Somos unos fervientes y radicales defensores de la libertad de expresión, pero también los primeros en ser críticos con nuestro propio gremio, que no debe ser inmune al escrutinio público. Y si criticamos duramente los editoriales de El Día es porque rebasan con mucho el sentido común, el respeto a la ciudadanía y porque atentan, en más de una ocasión, contra la convivencia y la legalidad vigente. Alguna autoridad debería actuar de oficio para conseguir que ese medio de comunicación no traspase tan irracionalmente la frontera del ordenamiento jurídico y de la propia seguridad del Estado. Porque además de merecer que nos riamos de algunas de sus ocurrencias, debemos abandonar la frivolidad para afirmar que hay cosas que no se pueden permitir. Por ejemplo, entrar permanentemente en la provocación a Marruecos en momentos tan delicados como los presentes es una irresponsabilidad que no se puede permitir. Pretender afirmar que con la independencia de Canarias “alejaremos el peligro marroquí” requiere no ya una descalificación intelectual y política a tal idiotez, sino además que alguien le explique cariñosamente a don Pepito que hay límites muy delicados para la integridad del territorio que pisa y en el que se cisca diariamente con sus lunáticas apreciaciones. Por no hablar de la desobediencia civil que con frecuencia invoca y que este domingo camufló tras la expresión “resistencia pasiva”. ¿Se lo imaginan a este vestido con las gasas de Gandhi sentado en plan yogui a las puertas de la Delegación del Gobierno?