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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Consultar a las bases

Fernando Clavijo y Ana Oramas conversan momentos antes de la reunión de este sábado del Consejo Político Nacional de CC.. EFE/Elvira Urquijo A.

Carlos Sosa

Los efectos que la sacudida de los partidos emergentes provocaron en las tradicionales formaciones políticas españolas y en los poderes mediáticos, económicos, culturales, religiosos, sociales y filatélicos que revolotean a su alrededor, parecen haberse apaciguado. Ciudadanos y Podemos, más Podemos que Ciudadanos, habían agitado tanto la vida política española que consiguieron algo tan simbólico como un cambio en el lenguaje, un reconocimiento tácito de las cosas que se estaban haciendo mal y un propósito de la enmienda –cuya intensidad iba por barrios- que hacía pensar que nada iba a ser como antes, que regresábamos al sentimiento y a los valores de la transición, a un interés apasionado de la gente por la política. Pero acabado el proceso electoral y conformadas las nuevas Cortes Generales, una gran parte de los llamados a transformarse para no perecer volvieron a las andadas. Que eso ocurriera dentro del Partido Popular no llevó a nadie a engaño: los insultos y los continuos desplantes a Podemos dentro y fuera del Congreso de los Diputados tenían todo el olor y el sabor de la venganza por las ofensas recibidas (“sois la casta”, madre). Pero que comenzara enseguida a pasar dentro del Partido Socialista era algo verdaderamente inesperado. La primera coartada fue la línea roja del referéndum catalán, pero desaparecida aquella, el motivo de enconamiento lo ofreció la rueda de prensa de Pablo Iglesias reclamando para sí la vicepresidencia y para Podemos varias carteras ministeriales. Los guardianes de las esencias del otro Pablo Iglesias, al que sacan en procesión sólo cuando les conviene, olvidaron de repente que algunos de ellos presiden comunidades autónomas gracias al apoyo (activo o pasivo) de Podemos. Es el caso de Fernández-Vara en Extremadura; de García Page en Castilla La Mancha; de Francina Armengol en Baleares; de Javier Lamban en Aragón, Ximo Puig en Valencia… y de Augusto Hidalgo en Las Palmas de Gran Canaria, sin ir más lejos. Por eso llama mucho la atención que barones como Fernández-Vara, García Page o Lambán se hayan puesto tan bravos ante lo que unos llaman exigencias y otros humillaciones de Podemos. Pero esto no ha sido lo peor.

¿Las bases? ¡Qué vulgaridad!

Los barones socialistas, con la baronesa Susana Díaz a la cabeza, movieron todos sus resortes para tratar de acorralar a Pedro Sánchez y conducirlo a un acuerdo con el Partido Popular en forma de abstención de alguna de las dos principales formaciones políticas para que la otra formara gobierno, y dejar así a Podemos en la oposición. Como si ese castigo fuera a frenar el deterioro socialista (más bien todo lo contrario) y la consecuente ascensión del partido de Iglesias. A la movida se sumaron voces tan histriónicas y folclóricas como las de José Luis Corcuera o Eligio Hernández, y otras tan respetadas dentro del partido como Felipe González y Alfonso Guerra. La edad no hace distingos. El acorralamiento a Sánchez parecía surtir efecto hasta que este mismo sábado el secretario general socialista hizo un requiebro muy interesante: consultar a las bases aunque lo que las bases digan no sea vinculante. A los barones los cogió “cagando”, como se dice en el argot, lo que provocó en ellos un sentimiento agridulce: por un lado quisieran matar a Sánchez por su impertinencia, y por otro tienen que apechugar con la iniciativa porque lo contrario sería negar a la militancia su voz, tan reclamada en los procesos de primarias. Los barones se lo tragaron, pero las terminales mediáticas encargadas este último mes de propiciar una gran coalición o un Gobierno en minoría del PP o del PSOE ya se están encargando de arrojar sobre Sánchez todas las culebras del zoológico. El periódico El País rompió este domingo todas las fronteras de la decencia al dedicar a la cuestión un duro editorial en el que, entre otras cosas, se podía leer lo siguiente: “Esa tendencia de acudir a las bases cuando el dirigente tiene problemas es recurso de políticos mediocres y de organizaciones populistas, no de un partido serio y comprometido en la gobernabilidad de España”. Tras llamar “organización leninista” a Podemos y menospreciar a los 190.000 militantes del PSOE, el periódico que fuera referente de la socialdemocracia europea reclamó que se imponga la fórmula felipista de que gobierne sola o en compañía de la otra alguna de las dos formaciones del bipartidismo.

