Lo está pasando verdaderamente mal Paulino Rivero con los variados frentes que tiene abiertos. Esos críticos de los que todos hablan parecían callados tras el indiscutible triunfo electoral de Rivero en mayo pasado, el otro día mismo, resistiendo el tsunami pepero y haciéndose fuerte en la presidencia del Gobierno. Pero poco duró aquella alegría, y los errores propios y el imparable poder azul que todo lo ha invadido, le han obligado a dar mas de una explicación. A tantos males se sumó en junio pasado el dueño de el Día, que sigue creyéndose merecedor de unas cuantas licencias de radio sin más mérito que ser vos quien sois. Ese concurso de radios tiene a Rivero por la calle de la amargura, y no precisamente por los disparates de don José Esteban, que le indignan sin duda, sino por el disgusto que le están dando los profesionales de la comunicación serios y los representantes de las cadenas nacionales. Como Lourdes Santana, directora regional de la Ser, que en la entrega de los Teide de Oro no tuvo ningún recato a la hora de mostrar ante las barbas del mismísimo Paulino su descontento y el de Prisa con el resultado de ese concurso. La reacción del presidente fue todo lo elegante que pudo, pero se le torció el gesto especialmente después de comprobar la indisimulada satisfacción que cundió entre los compatriotas presentes, empezando por ese inabarcable Ricardo Melchior, que no moja pero empaña.