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Pedro Sánchez y las mareas del Pino

Pedro Sánchez.

José A. Alemán

El otro día dije que Pablo Casado podía tener los días contados al frente del PP. Eran muchos los indicios pero, por último, los resultados de Madrid le salvaron la cara. Se sintió tan aliviado que proclamó urbi et orbe el “regreso del PP” con más entusiasmo que los seguidores de Batman anunciaron la reaparición de su héroe. Y es que son como niños y no ven que quienes han vuelto son los socialistas y que ahí estarán mientras duren esas mareas del Pino provocadas por Pedro Sánchez, el ex desahuciado saltarín que desde las tinieblas exteriores se plantó en La Moncloa y desató un crescendo de victorias electorales rematado con las europeas que acaban de darle a España la oportunidad de jugar su papel de “país grande entre los pequeños y pequeño entre los grandes”, como dicen en su crónicas De Miguel y Cué. Un papel que afecta al tablero español pues los liberales europeos, integrados en ALDE, ven a Sánchez con tan buenos ojos que no entienden a su compadre Rivera, que lo “excomulgó” para irse de bracillo con Santiago Abascal, jefe de Vox, el partido ultraderechista juramentado con sus equivalentes europeos acabar con la UE, entre otros objetivos nada saludables. No olvidemos los cálidos elogios de Steve Bannon a Abascal y a Vox; y recordemos que Bannon, estrecho colaborador de Trump en su día, se ha instalado en Roma y trabaja en ayudar a la ultraderecha a acabar con la UE en beneficio del imperialismo USA.

A mi entender continuamos sin prestarle la debida atención a los asuntos europeos aunque la crisis debería habernos enseñado cuanto nos tocan de cerca los trabajos y los días de la UE. Porque nos han hecho ver y sentir su presencia a base de acuerdos, leyes, reglamentaciones y movidas que van cincelando el futuro de la Europa de los 28, de los 27 cuando se consume el Brexit.

A pocas horas de conocerse los resultados electorales estaba Sánchez en el Elíseo hablando con el presidente francés, Enmanuel Macron. Ambos acaban de hacerse con la mayoría de sus respectivos grupos europeos. A los franceses le han bastado los 21 escaños obtenidos para ser mayoría en el grupo liberal. Y lo mismo ocurre con los 20 escaños del PSOE que convierten a la delegación española en la más numerosa del grupo socialista europeo al que corresponden 145 escaños entre los que figura, por cierto, el canario Juan Fernando López Aguilar.

El de Macron y Sánchez fue el primer encuentro de dos líderes de la UE tras las elecciones. Los dos están de acuerdo para arrebatarle el control de la Comisión Europea a los populares del PPE, que endurecieron los efectos de la crisis sobre el ciudadanaje. Un apaño de socialistas y liberales al que no le hacen fós Los Verdes.

Tras su reunión con Macron, Sánchez voló a Berlín a reunirse con Angela Merkel, que pertenece al PPE.

El Brexit, el sueño de De Gaulle

El Brexit, el sueño de De GaulleSe da por descontado en el continente que el Brexit perjudicará a los británicos. Y seguro que no es plato de gusto para los alemanes mientras los franceses contendrán cortésmente, aunque a duras penas, el impulso de tirar voladores el día que salga el Reino Unido por esa puerta. No sé si se repetirá aquella ocurrencia del Times que tituló, en primera y con gran despliegue tipográfico, “Europa ha quedado aislada” la noticia de la rotura del cable telegráfico entre Gran Bretaña y el continente. Tampoco sé si la noticia fue cierta o simple humorada. Como lo fue no hace tanto el tremendo olor a ajo que, al decir, agredió a los ingleses al acabar de perforarse el túnel de La Mancha.

