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Los escombros desaparecen en Haití, pero continúa el difícil acceso a la comida

PUERTO PRÍNCIPE, 8 (Del enviado especial de EUROPA PRESS, Iñaki Hernández)

Las toneladas de escombros y cadáveres que dejó tras de sí el terremoto del 12 de enero de 2010 que sacudió Haití han sido recogidos de las calles de la capital haitiana, Puerto Príncipe, pero los cooperantes que permanecen en el terreno, tras casi tres años de la tragedia, advierten: “el que se haya reducido la atención mediática de Occidente y el que se hayan limpiado algunos de los efectos más evidentes de la tragedia, no cambia el hecho de que todavía gran parte de la población vive en la pobreza con dificultades para acceder a una alimentación básica”.

“Quizás se han reducido los escombros, pero la gente sigue sin acceso a la comida”, señala el director general de Mensajeros de la Paz, Vicente Alvárez. Él llegó a Haití apenas 48 horas después del terremoto junto al presidente y fundador de la ONG Mensajeros de la Paz, el Padre Ángel García, y casi tres años después continúa en el terreno gestionando los diversos proyectos de desarrollo que la asociación tiene en el país.

Como él, en Puerto Príncipe conviven todo tipo de ONG, congregaciones religiosas y cooperantes que o ya estaban antes o llegaron a Haití poco después del seísmo y decidieron quedarse para impulsar el desarrollo del país después del “trauma que supuso el terremoto”, como explica la hermana Nuria, de la congregación de las Carmelitas Vermule. “Los vivos y los muertos estaban revueltos, la gente andaba entre los cadáveres como sonámbulos”, recuerda ahora la hermana.

Ella ya estaba en Haití cuando sucedió el terremoto y fue testigo directo del caos de los primeros días. “Mi compañera de congregación creía que yo estaba muerta y yo creía que ella estaba muerta”, recuerda. El terremoto dejó sin casa a más de 1,5 millones de personas agravando la situación de un país que ya era uno de los más pobres del mundo antes de ser azotado por el sismo. A este panorama hay que sumar la droga que se canaliza desde Colombia a través del país y la violencia. “En puerto Príncipe se han llegado a producir 15 asesinatos diarios”, explica Álvarez.

Tras más de dos años y toda la ayuda humanitaria recibida gracias, en parte, al fuerte impacto mundial que tuvo la noticia, la situación ha mejorado, pero todavía sigue siendo “muy complicada”, según reconoce el director general de Mensajero de la Paz.

En las calles de Puerto Príncipe, la presencia de cascos azules de la ONU, los edificios a medio construir, con techumbres de hojalata y alambre de espino para evitar la entrada de asaltadores, junto a manzanas enteras de campamentos de desplazados dan todavía hoy testimonio de las consecuencias del seísmo.

En total, más de 400.000 personas continúan viviendo en tiendas de campaña al haberse quedado sin su hogar y la mayoría de ellos permanecen en Puerto Príncipe, donde se amontonan alrededor de 6 millones de habitantes de los 12 millones que tiene el país.

“Paradójicamente, siendo uno de los países más pobres de Suramérica, los precios de los alimentos son muy caros”, explica Álvarez, en referencia a uno de los principales problemas actuales del país: el hambre.

A pesar de que Haití dispone de campos fértiles y en su día hubo en el país una industria de arroz potente, hoy las tierras se acumulan en pocas manos que además venden la materia prima a Estados Unidos, encareciendo el producto final, una situación que la corrupción que ha caracterizado a la clase política durante años, según los cooperantes, no ha favorecido. “El arroz sale de aquí, se manufactura en Estados Unidos y vuelve más caro”, explica Álvarez.

HISTORIAS DE ESPERANZA

No obstante, pese a estas dificultades, el trabajo de las ONG, las instituciones internacionales y los propios haitianos comienza a dejarse ver en algunas casos. Es, por ejemplo, la historia de Diena, una mujer que se ha visto beneficiada por el trabajo de los cooperantes en Fond Parisien, una localidad rural a unos 40 kilómetros de la capital y a 17 de la frontera con República Dominicana, donde la hermana Nuria dirige una escuela y Mensajeros de la Paz colabora proporcionando alimentos para los pequeños, así como con diversos problemas de desarrollo.

