Sabido es que don Gabriel Mato es un experto en estas cosas del parlamentarismo. No en vano se le pudo ver la pasada legislatura ocupando banco en la presidencia del Congreso de los Diputados como uno de los secretarios, aguantando el tipo en aquellas aletargantes sesiones en las que fueron más las veces que al hombre se le caía la cabeza que las que mantenía impasible el ademán. De ahí, entendemos, que sus compañeros diputados le bautizaran cariñosamente con el sobrenombre de El Dormido. Pero ahora resulta que es presidente del Parlamento de Canarias, y como tal se nos ocurre que debería velar por la imparcialidad y ecuanimidad del cargo que ostenta. De ahí que nos produzca cierta desazón pensar que con su voto se va a producir una quiebra importante en la tradición parlamentaria por la simple razón de quedar bien con el excelentísimo. Se lo recordaremos toda la legislatura, de consumarse el relajo.