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Espacio de opinión de La Palma Ahora

Adoraban a un Dios levantando las manos al cielo. Las representaciones antropomorfas de Barranco Seco (Puntallana)

Conjunto de grabados rupestres en Barranco Seco (Puntallana)

Miguel A. Martín González

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El descubrimiento de un conjunto rupestre en la isla de La Palma casi deja de ser noticia, a no ser que se trate de un lugar vacío de este tipo de elementos o por sus anómalas características. Aunque esto último también está dejando de ser original al existir en la Isla más de 40 sitios al aire libre con grabados rupestres de tipología macroesquemática antropomorfa y, en algunos casos como este, combinados con canales, cazoletas y cúpulas. Representan casi el 10% del total de manifestaciones rupestres de la isla de La Palma. Un espacio físico de dimensión espiritual, un arquetipo o modelo insular localizado en la ladera del naciente de Barranco Seco (Puntallana).

El hallazgo fue toda una sorpresa. Tres amigos de Gran Canaria (Laura Palenzuela, Yeray Estévez y Epifane García), de visita en la isla de La Palma, nos esperaba para visitar algunos lugares de significativo valor patrimonial. Antes nos alertaron de la existencia de “unas cruces” que encontraron casualmente. Acudimos de inmediato al lugar para apreciar lo que, sin duda, eran vestigios de nuestros ancestros cincelados en la roca. Así que este artículo está dedicado a ellos, por el amor y el aprecio a nuestros valores identitarios. “Teniendo respeto y reverencia por la vida, entramos en una relación espiritual con el mundo” (Albert Schweitzer).

El contexto arqueológico más cercano, sin que hayamos realizado ninguna prospección significativa, nos muestra diferentes cuevas con restos de material básico de hábitats domésticos (lapas, líticos, cerámica...) y sepulcral. En la misma ladera encontramos diferentes fragmentos cerámicos de distintas fases.

Este tipo de manifestaciones rupestres en La Palma no formaban parte del corpus indígena hasta que en 1993 publicamos y asignamos su filiación precolonial a los petroglifos de Lomo Boyero (Breña Alta). Poco a poco, continuamos avanzando en los nuevos hallazgos que publicamos en Iruene nº 8 (2016). Actualmente, son más de 40 los lugares con simbología esquemática humana distribuidos por toda la Isla.

Una doble mirada nos obliga a observar de cerca los iconos tallados en la roca, y de lejos, la dirección que proyectan para, de este modo, descubrir sus cualidades ¿Qué conceptos se sumergen en esas imágenes? Se trata de razones de carácter intemporal construidas en su pensamiento y de naturaleza existencial. Partiendo de esta visión global, es necesario detallar y concretar dónde se localizan espacialmente y lo que observamos desde ese punto para comprender la razón de su asiento. Precisamente, uno de los aspectos que evidencia un lugar como sagrado es su ubicación fijada, sitio que entonces se torna significante y desde donde se puede ordenar el universo en base a un sistema coherente y reglamentado. Tiempo y espacio forman una unidad inseparable, el dominio del tiempo se consolida, así pues, mediante la ocupación del espacio.

En la verticalidad escalonada de la ladera del barranco se distingue un tipo de pared de toba volcánica distribuida en dos gradas. En la parte superior, debido a la abundante vegetación, apenas distinguimos varias cúpulas y tres figuras de carácter antropomorfo.

El gran conjunto se emplaza en el escalón inferior sobre un soporte fijo rocoso. Los grabados se disponen en la cara vertical oriental y estructurada en cuatro bloques, separados por grietas naturales. Siguiendo una disposición de cumbre a costa, pasamos a continuación a realizar una somera descripción del complejo.

1. En la pared vertical del primer segmento de roca se localizan varias cúpulas, dos de ellas de gran tamaño y cuatro antropomorfos (el mayor mide 30 x 25 cm).

2. Lo primero que observamos es la presencia de una figura antropomorfa cruciforme que presenta una disposición Norte, diferente al resto. De la parte superior de la roca arranca un canal que desciende por debajo del grabado rupestre reseñado y continúa por la parte inferior de la pared. Por otro lado, también reparamos en la presencia de una cazoleta con una pequeña canalización que finaliza en la vertical del muro, al lado de una pequeña cúpula.

El conducto inferior se prolonga por toda la base, mostrándonos el mayor conjunto de antropomorfos entrelazados ordenados en cuatro grupos. El primero lo forman tres figuras pequeñas; el segundo es casi un calco al anterior. El tercero contiene unas nueve figuras entrelazadas y abarca toda la superficie del panel, de 1,40 m. Por debajo del canal se encuentra el cuarto elenco con cuatro antropomorfos cruciformes y una pequeña cúpula.

3. El canal inferior sirve de nexo entre las diferentes secciones de la roca, unificando el conjunto. En la parte superior se tallaron varias canalizaciones más pequeñas. Pronto encontramos un grupo de cinco o seis antropomorfos. A continuación, otra asociación de cuatro figuras unidas en dos alturas. En la parte inferior se distribuyen tres antropomorfos unidos al conducto principal. Destaca, por su variada tipología, un antropomorfo dentro de un marco cuadrado.

4. Ahora la pared de toba volcánica gira hacia el SE. En la parte superior encontramos dos cazoletas y dos perforaciones a modo de escalón. De aquí baja una canaleta gruesa que se divide en dos, dejando una “isla” en medio, para volverse a unir al canalón principal común a todo el conjunto. Éste continua su progresión hasta una cúpula de grandes dimensiones, justo donde se vuelven a encontrar otro conjunto de seis figuras humanas esquemáticas unidas. A partir de aquí, la vegetación nos impide ver lo que hay detrás.