Pero, anécdotas aparte, deben considerarse ciertas particularidades sobre las que se ha construido el equilibrio de la UE. Porque el eje París-Bonn, que hoy sería París-Berlín, permitía a Alemania solapar su condición de potencia determinante en Europa. Los alemanes, como responsables de la última contienda europea, inspiraban desconfianza no solo populares, pero no podía prescindirse de su aportación a la construcción europea y optaron, pudiera decirse, por “esconderlos” tras Francia como explica el sociólogo Wolfgang Streek vinculado al Instituto Max-Planck. Lo que no le impedía a los alemanes disentir abiertamente de los franceses en la forma del Estado futuro que integraría al viejo continente. No es preciso insistir en que Francia no concibe otra forma de Estado que el centralizado mientras los alemanes piensan más en términos federales. Y por ahí vino la oposición del general De Gaulle al ingreso británico en la Comunidad Europea.

De Gaulle, claro está, tenía varias razones para oponerse y los hechos han acabado por darle la razón al menos en ésta. A Francia, desde luego, le benefició, hacer de pantalla de Alemania y no le hacía maldita gracia que el Reino Unido, más cercano al federalismo germano que al estatalismo francés, participara en el juego de contrapesos. Pero acabó cediendo y siguió beneficiándose con el ocultamiento del papel determinante de Alemania en la construcción europea que señala Streeck.

Apunté la contención francesa del impulso de tirar voladores al trasponer los británicos que en efecto, como temía De Gaulle, resultaron ser una buena muleta para que los alemanes se escarrancharan más a gusto en su papel reconocido de “constructora”. Los británicos aliviaban a los alemanes frente a la presión de Francia que es ahora, no casualmente, el país más exigente en las negociaciones del Brexit con el objetivo apenas disimulado de que los británicos no den marcha atrás, que se vayan ya que votaron irse. Francia aspira a imponer en el futurible Estado europeo su modelo centralizado y piensan los franceses que esto les será más fácil si el Reino Unido se va de la UE y dejan huérfanos a los alemanes. Es posible que sea la forma de Estado una de las cuestiones a debatir en los próximos tiempos.

Para algunos especialistas, el Brexit ya comienza a verse como un error histórico que sus partidarios no reconocen y que beneficia las aspiraciones francesas de predominio. Desde fuera de la UE le será casi imposible a los británicos ayudar a los alemanes y pararle los pies a los franceses a los que les puede sobrevenir un ataque de “grandeur” pues no en vano es la única potencia nuclear de la UE y también la única que es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

España de rebote

España de rebote Sin duda y por mucha que sea la propia estimación de la derecha española, no hay duda de que la izquierda le da en ese terreno sopa con onda. Reflejo de esa falta de conexión es la actitud de, por ejemplo, Albert Rivera que juró por lo más sagrado que en vida pactará con Pedro Sánchez y el PSOE mientras justifica su apaño andaluz con Vox sin que sus correspondientes liberales en Europa entiendan cómo quien se dice liberal y está ligado a los liberales europeos puede hacer esas cosas. De Casado ni les cuento porque al fin y al cabo Vox ha salido de sus filas.

Es evidente que de por medio están los intereses de Pedro Sánchez muy interesados en que llamen a capítulo sus equivalentes europeos a Rivera. Y en esa línea está también Manuel Valls que considera más acorde con la realidad apoyar a Ada Colau para la disputada alcaldía de Barcelona. Sin olvidar su severa advertencia de que se separaría de Ciudadanos si no corta con Vox.

Sánchez se está trabajando su investidura. Por ahí van sus pasos y si acierta en la forma de presión a Rivera aprovechando su actual sintonía con los liberales europeos, lo mismo cabe decir de su mensaje a Podemos. Pablo Iglesias ha repetido ni se sabe cuantas veces la palabra “autocrítica” vistos los resultados electorales bien merecidos por esta izquierda nunca bien avenida. Pero, al mismo tiempo, seguía apretando a Sánchez para formar nada menos que un Gobierno de coalición. Por si fuera poco, Iñigo Errejón anuncia un partido que se extenderá por todo el país lo que indica en que si la palabra autocrítica está vacía en boca de Iglesias ni siquiera existe en la de Errejón. Una lástima porque se necesita en España una izquierda más potente que la propuesta por Pedro Sánchez.

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