El sector comercial tinerfeño, el de verdad, el que no se monta en burbujas ni en ladrillos, está que trina porque una intervención tan faraónica como esta la consideran una desproporción que acabará con los comerciantes de la zona, ya bastante tocados con esta crisis. Les indigna la actitud del Ayuntamiento, sin duda, y del Gobierno, a través de la Cotmac, que ha pasado de ser un órgano odiado por los empresarios a dejar pasar una operación de este calibre que, en otros casos, ha requerido revisión del Plan General. El órgano colegiado que se ocupa de fiscalizar el urbanismo de los ayuntamientos y los cabildos canarios ha permitido esta vez que una recalificación de este tipo se tramite como modificación puntual del planeamiento, cuando lo exigido desde la época del omnipresente Domínguez Anadón (ahora del lado del promotor) es que se haga por la vía de la revisión. Claro que entre la una y la otra dista justo el doble de tiempo, un año o dos la modificación y hasta cuatro la revisión. Salvo que Paulino Rivero haya recogido el guante de determinados movimientos empresariales y sea él quien haya dado la orden a Berriel para que no sea tan estricto con según qué empresarios y según que proyectos.