Ya con la lengua soltada a paseo, Soria lanzó desde Las Palmas de Gran Canaria sus muy socorridas y cada vez más abruptas soflamas contra el Gobierno de Canarias y, particularmente, contra su presidente, Paulino Rivero. Como si su paso por ese mismo Gobierno perteneciera a eras anteriores a la última glaciación, el ministro canario, investido para la ocasión en presidente del PP isleño, arremetió contra el Ejecutivo por: a) rebajar el nivel de emergencia del incendio de La Gomera días antes de que se reavivara violentamente; b) no tener hidroaviones; c) no tener medios humanos; d) no tener medios terrestres; e) dedicar recursos públicos a cosas menos prioritarias que los incendios forestales. La nueva arremetida de Soria contra Canarias, que tiene bastante más de hostigamiento que de oposición responsable, se podría desmontar con una sola invocación, la que demuestra que al actual ministro de Turismo los incendios forestales siempre le importaron una higa hasta el momento mismo en que los ha podido utilizar contra Paulino Rivero. Lo recordamos aquí permanentemente: en 2005, cuando la cumbre de Gran Canaria ardía violentamente y se constituía en ellas nada menos que el presidente Zapatero, Soria, a la sazón presidente del Cabildo, se mandaba un viaje de placer en un jet privado propiedad de un empresario noruego al que beneficiaba otorgándole autorización para una urbanización turística de miles de camas. Jamás en su larga trayectoria política hemos visto al presidente del PP canario mostrar el más mínimo interés por las dotaciones, los procedimientos, los protocolos y las competencias en materia de extinción de incendios forestales. Ni siquiera en los años en que su partido y él mismo formaron parte del Gobierno al que ahora reprocha esas carencias hidrotransportadas.