Hasta los mismísimos de las “paulinadas”. Los señores y señoras diputadas del Partido Popular de Canarias, así como una amplia representación de sus cargos públicos ya no aguantan más a Paulino Rivero, presidente del Gobierno, y han decidido agriar un poquito más el lenguaje para acercarse lo máximo posible al editorialista más dicharachero de Barrio Sésamo, don Pepito, reclamando la dimisión, y a ser posible, la deportación del jefe del Ejecutivo canario. Esto marcha. Dice Australia Navarro, la portavoz parlamentaria del PP, que Rivero no puede seguir al frente del Gobierno ni un minuto más porque dice muchas paulinadas. Es exactamente esto, lo de lanzarse la vajilla a la cabeza, lo que más anima a los ciudadanos a seguir la política, a entusiasmarse con la gestión de lo público y a acercarse a las instituciones para participar en ellas y mejorar este sórdido panorama. A la señora Navarro, que está exactamente en las antípodas de la moderación verbal y política, no le han hecho ninguna gracia las últimas declaraciones del presidente Rivero, ésas en las que ha insistido en el discurso cíclico de los nacionalistas, muy socorrido cuando llegan temporales como el actual, que es cuando sale muy rentable atribuir todos los males (o casi todos los males)a un enemigo exterior, a ser posible el malvado y centralista gobierno de la nación. Rivero quiere revisar, según sus palabras, los tratos con el Estado porque, a su juicio, Canarias está saliendo bastante perjudicada.