Imaginen que van por un cauce de barranco paseando. Imaginen que a ambos lados se encuentran con sendas fincas plataneras. Imaginen también que alzan la cabeza y, de repente, se encuentran con una pared donde, hace más de 60 años, unos pedreros decidieron grabar su nombre y quedar para siempre como testigos del esplendor agrícola. Pues eso lo encontramos en Hermigua. En la zona de la Castellana, allá donde el mar azul se mezcla con mar de plataneras, encontramos un acceso, un muro empedrado donde decenas de nombres se mantienen a pesar del paso del tiempo. La arquitectura (suele ser una convención) dicen que habla. Aquí nos pone nombres y apellidos a una de las etapas más apasionantes de nuestra historia moderna. Ah, si quieren saber más, léanse el último libro de Ricardo Valeriano. No sólo aprenderán mucho sobre historia local, sino que entenderán además el porqué de estas construcciones. Yo tuve la suerte de ir con él y con Pepe Medina hasta este lugar. Créanme, barranco abajo hay mucha historia latiendo entre paredes de piedra.