De su abogado, del abogado de don Josesteban, cabe decir muchas cosas, pero pretendemos no disgustarle demasiado. Al fin y al cabo en el pecado lleva la penitencia, por mucho que trague lo que no está escrito a cambio de una minuta que al menos es de esperar que sea sustanciosa. Porque estamos ante un letrado, el señor Munguía, que en el juicio de este martes volvió a quedar retratado como un personaje a la altura de su cliente, ni más ni menos. Santiago Pérez lo dejó in puris naturalibus en un par de ocasiones sin necesidad de recurrir a grandes discursos, ni siquiera a los amplios conocimientos jurídicos con los que seguramente también le supera. Tan solo bastó que demostrara ante el tribunal que se trata de un letrado iletrado. Porque la perniciosa mezcla que hizo de conceptos como el marxismo, el leninismo, el socialismo, o sus incursiones en asuntos de la política o el periodismo canarios no respondían a su deseo de liarla parda para que a río revueltos saliera indemne su pescador, sino sencillamente, como le dijo Santiago Pérez, por no tener ni puñetera idea de lo que estaba hablando. La juez se encargó, por lo demás, de rechazar la mayor parte de su trastabillada estrategia de defensa inadmitiendo muchas de sus preguntas por improcedentes, como improcedente es la delirante deriva que lleva el dueño de El Día. Con él dejándolo riscarse cada día un poquito más. El juicio quedó visto para sentencia. La juez escribe en prosa, lo que empieza a ser una garantía.