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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs
Sobre este blog

Mi vida ha estado ligada al séptimo arte prácticamente desde el principio. Algunos de mis mejores recuerdos tienen que ver, o están relacionados, con una película o con un cine, al igual que mi conocimiento de muchas ciudades se debe a la búsqueda de una determinada sala cinematográfica. Me gusta el cine sin distinción de género, nacionalidad, idioma o formato y NO creo en tautologías, ni verdades absolutas, que, lo único que hacen, es parcelar un arte en beneficio de unos pocos. El resto es cuestión de cada uno, cuando se apagan las luces.

PERSPECTIVA. SOLO: A STAR WARS STORY

Tres años después, en el año 2012, cuando se anunció la compra de Lucasfilms por parte de Walt Disney, la sorpresa ya no fue tan mayúscula, dado que la primera llevaba manteniendo tratos con la segunda desde hacía más de una década, merced a la atracción Star Tour, incluida en los parques temáticos globales de Disneyworld. Además, esta segunda absorción -tercera en importancia, si se incluye la compra de Pixar en 2006- dejaba muy claras las intenciones de la empresa de entretenimiento para las siguientes décadas del presente siglo XXI.

¿Y cuáles eran dichas intenciones? Primero de todo, acabar con cualquier tipo de competencia, adquiriéndola y manejándola luego según las propias necesidades del conglomerado empresarial al mando. De esa forma, se evitarían los problemas y sobresaltos que tantos dolores de cabeza les produjeron a los responsables de Walt Disney, tan sólo una década antes, y se lograría un control cercano a la vulneración de las leyes antimonopolio que, últimamente, parecen estar un tanto en desuso y más con la nueva administración norteamericana…

Y segundo, por citar lo que más nos interesa para esta columna, seguir un modelo de negocio basado -más bien diría que cimentado- en la sobreexplotación más absoluta y descarnada de todo aquello que sea susceptible de ser explotado.

En mi primer artículo ya dije que, si Disney había comprado Marvel Comics, no se debía a que la empresa del ratón Mickey tuviera ninguna querencia para con el amistoso vecino arácnido, sino que necesitaba las series de animación para sus canales de televisión, las licencias de juguetes, ropa y… para sus tiendas, y las recaudaciones de las películas de los estudios Marvel para cuadrar sus cuentas de resultados. También dije, y lo repetí cuando la operación con Lucasfilms se anunció, que se iban a producir movimientos -en cuanto al futuro de ambas empresas- que terminarían por no ser del agrado de muchos de los seguidores tanto de las series gráficas de la Casa de las Ideas como del universo de Star Wars.

Y si es cierto que, en un primer estadio, las cosas se mantuvieron sin mayores cambios -aunque Disney Channel se vio invadido por las series de animación de Marvel Comics producidas durante los años noventa de pasado siglo, rebautizadas para la ocasión- poco a poco, los modos y las maneras de Disney se empezaron a dejar sentir.

Este año, justo cuando a Disney se le ha ocurrido estrenar una nueva película de la saga galáctica, tan sólo seis meses después del estreno del Episodio VIII, se empiezan a escuchar voces que se preguntan, agoreras ellas, si no será que se está queriendo sobreexplotar el fenómeno galáctico…

Antaño se decía que si era blanco y venía en una botella… ¡Leche! Yo añado que, si viene de la mano de Walt Disney, un producto cualquiera terminará siendo exprimido hasta el limite posible y, si se puede, más allá.

Poco importa el espíritu de la saga o los veinte, treinta o setenta años de un personaje, con tal de obtener un beneficio que cumpla con las expectativas depositadas en él. ¿Acaso se han olvidado ya de las críticas que sufrió Rogue One: A Star Wars Story por parte de los ejecutivos que entendieron que aquel producto no respondía a las necesidades de la empresa? Al final, la película de Gareth Edwards demostró lo equivocado de dicho planteamiento, a tenor de la recaudación final, pero si que es cierto que aquellas voces dejaban entrever lo que vendría después.

Han Solo (Alden Ehrenreich)

Dos años después, Solo: A Star Wars Story no está logrando responder a las expectativas depositadas en ella, en parte por los problemas en el rodaje -problemas que terminarán por ser endémicos, si las cosas siguen desarrollándose de la misma forma- en parte por el cansancio de unos aficionados que han ido creciendo más y peor que el universo creado por George Lucas y en parte por las mañas de la nueva propietaria de Lucasfilms.

El resultado final ha sido una suerte de histeria colectiva que, además de satanizar una película que, a pesar de sus problemas, merece la pena tener en consideración, pasa por alto un hecho que, muy a mi pesar, empieza a ser de sobra conocido; es decir, el universo de Star Wars lleva años estancado y repitiéndose, aunque, luego, los aficionados lo apuntalen hasta el siguiente movimiento sísmico. Acontecimientos como el estreno del Episodio VII, VIII y el año que viene, el del Episodio IX, son capaces de hacernos olvidar la realidad por un momento, instante efímero en medio de una sociedad en donde centenares de mensajes pugnan por lograr nuestra atención cada segundo.

Si a eso se le suman las herramientas de explotación de la empresa matriz, aquélla que utiliza el concepto de “marketing por aplastamiento” para lograr lo que se propone sin que le tiemble el pulso, entenderán que los resultados finales solamente serán del agrado del consejo de administración de Walt Disney Company.

Y tiene gracia las quejas de la empresa de entretenimiento para con los resultados de la nueva entrega de la saga galáctica, dado que la campaña de promoción de Solo: A Star Wars Story peca, por decirlo de una forma educada, de ser minimalista, si se la compara con cualquier otro lanzamiento de estas características. Quizás mi problema tenga que ver con que conozco el mundo de la distribución, exhibición y promoción cinematográfica y, por ello, sea capaz de darme cuenta de cuando una empresa confía en un producto y cuando, no. Las cortinas de humo, las excusas y las rasgadas de vestiduras empresariales no esconden una forma de entender el negocio que termina dilapidando las ilusiones de quienes terminan siendo mudos testigos de un modelo de explotación nefasto y que sólo deja ruinas a su paso.

Por fortuna, el universo de George Lucas y el universo gráfico de la Casa de las Ideas terminan por ser algo que forma parte del imaginario de cada uno, sin importar los excesos y los defectos de quienes manejan la parte empresarial. No obstante, situaciones como las que estamos viviendo en la actualidad -y que terminarán teniendo su reflejo en las sucesivas adaptaciones cinematográficas de personajes de la editorial Marvel- se seguirán repitiendo en los años venideros, para desesperación de la legión de seguidores de ambos universos que poco podrán hacer para cambiar lo inevitable.

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2018

Star Wars © Lucasfilm Ltd. & TM. All right reserved. Text, any related names, characters and illustrations for Star Wars universe are © 2018 Lucasfilm Ltd.

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