“A mis 37 años prefiero una buena carcajada que un buen orgasmo”

Petite Lorena es una actriz cómica de fina inteligencia. Foto: LUZ RODRÍGUEZ.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Se siente actriz cómica, pero cree que Petite Lorena, como la bautizó Ramón Araújo, es humorista. Lorena González Orribo (Maracay, Venezuela, 1978) ha participado en programas y series de Televisión Española y de la Televisión Canaria, ha actuado en escenarios tan dispares como bares, cárceles, teatros, hospitales o psiquiátricos, ha intervenido en el rodaje de ‘La Caja’, de Juan Carlos Falcón, y hasta ha vendido jabones, entre otras muchas cosas. No tiene residencia fija porque, ha asegurado a LA PALMA AHORA, “soy un culo inquieto: he vivido en Madrid, en Gran Canaria, ahora llevo dos años en Tenerife, y en estos momentos estoy en La Palma, cambio de lugar y me adapto en función del trabajo”.

-Comenzó como cómica en 1999 junto a Ramón Araújo cantando con una guitarra ‘Yo nunca tuve un orgasmo’.

-Ja, ja,ja. Ese tema lo compusimos Ramón y yo en la cafetería del hospital cuando Montse, su mujer, ingresó para dar a luz. Los dos estábamos nerviosos, él, seguro, más que yo.

-Y fue Ramón Araújo el que la bautizó como ‘Petite Lorena’, y eso que mide más de 1,80.

- Sí, porque mi primer espectáculo, ‘¡Qué duro es divertirse!’, unipersonal, lo que hoy son los monólogos, era muy cabaretero. Petite Lorena era un personaje que utilizaba el alcohol para subirse a un escenario (yo salía a escena con una botella –llena de infusión- como diciendo que tenía que tomar aquello para poder estar allí arriba). Me gustaba el tema cabaret, una mujer de la noche que bebía, fumaba y que hablaba de lo duro que era divertirse.

-Seguimos con Ramón Araújo. ¿Qué ha significado en su carrera?

-Ramón y Montse (siempre hablamos de Ramón, pero Montse está ahí, y es una creativa maravillosa) han sido todo para mí. Cuando los conocí con 21 años no tenía un duro, me pagaban los carteles de las actuaciones y hasta me compraban la ropa. No tenía dinero y Ramón también me escribía los textos. Ellos son mi creatividad, además de grande amigos. Ramón tiene una lucidez impresionante, es un hombre con el que puedo hablar de tantas cosas… Es muy inteligente, y para reírte de todo tienes que estar vivido. Él, en aquella época, se reía de muchas cosas de las que yo no me atrevía a reírme, pero es que ya las había llorado y padecido.

-¿Se adapta al registro idiomático de sus espectadores?

-Sí. Petite Lorena es un personaje que se adapta al público que tiene delante, por eso siento que hago cabaret; si me encuentro con dos guaguas de la tercera edad, el texto es el mismo pero el espectáculo que hago no tiene nada que ver, porque yo quiero que me entiendan, y si tengo que sustituir ‘masturbación’ por ‘tocar el tiemple’ porque sé que así les va a parecer más pícaro y divertido, pues lo sustituyo. Necesito la cercanía de la gente, saludarla antes de la actuación.

-¿Cómo se define: cómica, humorista, actriz…?

-Me siento una actriz cómica, pero creo que Petite Lorena es humorista, porque es lo que hago de forma más orgánica, más natural.

-Comparte esa etiqueta que le han colgado de ‘cómica costumbrista’ que hace ‘costumbrismo deslenguado’

-Lo mío es costumbrismo mágico, como García Márquez, y universal; el costumbrismo tiene connotaciones negativas, pero yo quiero desacomplejarme, porque cuando Woody Allen tenía su boom, nadie era más localista que él, nos hablaba sólo de Manhattan. En Madrid me decían que contaba las cosas con una atmósfera que parecía Macondo, y yo les decía que no era Macondo, que era La Palma.

-Lo suyo es contar historias, no chistes.

-Sí, contando chistes soy pésima. Los viejitos me preguntan: “¿Tú eres la chica que cuenta chistes?”, y yo les digo que sí, pero la verdad es que no cuento chistes y, si lo hago, me sale fatal.

-¿Con qué ojos mira el mundo?

-Pues digamos que tengo muchas gafas, casi una óptica, pero depende; a veces hay que mirarlo de cerca, a veces por un microscopio, otras hay que tomar las cosas con mucha distancia…En fin, estoy en el momento de saber cómo debo mirar según las circunstancias.

-¿Cuál es el poder de la risa? ¿Es más necesaria que nunca en estos tiempos?

-La risa es sanadora. Estoy sacando el carnet de conducir -ya aprobé la teórica y estoy con la práctica- y le digo a mi monitora que yo, con 37 años, prefiero una buena carcajada que un buen orgasmo, y algunos he tenido. Siempre se dice que a las mujeres nos gusta tener una pareja con sentido del humor. A Ramón Araújo le suelo decir: no sé como follarás tú, pero reírme contigo me río, y con eso ya tienes una batalla ganada. Es que cuando estás en una carcajada desconectas unos segundos, y dura mucho más una carajada que un orgasmo. Pero ahora es más difícil hacer reír a la gente, veo que se acude más a la risa porque también se necesita más. Mi última actuación en Los Cancajos (la próxima será este domingo, 18 de enero, a las 21.00 horas, en La Gitana) me encantó porque en los locales en los que estoy actuando, la gente ya no va a emborracharse, va a ver un espectáculo y a reírse. Qué puede haber más terapéutico que la risa, además de la playa o hacer deporte. Los pobres, como no tenemos para masajitos tailandeses, por lo menos nos podemos permitir la risa.

-¿Qué perfil tiene su público?

-Mayoritariamente femenino y de todas las edades, aunque los adolescentes se me escapan. Pensaba que se debía a que soy mujer y cómica, pero ocurre también en un concierto, y en el tranvía o en el metro las que leen son mujeres, es más raro ver a un hombre con un libro. También tengo que decir que los pocos hombres que asisten a mis espectáculos son unos valientes, los admiro mucho, porque es una gran minoría y saben mantener el tipo entre tantas mujeres acaloradas, divertidas e inteligentes.

-De todos sus espectáculos ¿Con cuál se queda?

-Con el que estoy representando ahora, ‘A lágrima viva o muerta de risa’, si no estamos en una estamos en la otra, o puede ser lo mismo.

-¿Se puede vivir del arte?

-Se puede, aunque tienes que ser muy austera. Yo vivo, pero no te puedes ir de vacaciones o comer todos los días determinadas cosas. De todos modos, eso depende del nivel de ambición de cada uno. Ya se acabó el mundo de los teatros, cabildos, ayuntamientos, actuaciones a lo grande y cachés tremendos. Ahora ganamos no la mitad, sino la mitad de la mitad.

-¿Hay algún tema palmero del que le apetezca carcajearse?

-De los que más me apetece desconojarme de risa son, como te decía al principio, los más que me preocupan, y me preocupa tremendamente el dramatismo palmero, el hacer mundos muy grandes de todo, el tomarnos muy en serio las cosas. Creo que somos demasiado dramáticos y necesitamos un poco más de alegría. El humor puede enfriar y bajar la temperatura a ese dramatismo. También me interesa suavizar el tema del alcohol; beber está bien, pero hay que meterle a la vida un poco más de cultura y diversión, hacer más cosas, no sólo ir a los bares a sentarnos a beber, porque hay mucha bodega en La Palma, tenemos también que comunicarnos, mirarnos más a los ojos.

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