Vox rentabiliza su salida de los gobiernos autonómicos con el PP pese a las polémicas internas
La salida de Vox en verano de 2024 de los cinco gobiernos autonómicos en los que formaba coalición con el PP despertó la incógnita de si la extrema derecha sabría beneficiarse de recuperar un papel más cómodo de oposición o si se vería perjudicada con la pérdida de poder y foco. Un año y medio después, ya tiene su respuesta: ha conseguido duplicar sus escaños en Extremadura, mantener la dependencia del PP y atisba un arranque de 2026 en el que puede ser clave en las negociaciones tras las elecciones autonómicas en Aragón y Castilla y León.
El partido despide el año en un momento dulce y resiste a las acusaciones contra su rama juvenil 'Revuelta' y su convulsa vida interna, con un goteo de salidas y defenestraciones de los que un día fueron sus caras más reconocibles. Ha conseguido centrar la atención sobre sus exigencias para facilitar la investidura de María Guardiola, que convocó elecciones para ganar solo un escaño más y quedarse a cuatro de la mayoría absoluta. La extrema derecha sumó seis diputados y 40.000 votos más que en 2023, lo que le permitió presentarse como el verdadero “ganador” del domingo. Lo escenificó incluso con una batalla contra el PP por ser el último en comparecer la noche electoral, como suele hacer la fuerza más votada. El vencedor de ese pulso simbólico fue Santiago Abascal, que esperó a hablar pasada la medianoche, después de María Guardiola y de su propio candidato en la región, Óscar Fernández.
Desde ese día, los dirigentes de Vox se han dedicado a aparecer en televisiones y radios para colocar su agenda: revertir las políticas ecológicas y lo que la extrema derecha llama “políticas de género”, combatir la “inmigración masiva” y bajar los impuestos. Aunque Abascal no se ha cerrado a ninguna posibilidad, incluida la de volver a entrar en ejecutivos autonómicos, nada parece indicar que vaya a abandonar una estrategia que le ha dado tantos réditos. “Ya han estado en el Gobierno y la verdad es que no aguantaron ni un año. Si su deseo es estar en el Gobierno tendrá que haber un compromiso de seriedad”, respondió el martes Guardiola en una entrevista en Cope, en la que lanzó también un dardo sobre el funcionamiento centralizado del partido: “No sé si tendré que hablar con el candidato extremeño o con el señor Abascal”. De momento lo ha hecho con Óscar Fernández y ha sido para trabajar sobre el documento de 206 exigencias que ya rechazó en octubre.
Las pruebas de que no necesitan estar dentro de los ejecutivos para imponer al PP su recetario ultra han sido muchas a lo largo de este año y medio. Este verano lograron que su antiguo socio de gobierno en Murcia se plegase a todas sus peticiones para sacar adelante los presupuestos, entre ellas el cierre de un centro de acogida de menores y una reforma de la Ley del Mar Menor. Hace solo unas semanas arrancaban concesiones en la Comunitat Valenciana —de donde también salieron en 2024— para permitir la presidencia de Pérez Llorca. Y solo dos días después de las elecciones extremeñas llegaron a un acuerdo con el PP en Sevilla —en este caso Vox no ha estado nunca en el ejecutivo— para aprobar sus presupuestos a cambio de recortes en partidas destinadas al Servicio de la Mujer o “reforzar” el control de las personas migrantes que se quieran empadronar.
La víspera de la Nochebuena, entre noticias de negociaciones, anuncios del Gobierno y compras navideñas, también fue la fecha elegida para anunciar discretamente la expulsión de su Ejecutiva de Javier Ortega Smith. De la icónica fotografía de la primera plana de Vox junto al PP y Ciudadanos en la concentración en Colón en 2019 ya solo queda Abascal.
El distanciamiento de Javier Ortega Smith, Rocío Monasterio, Iván Espinosa de los Monteros y otros destacados miembros del primer núcleo duro del partido ha sido paulatino mientras ganaba poder el sector más ultraconservador encabezado por el eurodiputado Jorge Buxadé. Espinosa de los Monteros renunció a su escaño después de los malos resultados de las generales de 2023, en las que perdieron 19 diputados, y ahora impulsa un nuevo proyecto. Monasterio se fue en 2024 entre críticas a la deriva del partido. Ortega Smith siguió, pero perdiendo cada vez más peso interno.
