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La vida de los nómadas del Sahel llega a Las Palmas de Gran Canaria

Martin Caparrós, Samuel Aranda, Jorge Martínez y Juan Jaime, jefe del área de Cultura y Educación de Casa África.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

“Le pregunto cuántos kilómetros recorre cada día y me dice que así no sabe. Que no son kilómetros: No sé, no son kilómetros, me dice. Cuando estamos cansados o vemos que los animales están cansados sabemos que ya hemos llegado y buscamos un lugar para pasar la noche. Hubo tiempos en los que nunca nadie se quedaba quieto. Ser nómada era la condición de cualquier hombre. Esos tiempos, para los más, pasaron hace tanto. Quedan aquí y allá unos pocos. Aquí, decíamos, en África”.

Así inicia el escritor y periodista Martín Caparrós el relato de la película Nómadas, estrenado a través de la Cadena Ser. Se trata de un proyecto dirigido por el publicista y comunicador Jorge Martínez (Cartagena, 1976) que cuenta, además de con los textos locutados por el maestro argentino, con imágenes del fotoperiodista Samuel Aranda. Este viernes dos de febrero los pastores del Sahel llegan a Casa África en Las Palmas de Gran Canaria o, al menos, lo que cuentan a través de la película y una exposición fotográfica estos tres autores.

Todo se inicia con el encargo de la ONG Rescate a Martinez: “Se pone en contacto conmigo”, dice alguien cuya carrera está marcada por un fuerte compromiso social en un mundo como es el de la publicidad, “y me pide un proyecto de comunicación para visibilizar la labor que el colectivo desarrolla con estas comunidades”. Se refiere a los nómadas que viven buscando comida para su ganado a caballo entre Mauritania, Níger y Mali, lo que se denomina el Sahel.

Martinez se pregunta entonces: “¿Cómo sensibilizar sobre esta temática a la sociedad española” y no sin razón, añade “es una problemática que nos queda muy lejos, de la que conocemos muy poquito y de la que creo que en general a la sociedad le preocupa bastante poco”. Y decide ponerse en contacto con “dos grandes profesionales: uno es uno de los mejores fotorreporteros de nuestro país (Samuel Aranda) y otro es uno de los mejores escritores en habla hispana (Martín Caparrós)”.

Aranda (Barcelona, 1979), ganador del World Press Photo en 2012 y del Premio Ortega y Gasset 2016, lleva quince años documentando conflictos, desde la crisis económica española hasta el ébola, pasando por la guerra en Yemen. Ha publicado sus fotografías en The New York Times, National Geographic o Le Monde. Confiesa que es incapaz de trabajar en una oficina, a pesar de su intento: “Hubo una etapa en mi vida que intenté cambiar y estuve como seis u ocho meses con un contrato fijo en una oficina en Madrid. Era editor gráfico, trabajaba cinco horas al día y creo que ha sido el momento de mi vida en el que mejores condiciones de trabajo he tenido. Pero me asfixiaba, me ahogaba y no podía estar ahí. Necesito moverme”.

Desde los 18 años Aranda viaja por el mundo con su cámara y no tiene reparos en considerarse “bastante nómada”. Cuando Martínez contactó con él para llevar a cabo el proyecto no se lo pensó mucho: “Yo trabajo mucho en África y me gusta mucho. A parte, el tema de los nómadas me atraía bastante, que a nivel logístico no es fácil de resolver, y la verdad que cuando conocí a Martin hubo bastante buena conexión”. Ambos, Aranda y Caparrós trabajaron por primera vez juntos en Nómadas.

“Se aprende mucho trabajando con él, que creo que es lo mejor que se puede decir. Hay muchos tipos de periodistas y de escritores y a él lo veías totalmente en el sitio donde estábamos. Hacía la entrevista y hasta que no conseguía lo que necesitaba no se levantaba de la alfombra en la que estábamos sentados” rememora Aranda.

Una vez viajan y llegan a la zona, los tres y un componente más de la ONG Rescate, Martínez confiesa que no fue fácil encontrar a los pastores. “Son comunidades que se mueven en pistas de tierra, en extensiones enormes, como buscar una aguja en un pajar”. Pero una vez consiguieron localizarlos, Aranda reconoce que sus ideas preconcebidas como occidental “de donde íbamos a ir, de lo que íbamos a encontrar, de lo difícil que era llegar, de los triste que eran ellos porque no tenían recursos ni dinero” cambiaron cuando los localizaron “ te reciben con los brazos abiertos, compartes con ellos cualquier tontería alrededor de un fuego, charlas y todo muy en comunidad”.

“Nos acercamos a una forma de vida muy distinta a la nuestra: se ven cosas como la ablación del clítoris de las niñas, los hombres se casan con dos o tres mujeres, que niñas de 12 o 14 años tengan hijos, que el hombre tenga un poder sobre las mujeres exagerado. Son cosas que tiendes a condenar, pero que de alguna manera cuando estás allí con ellos te das cuenta que nosotros a veces tenemos una mirada hacia las cosas sesgada con la realidad que ellos viven y su cultura. Ellos tienen cosas que nosotros hemos perdido y que son muy interesantes. Esa relación con la naturaleza. Esa ausencia de obsesión por el tiempo, nosotros estamos enfermos de cortoplacismo. Sus únicos objetivos en el día a día es que los animales coman, que haya pasto, que haya agua. Comen todos los días lo mismo. Es un nivel de necesidades que no tienen nada que ver con el nuestro. Ellos no tienen ningún apego a nada material”, relata Martínez.

Aranda, en la línea de Martínez, confiesa que del viaje se lleva “una lección más”,  que hace “que te cuestiones muchas cosas y pensar que a lo mejor los que estamos equivocados somos nosotros y tendríamos que cambiar”.

Sin embargo, duda mucho de que alguien que vaya a ver la exposición cambie su opinión o su forma de pensar: “Tengo bastante pocas esperanzas en la sociedad actual. Estamos en un momento muy complicado en muchas cosas, se ha matado el sentimiento de comunidad con las nuevas tecnologías”, sentencia.

A pesar de ello, Aranda sí cree que el trabajo periodístico ayude a cambiar las cosas porque lo ha comprobado: “En The New York Times, cuando se han publicado reportajes con mis fotografías denunciando la crisis en España o el ébola, ahí sí he visto una reacción, una causa-efecto. Ver publicada una portada y que a la semana estuviese resuelto ese problema. Pero no por mis fotografías, porque podría haberlo hecho cualquier otro, sino por el poder que tiene The New York Times”.

Martínez, en cambio, sí espera “que este proyecto acerque un poquito la realidad a la gente. Gracias a esto podemos hablar de la labor de la ONG Rescate, de la agencia española de cooperación, que también está detrás del proyecto, que son instituciones que intentan ayudar a estas sociedad para que puedan seguir siendo nómadas, porque sino podrían acabar siendo sociedades sedentarias. Y sería un error. Ellos quieren ser nómadas y sería una pena perder una forma de vida que es la más antigua que existe sobre la faz de la tierra”.

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