Caminaremos sobre la lava

24 de diciembre de 2025 16:50 h

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Ya lo hicimos en 1949. Nuestros abuelos, a las pocas semanas de terminar la erupción, hicieron senderos con piedras y tierra por los que atravesaban la colada. Contaba mi abuelo que no se podía pasar descalzo y que las sandalias a veces llegaban recalentadas. Se cruzaba desde la casa de Dorotea hasta el Cantillo y después se seguía el camino que cada cual llevaba.

No es mentira esto que digo; es lo que pasó en 1949.

Hoy, más de 75 años después, hemos tardado más tiempo en poder soñar con volver a cruzar ese manto negro de lava que surgió de Cabezavaca en 2021.

Pero este martes, por fin, más de cuatro años después de que el mundo se nos viniera abajo, el viento frío de la navidad nos trajo la noticia de que las obras de la LP-2 comenzarán el próximo lunes. No cayó lotería en La Palma. ¿O sí?

El Gobierno de Canarias anunció la aprobación del proyecto para la LP-2, el tramo San Simón–Tajuya. Han sido solo palabras en un papel, y será “solo” un proyecto complementario.

¿Solo?

En Las Manchas, en Fuencaliente y en todo el sur de la colada entendemos ese “solo” como un todo, como el principio del fin.

El principio del fin de este dolor de cabeza interminable de más de cuatro años. El principio del fin de tantas vueltas y más vueltas. La primera apuesta firme para recuperar algo tan básico y esencial como la conexión. La conexión justa con el resto de nuestra isla.

Este anuncio no ha caído del cielo. Lleva el nombre, el empeño y los golpes recibidos por mucha gente. Por eso hoy, es justo y necesario dar las gracias especialmente a Sergio Rodríguez, presidente del Cabildo, por un trabajo incansable y a veces poco valorado que solo algunos conocen en profundidad.

Sabemos con absoluta certeza que ha sido él quien ha empujado este proyecto contra viento y marea. Porque palos en las ruedas, haberlos, los ha habido. Y a pesar de ellos hoy tenemos, por fin, un horizonte: 14 meses.

Hay que seguir. Hay que avanzar. Con la esperanza renovada que ayer nos llegó. Con la ilusión de ver pronto las máquinas en nuestro amado barrio. Y con el esfuerzo colectivo que nos ha empujado hasta aquí.

Pero no caigamos en el error de que la alegría del momento nos apague la memoria.

Detrás de este “por fin” hay cuatro años “muy jodidos”.

Cuatro años de una herida abierta llamada desconexión. Cuatro años de sentirnos, en demasiadas ocasiones, olvidados y abandonados como si fuéramos el último rincón del mapa de esta isla mientras la vida seguía como si nada hubiera pasado en otros lugares.

Esta carretera no es ningún regalo; es una restitución tardía y necesaria de un derecho absolutamente fundamental.

Y no nos confundamos: en este barrio, y en el resto de pueblos de la isla, aún queda mucho por hacer.

Queda devolver la vida a las calles, recuperar los negocios, sostener a quienes se aferraron a sus terrenos. Queda, sobre todo, recuperar nuestra identidad. Recuperar nuestras ganas de seguir siendo palmeros.

Por eso, ahora que vemos que una promesa tan grande empieza a tomar forma, no podemos sino recordar otra, más pequeña en palabras pero inmensa en símbolo: devuélvannos el nombre de San Nicolás. Porque también nos lo prometieron y es otra gran deuda pendiente con el patrimonio insular palmero.

No pensaríamos que al sur de la colada la lotería llegaría el día 23, un día más tarde, pero con el mejor de los premios para nuestra vida diaria. Gracias a todos los que lo han hecho posible.

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