De celebrarse ahora las elecciones generales, según el sondeo de Metroscopia el PP pasaría de su triunfal 44,9% de 2011 a un raquítico 29,9%, su peor nota en lustros, pero el PSOE se estamparía otra vez con un 23,9%, casi cinco puntos menos que el 20-N (28,7%). La caída es brutal y solo IU y UPyD, a izquierda y derecha, salen beneficiados, con subidas hasta el 12,6% de Izquierda Unida y del 10,2% de los magentas, suficientes para tener un nutrido grupo de diputados que entren al juego de los pactos de gobernabilidad y el interés de los ciudadanos y tal, pero del todo insuficientes para explicar a dónde se va la masa porcentual de votantes que da la espalda a PP y PSOE, casi coreando los cánticos callejeros de estos dos últimos años. La ciudadanía empieza a asumir que da lo mismo Juana que la hermana, y si en términos objetivos se puede entender que eso significa una tendencia peligrosa para la democracia por lo de desafección que tiene hacia el régimen político vigente, lo que no es soportable mucho tiempo más es la inacción de esos partidos políticos en defensa de sus conciudadanos. Terminarán por hacer perder el miedo a la gente de lo que pueda venir después de la democracia representativa de partidos. Para bien o para mal. Porque la tendencia se agranda cada día que pasa y hasta se nota en un mes caliente electoralmente como octubre, a escasas dos semanas de elecciones significativas en Galicia y País Vasco.