Pero no solamente son las cuitas judiciales y los excesos antidemocráticos de Soria las que meten en complicados aprietos al presidente Rivero. La prepotente gestión llevada a cabo por el vicepresidente del caso Tebeto han obligado al jefe del Ejecutivo a retirar todo tipo de prerrogativas a su socio, no vaya a ser que la bomba termine por estallarle en las manos a todo el Gobierno. Cuando estalló el escándalo, o mejor dicho, cuando alcanzó proporciones estratosféricas tras conocerse el alcance de la sentencia y los primeros obstáculos para aplazar los pagos, dirigentes de Coalición Canaria confesaban que se conformarían con que el asunto no salpicara a ese partido. Pero ya se sabe que cuando Soria se pone burro es capaz de cualquier tipo de disparate, lo que condujo a Rivero a tomar la iniciativa en septiembre pasado, cuando de espaldas a su vicepresidente tomó la determinación de pedir una segunda tasación que empezara a dejar con los glúteos in the air a Luis Soria, e indirectamente a su hermano José Manuel, empeñado en sostenella y no enmendalla hasta que el cuerpo aguante.