En total, el conjunto contiene unos 40 grabados rupestres de carácter antropomorfo en cruz realizados mediante trazos rectos muy simples. La esquematización nos lleva a una extrema simplificación de las formas, a una exagerada sencillez en la expresión material. Los petroglifos reproducen una disposición ejecutadas mediante trazos sencillos y algo rudimentarios. Pierden su contenido descriptivo y tan sólo se representan algunas fisonomías esenciales, aunque suficiente para permitir su identificación como humanos. Sólo se representa un trazo vertical que expresa el tronco, en ocasiones la cabeza y una base o peana y se omiten otros detalles, y el horizontal los dos brazos extendidos a los lados, curvando hacia arriba o hacia abajo. Tampoco se percibe ni se distingue ningún rasgo específico de su sexualidad.

Llama poderosamente la atención su disposición en grupos homogéneos que dejan traslucir rituales o actividades colectivas. Destacan las diferentes secuencias de motivos repetidos asociados en hileras con las mismas características.

“Todo ello revela, en suma, que el motivo antropomorfo, en un nivel de análisis más profundo que el de la forma, es portador de un significado alegórico, presentado a través de unos símbolos que, dada su reiteración en forma convencional, debían ser evidentes y claros en su propio contexto social, emanados de las tradiciones colectivas del mismo”1. En cierto modo, los grabados rupestres antropomorfos tratan de humanizar la naturaleza. Su lógica -su sensibilidad- viene expresada en esas representaciones figuradas.

Las representaciones humanas, a lo largo de la historia, presentan muchas particularidades. Se le han atribuido diferentes significados de carácter mágico, ceremonial, prácticas mágico-religiosas, sacerdotes, seres espirituales, dioses… La religión awara y canaria en general era simple y clara en concepciones celestes, pero compleja por los elementos y la pluralidad del culto solar, lunar y estelar, entre otros, para establecer los tiempos sagrados. Así manifiestan su fuerza cósmica.

Si la comprensión del funcionamiento del cosmos viene ligada, desde tiempos inmemorables, a las creencias religiosas, entonces ¿la posición de los astros juega aquí algún papel? ¿Cómo explicarlo? Todo el conjunto nos conduce hacia el Firmamento. El primer argumento genérico es la costumbre de orientar astronómicamente los espacios sagrados, la segunda evidencia a favor es la posición de los grabados rupestres al aire libre y mirando al frente, al lugar donde se oculta el Sol. En consecuencia, se exteriorizan las circunstancias de lo sagrado: los principios del tiempo. Los soportes de la roca se alinean exactamente con el doble posicionamiento solar de horizonte en los momentos solsticiales de invierno y verano, simbólicamente representando un ciclo, con un inicio y un final, que se repite anualmente y para la eternidad.

Los intermedios solares -los equiluxes- requieren de mucha precisión; es necesario realizar un cómputo de días. En Barranco Seco no existe ningún soporte pétreo que mire hacia esa posibilidad. Sin embargo ¿los awara podrían registrar el día exacto de los equiluxes explorando la posición de determinadas constelaciones o estrellas sobre el horizonte? La respuesta es afirmativa. La figura antropomorfa cuya cara se orienta con la propia ladera nos permite confirmar como la Osa Mayor comenzaba a surgir, en el crepúsculo, durante el equilux de primavera.

Por último, existe otra representación de igual tipología antropomorfa que se ubica sobre un soporte esquinado para que se proyecte en una determinada dirección coincidente con la aparición de la constelación de Casiopea, en la ladera opuesta, al oscurecer del día 2 de febrero. Fecha muy significativa al coincidir exactamente con el orto helíaco de la estrella madre Canopo, crucial en la cosmovisión indígena2.

El humano así representado, de pie y con los brazos extendidos, busca la luz procedente del cielo, muestran sumisión hacia el gran Dios celeste. “Adoraban a un Dios, levantando las manos al cielo. Hacíanles sacrificios en las montañas derramando leche de cabras con vasos, que llamaban gánigos…”3.

En definitiva, estas manifestaciones nos sugieren retazos de una mentalidad que debió de ser aún mucho más compleja de lo que acabamos de exponer. Las representaciones simbólicas de carácter antropomorfo de Barranco Seco presentan el mismo patrón de orientaciones, todos se disponen apuntando o señalando los mismos lugares, allí donde se oculta el Sol durante los solsticios de invierno y verano; esto es, proyectar hacia el mismo horizonte un acontecimiento cosmológico. Dan visibilidad eterna a una representación visible de consumación de una idea de creación, resurgimiento y regreso al comienzo de los tiempos sagrados. Esto nos viene a demostrar que los awara imploraban y reverenciaban al Sol levantando los brazos al cielo, que el símbolo y el ritual forman parte del mismo cuerpo como un gesto universal reiterado cíclicamente como uno de los modelos de tradición e identidad. Quizá nos estén mostrando algo: ocultan su rostro pero desnudan su alma.

Miguel A. Martín González (Historiador, profesor, fundador y director de la revista Iruene)Iruene

NOTAS

1 Mª Soledad Corchan (1987) en “Iconografía de las representaciones antropomorfas paleolíticas: a propósito de la ”Venus“ magdaleniense de Las Caldas (Asturias)”.

2 Con respecto a este tema se puede consultar la revista Iruene, nº 2 (2010) y nº 9 (2017).

3 Abreu Galindo, J. (1977): Historia de la Conquista de las Siete Islas de Canaria, Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife.

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