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Código de la Niñez y Adolescencia

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La actualidad en Bolivia se desangra, impensable, tétrica e inhumana, en una posibilidad turbia e ineficaz.

El gobierno inmerso en el proyecto del Código de la Niñez y Adolescencia, con la intención lógica y coherente de procurar que cientos de miles de niños, entre cinco y catorce años, no trabajen ni sean explotados, ni divisen y se asienten en las calles para ejercer y sostener labores crueles y mal pagadas, y en ese ejercicio, locuaz y laudable, de fomentar la educación con aulas llenas de niños sentados ante la probabilidad del conocimiento, quedará con toda seguridad, como ya ha sido resuelto y manifestado, la ley aplazada. No será un problema burocrático, económico, de letargo y trascendencia política, y es que son los propios niños, quienes se han revelado, han gritado, han desafiado, han protestado, y se han manifestado, disconformes y necesitados en las calles, bajo los gases lacrimógenos disparados por los policías.

La sociedad, demacrada e insolente, con sus tentáculos alargados, la pobreza y el hambre, ha requerido de la presencia y esfuerzo de los niños, y de su ausencia en las aulas, y de los desiertos de la educación y el conocimiento, y venden chicles, y caramelos, y cigarrillos, y ejercen otros tantos y tantos trabajos, y labores e inhumanidades callejeras, a veces solos, en ocasiones al lado de sus madres o hermanos más pequeños, y no pueden dejarlo, y en esa manera lo han proclamado en el comedor del Palacio Quemado en una audiencia con Evo Morales, y es que la prohibición de trabajar a menores de catorce años, solo les acarreará más hambre, más pobreza y más muertes, a quienes por uno u otro motivo, la vida los ha arrastrado hasta ahí.

No queda todo conformado con leyes y proyectos y ordenaciones y buena fe y voluntad, la estructura debe ser más compleja. Todo debe nacer desde más abajo, se debe colocar la primera e inaugural piedra antes que el portón y las ventanas. No se tiene solo que proyectar y procrear una ley, mientras se obvia y desahucia el aspecto y la estructura social, y es que, de nada sirve lavar y eliminar el barro y la suciedad del rostro desmadejado y hambriento, cuando es el estómago lo que duele.

En una sociedad donde más de 800.000 niños, entre cinco y catorce años, representan con sus nimias, pésimas y pobres ganancias, el fruto y la esperanza de los estómagos enclenques y malheridos de varios miembros de su familia, no supone realidad ni evolución alguna, elucubrar una ley o proyecto, llevarlo a cabo férreamente, sin contener una base ética, lucida y elocuente, en relación a la crudeza, desasosiego y miseria de la calle, aunque al proyecto se le haya denominado Código de la Niñez y Adolescencia, y se pretenda erigir y encauzar el derecho de los niños a acudir a las aulas de los colegios, y la posibilidad que accedan a la educación, y en símil manera, a los servicios de salud.

El conocimiento y la educación hace más fuerte al ser humano, y amplía sus posibilidades, sin embargo, el hambre y la pobreza y la necesidad, no entienden de matemáticas más allá de las sumas o restas correspondientes, socarronas o atrevidas, de quedarse o trampear alguna moneda más para llevarse al bolsillo, procurar en mayor medida varios granos o migajas con las que alimentarse o alimentar los estómagos de sus familiares.

www.andresexposito.es

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