre el peligro que para algunos supondría que fraguara esa suerte de acuerdo con Nueva Canarias que situaría a Román Rodríguez como cabeza de lista de la coalición y, acto seguido, como hombre fuerte del nacionalismo en la provincia de Las Palmas. Para el ex presidente y por estos mismos motivos también se ha convertido en estratégico situarse del lado de los que claman en favor de Gran Canaria en este conflicto de los hoteles de cuatro estrellas, incluso ante la clamorosa contradicción que puede suponer ver al padre de la moratoria turística, a cuyos santos han bajado de los altares miles de veces los empresarios que ahora defiende, ponerse al frente del consumo de territorio en lugar de primar la renovación, la excelencia y modernización de la planta alojativa de toda Canarias (porque esto es para toda Canarias, aunque pueda parecer que no). Bañolas y Mari Mar Julios no se quieren quedar atrás, aunque en su pulso turístico al Gobierno de su propio partido no han medido adecuadamente quiénes son en realidad los que se van a llevar la piel del oso. Y el oso.