Los defenestrados coinciden en que Abascal se ha aislado y en hablar de falta de democracia interna. Ortega Smith respondió a su cese compartiendo un vídeo antiguo del líder de Vox en el que aseguraba que en España los partidos son “instituciones muy poco democráticas” porque “todos deben al líder su sueldo” y así “es muy difícil que la gente sea libre”. Acompañó ese clip de un escueto mensaje: “Hoy, igual que entonces, sigo creyendo en lo mismo”.
Esperan salir reforzados de las autonómicas de 2026
Al menos de momento, ni su polémica vida interna ni las acusaciones de exdirigentes de Revuelta de desviar fondos recaudados para la dana han pasado factura a Vox. Las próximas citas electorales marcadas en el calendario, Aragón y Castilla y León, acabarán de demostrar su estado de forma en los territorios donde abandonó el poder autonómico. Los sondeos pronostican un déjà vu de Extremadura: el PP como primera fuerza, un desplome del PSOE y una gran subida para la ultraderecha, que se reservará un papel clave. Y, de hecho, los de Feijóo ya asumen que están lejos de las mayorías de absolutas y se resignan simplemente a liderar el bloque de la derecha.
Los plazos acompañan a la fuerza de Abascal, que controla los tiempos de la negociación en Extremadura y podría dilatarla hasta las elecciones de Aragón del 8 de febrero. El 20 de enero es la fecha límite para la constitución de la nueva Asamblea de Extremadura, con la elección de su presidencia y de los miembros de la Mesa, por lo que ahí tendrá que haber contactos entre ambos partidos. Pero todavía quedará un mes más de plazo para el primer intento de investidura de Guardiola, que tiene que ser como máximo el 19 de febrero. Semanas después volverán a las urnas con las autonómicas de Castilla y León que se celebrarán, a más tardar, el 15 de marzo. Es previsible que tras esa cita Mañueco también tenga que llegar a acuerdos. Y dos meses después, en junio, será el turno de Andalucía.
En este momento el PP tiene 28 escaños en Aragón, seis por debajo de los 34 de la mayoría absoluta, mientras el PSOE tiene 23 y Vox, siete. Un sondeo para Heraldo de Aragón pronostica que los populares subirían solo uno o dos parlamentarios, pero Vox lograría incorporar cuatro o cinco asientos más. El peor parado, según las encuestas, será el PSOE encabezado por la exministra Pilar Alegría, que se quedaría en una horquilla de entre 17 y 19 parlamentarios. Jorge Azcón ha descartado ya que Vox quiera entrar de nuevo en los gobiernos autonómicos porque, asegura, Vox “se siente cómodo” en la oposición pidiendo medidas “que luego son prácticamente imposibles de cumplir”: “Si quisiera entrar no se hubiera ido”, dijo el pasado lunes.
Castilla y León constituyó el primer laboratorio de la convivencia de la extrema derecha en una coalición. Mañueco tuvo que sentar en su ejecutivo a Juan García-Gallardo como vicepresidente precisamente por un error de cálculo: convocó elecciones para liberarse de Ciudadanos y acabó dando un poder inédito a la extrema derecha. Una encuesta de La Nueva Crónica prevé que el PP pase de 31 a 29 procuradores, el PSOE descienda a 25 —de 28— y Vox pase de 13 a 19. La mayoría absoluta de 41 procuradores sería inalcanzable para Mañueco salvo que se siente a dialogar.
Más lejos quedan las elecciones en Andalucía, previstas para verano, en las que Juan Manuel Moreno Bonilla tendrá que defender su mayoría absoluta. El llamado CIS andaluz le da una horquilla entre 53 y 55 escaños, donde se sitúa la mayoría absoluta, frente a los 58 que tiene ahora. El PSOE de María Jesús Montero tocaría fondo con entre 25 y 28 diputados frente a los 30 actuales. Y la extrema derecha, si los pronósticos se cumplen, cantaría bingo con otra subida con la que pisaría los talones a los socialistas con entre 19 y 22 escaños.
Entre la España política de verano de 2024 y la de invierno de 2025 hay cinco ejecutivos menos con Vox, pero un PP cada vez más mimetizado con los ultras y un discurso que ha permeado. Si en junio del año pasado la inmigración era el noveno problema para los españoles, según el CIS, en diciembre de 2025 es el cuarto. Ha llegado a ser el primero, superando a los problemas económicos. Lejos queda la época en la que estaba muy por encima la preocupación por las desigualdades de género y las diferencias de clase.
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