Podemos estar tranquilos. José Manuel Soria ha proclamado a través del No-Do que la dramática reducción hasta cero de las subvenciones estatales al agua potabilizada se va a solucionar porque el ministro del ramo, Miguel Arias Cañete, “es consciente” de lo que eso supone para Canarias. No se refiere nuestro ministro canario al acervo del que tanto habló en otras calendas, esa cosa llamada Régimen Económico y Fiscal por el que tanto se partió la cara (y trató de partir la de Paulino) y que recoge en su articulado, entre otras obligaciones del Estado, la de financiar la potabilización de agua. La pregunta que nos asaltó en el preciso momento en que supimos de esa sensibilidad de Cañete para con el asunto es dónde se encontraba -la supuesta sensibilidad- cuando desapareció por completo la partida del proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2013. Si una mano negra la volatilizó sin que se enterara el ministro, malo, muy malo; pero si fue el ministro quien lo autorizó, ya nos contarán a nosotros cómo explicar esa bondad cañetí. Debe recordar el señor ministro que agua potabilizada es, por ejemplo, lo que se utiliza para abastecer los depósitos con los que las compañías petrolíferas enfrían sus tanques de combustible en el Puerto de La Luz y de Las Palmas, donde explotó hace ahora un poco más de dos años uno perteneciente a Petrologic, compañía de la que era presidente del Consejo de Administración. Aquella explosión ocasionó un muerto y un herido grave, y se solventó porque la compañía del señor ministro aflojó un dinerito. Eso es sensibilidad, sí señor.