Muchos de nuestros lectores recordarán a Francisco Santana por haber sido el alcalde más inesperado de la historia de Telde. Él estaba tan ricamente ejerciendo de concejal de a pie cuando, de buenas a primeras, se constituyó la Policía en la ciudad y detuvo a media docena de sus compañeros, incluido el alcalde de entonces, Paco Valido, lo que le convirtió en alcalde a la fuerza. Luego su partido no le premió el sacrificio colocándolo primero de la lista, hasta que ha recalado por el Cabildo con los resultados ahora conocidos. Frente a su defenestración nos encontramos con la extraña recolocación que Bravo de Laguna ha hecho de Rosa Rodríguez. Le retira la responsabilidad de Presidencia, un área transversal en la que es obligado ejercer tareas de coordinación del grupo gobernante y relacionarse con la oposición. El carácter levantisco de Rosa Rodríguez, al menos en la política, su incapacidad para la empatía, le estaban generando demasiados problemas a Bravo, tanto dentro de la Casa Palacio como en otras sedes, como el Granca, donde la doña tropezó en alguna ocasión con el hijo del jefe, el irrefrenable Lucas Bravo de Laguna, el Niño Bravo. Le sustituirá en las tareas de coordinación una mujer con fama de dialogante y tranquila, Auxiliadora Pérez. De este modo, el presidente ha optado por hacer un doble salto mortal con tirabuzón y ha colocado a Rodríguez al frente de los Asuntos Sociales con el fin de “potenciarlos”, un retruécano que hace don José Miguel para en realidad ocultar sus intenciones: mantener ocupada a la vicepresidenta gestionando un marronazo y, de paso, reducir los costes sociales de la Corporación. Que si Soria dijo una vez que el Cabildo no estaba para hacer yogures, verán qué pronto tardan sus sucesores en decir que tampoco está para cuidar a los que las familias no cuiden.