Una edición crítica de los trabajos que Zambrano dedicó a Ortega
MADRID, 25 (EUROPA PRESS)
La editorial Trotta presenta en una edición crítica todos los trabajos que María Zambrano dedicó a su maestro, José Ortega y Gasset, a través de artículos, manuscritos inéditos y cartas enviadas por ella, hoy por hoy existentes, mostrando a través de las variantes de los textos la modulación temporal de una visión que nunca fue estática sino que se fue enriqueciendo con el aporte de nuevos matices.
María Zambrano habló de “filiación” para caracterizar la relación de su pensamiento con el de José Ortega y Gasset. Esta filiación fue, sin embargo, extremadamente problemática. Ni el padre se reconoció como tal (más bien, al contrario, censuró la orientación inicial del pensamiento de su discípula), ni la hija pudo ser reconocida como tal por su maestro.
Pese a ello, se puede calificar de función ejemplar de maestro la que ejerció Ortega ante Zambrano y todos los de su generación. Los vericuetos de la historia y de las vidas personales hicieron que esta función se volviese voz y recuerdo lejanos, pero de una inusitada perennidad.
Zambrano dijo de Ortega que “creaba un ámbito de distancia colmado de confianza que despertaba -y exigía-, en los que en él entraban, el sentir de lo intangible de cada persona”. “Por eso -añadía ella- el diálogo con él se desenvolvía con poco esfuerzo, a pesar de las diferencias”. En contadísimas ocasiones, ella mostró públicamente esas diferencias, esas desavenencias, filosóficas y políticas, ambas de hondo calado. Al final de su vida, las hizo un poco más explícitas, en los libros y, sobre todo, en las cartas.
APUNTES BIOGRÁFICOS
María Zambrano, hija de Blas Zambrano (maestro nacional, amigo de Machado y uno de los paradigmas del humanismo español de comienzos del siglo XX), nació en Vélez-Málaga en 1904. Tras la primera infancia pasada en su lugar natal _años y entorno que considerará luego decisivos para el posterior surgimiento de su vocación filosófica_, vivirá en Madrid, Segovia, y de nuevo en la capital, donde será discípula de Ortega y Gasset y uno de los polos juveniles de la renovación cultural en torno a 1930.
Durante la guerra civil española y desde Madrid, Chile, Valencia y Barcelona, escribió y participó muy activamente en múltiples actividades culturales a favor de la República, siendo integrante del nuevo humanismo de la revista Hora de España. Su obligado exilio comenzó en 1939 y transcurrirá en un constante vaivén entre Europa y América.
Regresó a España en 1984, instalándose definitivamente en Madrid. Desarrolla entonces una renovada actividad, rodeada y ayudada por sus amigos, y en 1988 le es concedido el premio Cervantes. Murió en 1991.