Algo se mueve en CC

Frente a esta involución tan decadente que de alguna manera frustra lo que parecía una corriente imparable nos podemos encontrar con lo inesperado. Ocurrió este sábado, sin ir más lejos, en la reunión del consejo político nacional de Coalición Canaria. Sacudido por una sucesión preocupante de resultados electorales adversos, el partido que lleva gobernando Canarias de manera ininterrumpida desde 1993 se encuentra sumido en una profunda crisis consecuencia del desgaste en el poder, la corrupción, la ausencia de liderazgo, la división interna producto de una pésima gestión de los relevos generacionales y la pérdida absoluta de pulso ideológico, si al nacionalismo le podemos llamar ideología. Sus actuales dirigentes han visto encenderse todas las luces rojas a la vez y empiezan a actuar. O al menos eso parece. José Miguel Barragán, secretario general, presentó este sábado al consejo político nacional de la formación un escueto documento en el que, en medio de muchos lugares comunes (reinventarse, otra manera de hacer política es posible, el fin de una etapa y el inicio de un nuevo ciclo, transformar las sedes en redes…) da con algunas claves que pueden ser decisivas para que el partido no se vaya a hacer puñetas a la vuelta de las próximas elecciones autonómicas. Mientras los barones socialistas y sus voceros mediáticos lamentaban este fin de semana la consulta a la militancia, el dictamen Barragán habla abiertamente de primarias para “la elección de los representantes del partido” y de la exigencia de “la gente”, que “no sólo quiere escuchar, quiere hablar. De ahí la necesidad de construir una infraestructura permanente de movilización para implicar a los ciudadanos (…) en un proyecto político en el que se priorice la participación y el diálogo constante”. Agárrate, Podemos. Es cierto que a CC se le fue la mano con el relevo de Paulino Rivero por Fernando Clavijo, que el partido ahí quedó roto en dos, pero no puede ser esa la única causa de tan evidente pérdida de apoyo popular. Por eso resulta ciertamente esperanzador que pongan sobre un papel una especie de propósito de la enmienda que habrá de conducir a un próximo manifiesto con el que darle la vuelta a su situación en la que sólo los sectores empresariales parecen estar encantados con el socialismo conservador de Canarias. Aunque mayoritariamente no les voten, lo cual tiene su guasa.

Televisión autonómica y Guanchancha

Es sin duda edificante que un partido político como CC decida escuchar más a sus bases y a los ciudadanos. Otra cosa es que puedan gustar los demás planteamientos que formula, o que algunos de ellos se contradigan con los comportamientos de sus propios dirigentes. En el documento que Barragán presentó y defendió se articula la recuperación de Coalición Canaria alrededor de varios hitos programáticos que tienen en el incremento del autogobierno su piedra filosofal. De él habrían de colgar, según el informe del secretario general, aspectos tales como la Televisión Canaria o la Policía Autonómica, popularmente conocida como Guanchancha, si es que alguien todavía se acuerda de la existencia de ese cuerpo caro, inútil y en ocasiones hasta gamberro. Y, cómo no, la hacienda propia canaria (auténtica), una exigencia nacionalista que no tendría jamás acogida en el Partido Popular pero sí en otras formaciones anatemizadas por la diputada Oramas como Podemos. Porque no coinciden los avances programáticos de CC con el comportamiento de sus dirigentes. A ver, si no, qué es lo que están haciendo con la Televisión Canaria, a la que dejan morir irremisiblemente en manos de unos gestores nefastos tras purgas más nefastas todavía. Y de la Guanchancha mejor ni hablemos: pretender entusiasmar al público y enhebrar con él un mayor sentimiento nacionalista o de amor a la tierra porque tengamos una policía propia que sustituya a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado tiene más de pueblerino que de eficaz.

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