Diena llegó a Fond Parisien siguiendo la estala de los miles de desplazados que abandonaron Puerto Príncipe cuando quedó reducida a escombros tras el terremoto para ser acogidos por familias de las zonas rurales.

En el caso de Diena, llevaba ya tiempo yendo de una ciudad a otra sin asentarse en ninguna y arrastrando una vida “muy difícil”, según recuerda la hermana Nuria. Cuando ella la conoció, Diena, que ahora ronda los 40 años, tenía ocho hijos, muchos de ellos cedidos a otras familias en calidad de 'niños restabek', lo que podría traducirse por niños esclavos o mano de obra infantil barata que trabajan para otras familias cuando la suya no puede atenderlos.

En estos años en los que el país se ha ido recuperando poco a poco de las consecuencias del temblor de tierra, la vida de Diena ha cambiado para mejor. Actualmente, Diena es una de las mujeres que participan en otro proyecto de la hermana, en colaboración con Mensajeros de la Paz, para enseñar a los haitianos más pobres a ganarse la vida y montar sus propios negocios. Diena junto a otras cuatro mujeres --todas ellas madres solteras-- se encarga de gestionar una pequeña empresa de venta de pollos.

Parte del dinero que sacan de la venta de los pollos va para ellas y parte para comprar nuevas aves, con lo que Diena ha conseguido salir adelante, volver a reunir a sus hijos, rescatando con la ayuda de la hermana Nuria, a los que se había visto obligada a dejar atrás y permitiendo a los más pequeños recibir una educación en la escuela que regenta la hermana, en la que actualmente hay 250 niños.

Ahora Diena espera poder construirse una casa propia y se ha convertido en uno de los ejemplos que pone la hermana Nuria hablando de la necesidad de centrar la ayuda de Haití no en el envío de dinero sino en proyectos educativos “que les ayuden a empezar a reaccionar”. “Ellos te piden: escuela, escuela, pero el dinero no siempre es suficiente”, señala la hermana, que recuerda que en el área de Fond Parisien el Estado sólo tiene una escuela pública para 36.000 habitantes.

“EL MUNDO SE HA OLVIDADO DE HAITÍ”

“Me atrevo a decir que el mundo se ha olvidado de Haití”, señala el fundador y presidente de la Mensajeros de la Paz, el Padre Ángel, quien aunque cree que hay síntomas que permiten un cierto “optimismo”, señala qye no hay que olvidar que además de los “400.000 personas que no tienen ni donde dormir”, hay “cientos y cientos de niños sin poder escolarizarse” y miles de personas “que no pueden beber ni un vaso de agua”.

Mensajeros de la Paz tiene varios proyectos en marcha en este momento en Fond Parisien con el objetivo de ayudar a ser autosuficientes a los haitianos. Así, ha entregado a 500 familias mil cabras, dos por familia, para que traten de vivir del comercio de la leche y la cría de más animales. Además, ha instalado una potabilizadora de agua y se ocupa de proporcionar alimentos para que los niños que acuden a la escuela puedan tener garantizado los nutrientes básicos, entre otros proyectos.

En Haití, la ONG ha montado un campamento para afectados por el terremoto en la zona de Tabarré con casetas de madera y agua potable que da cobijo a 1.200 personas de mil familias. Asimismo, en el campamento Mensajeros de la Paz ha montado un centro de día para atender a personas mayores, después de detectar que la mayoría de la ayuda iba dirigida a la infancia, lo que dejaba en una situación muy delicada a las personas de más edad. Estos días, una delegación formada por el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz; el presidente de Mensajeros de la Paz, el Padre Ángel García y el presidente de Edad Dorada, José Vicente Rodríguez, visita los proyectos.

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