El auto del Supremo coincidió este jueves, qué cosas tiene el destino, con un sentido editorial de don Pepito que, por una vez y sin que sirva de precedentes, confiesa haber escrito de modo coral con su equipo médico habitual, Andrés Chaves y Ricardo Peytaví. Los tres, a capella, se proclaman víctimas de un ensañamiento judicial por haber sido condenados recientemente a pagarle 6.000 euros a la periodista tinerfeña María Luisa Arozarena por una intromisión ilegítima en sus derechos al honor y a la intimidad. Hemos de confesar que casi se nos saltan las lágrimas al imaginarnos al trío editorialista aportando plañideros párrafos a tan notable pieza, que termina con una entrañable confesión: “Hay sentencias que nos hacen llorar; no de impotencia, sino por la inconsecuencia de la Justicia”. La tesis del editorial viene a ser, para que no tengan ustedes que mandárselo, que ellos no insultaron a Chicha Arozarena, a la que llamaron de todo, menos bonita; mientras que, por el contrario, don Pepito ha sido insultado por otros (no por nosotros ni por Arozarena, conste) con calificativos que se citan así en este antológico artículo: “ciénaga de indecencia”, “charca de letras”, “tiparraco”, “ser despreciable”, “personaje senil”, “nazi”, “xenófobo”, “homófobo”, “racista” y un largo etcétera“. La jeta que adorna al trío no tiene parangón: como unos les insultan a ellos y no obtienen reparación por parte de la Justicia, ellos insultan a quien les plazca. No está mal como línea editorial y como guía a seguir por los periodistas de esa casa.