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Del encanallamiento a la infamia, o al revés

Pedro Sánchez

José A. Alemán

Al parecer, el seguritas que planeó matar a Pedro Sánchez, ese “rojo de mierda”, no anda bien de la cabeza; ni del alma, añadiría, pues hay que odiar mucho para plantearse semejante magnicidio en un país atiborrado de símbolos y mitos; desde los religiosos a esa bandera y ese himno que tantas veces ha servido de pretexto para sacudirle el polvo a quienes no piensan igual, a los que lucen un color de piel diferente, o guarecen malamente su miseria en cualquier recoveco callejero donde pasan las noches envueltos en periódicos bajo cartones.

Son odios degradantes y se te cae el alma a los pies al ver promoviendo fobias a políticos que se disputan el Poder, el “botín” como llama Alejandro Nieto, catedrático de Administrativo, a las golosas “adherencias” derivadas de las urnas. A Nieto lo recordamos en La Laguna de finales de los 60 y principios de los 70, al frente del seminario de su asignatura dirigiendo unos Estudios de Derecho Administrativo Especial Canario que hicieron época.

No tiene Nieto buena opinión de la democracia española en la que distingue dos mundos: el oficial, que presenta al Estado como una institución altruista y servicial que busca el bien los ciudadanos; y el mundo real en que el Estado se muestra como “un aparato de dominación patrimonializado por un grupo reducido de gobernantes”. Y recuerda nuestro autor los primeros pasos del sistema liberal constitucional español (1833-1839) y cómo, al estabilizarse cristalizó en el caciquismo, que es una de las formas más vergonzosas de desgobierno. El caciquismo fue, en efecto, el hilo vertebrador de una democracia degenerada hasta los tuétanos por el maridaje de la corrupción política y de la económica”. Es lo que tenemos: un Estado débil a merced de las autonomías, de los sindicatos, de las asociaciones corporativas, del empresariado, de las grandes corporaciones internacionales, etcétera, por lo que ha de obrar con ponderación “para encajar con sumo cuidado todas las piezas”. Hay que cerrar acuerdos y hacer tantas concesiones que nada propio queda por lo que “gobernar se reduce a mantenerse en el Poder”. A esta alienación de los Gobiernos se corresponde la de los partidos, que han perdido sus señas de identidad originarias y sólo conservan un objetivo común: “ganar las elecciones y una vez en el Poder –con o sin aliados- mantenerse en él”.

Se advierte, continúa Nieto, la ausencia de una auténtica lucha ideológica, sustituida por una lucha verbal, de palabras ya sin significado preciso. Y remata: “Las Cortes han terminado convirtiéndose en foro tabernario en el que no se contrastan ideas ni se analizan hechos sino que se intercambian insultos apasionados, mentiras descaradas e insidias malignas: todo ello envuelto en la retórica más barata”.

Este es justo el punto en el que estamos: Pablo Casado tildó a Pedro Sánchez de okupa y golpista y no tuvo el menor empacho en ciscarse en la Constitución y en el Congreso de los Diputados ocultando a la gente del común que la moción de censura fue plenamente legal y constitucional y que competía aprobarla o rechazarla al Congreso como depositario de la soberanía nacional. Ahora ya sabe Casado que poco puede hacer para restablecer el crédito de su partido cuando le han cogido el número hasta los electores menos impuestos por lo que carga la mano en deteriorar la imagen de Sánchez en mentiras, ocultaciones, calumnias y medias verdades de fácil venta en los sectores sociales más atrasados.

Al propio tiempo, compartieron PP y Cs especies como la de dar por descontado que los presupuestos de Sánchez provocarán enseguida una nueva recesión. Todo esto con gran aparato para bloquear o descalificar los intentos de gobernar no vaya a ser que funcionen. En resumidas cuentas, sigue el PP encanallando la vida política. Y no entro en lo del cese de Cospedal, en sus manejos con los fondos reservados para retribuir a Villarejo el trabajo de “cazar” a Javier Arenas o buscar un punto débil con el que levantar para el aire a Rubalcaba. Cospedal, recuerden, no regateó los elogios a Arenas mientras le echaba a su sabueso. Sin duda, la hipocresía y deslealtad de que hizo gala dio que pensar a Casado, que se la quitó de en medio antes de que se le virara guirre.

Hay más cosas pero acabaré, de momento, con la ocurrencia de las Nuevas Generaciones del PP que calificaron de “ratas” a todos los presidentes de Andalucía. Es lo que deben oír en sus casas, que se dice de las indiscreciones infantiles; como la especie de que el Gobierno andaluz gasta más en prostíbulos que en escuelas, lo que da la medida de la catadura de esta gente. Por no hablar de la seguridad con que afirman los peperos y Rivera que Pedro Sánchez está a las órdenes de Quim Torra. La misma imputación que le hicieron a Zapatero al que en 2004 pusieron los peperos pactando con ETA el atentado de los trenes de Atocha.

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