Espacio de opinión de La Palma Ahora
El comandante Fidel no dejó que las ideas maduraran
La mano que ayuda también es la mano que golpea, pero la mano no lo sabe.
Uno de los grandes desasosiegos de las grandes ideas, de los buenos proyectos, es que bajo el autoritarismo no pueden crecer, no pueden madurar, queda interrumpido el proceso, ese proceso que lleva al fin último, que como ocurre con la uva, la fruta se convierte en vino, en el placer de los dioses. Y eso, en un corto prefacio se puede decir del comandante Fidel. Arrancó a Cuba de una de sus peores aberraciones y sangrantes dictaduras, la de Fulgencio Batista, quien en la década de 1950 a través de torturas y ejecuciones y toda clase de violencia, asesinó a más de 20.000 personas, además de haber enterrado a Cuba en la miseria, el esclavismo y toda ausencia de derechos, y todo ello bajo el soporte de EEUU y la mafia.
Las ideas necesitan ser libres para crecer y ramificar posibilidades, para dar un paso atrás si es necesario, y luego, nuevamente proseguir su madurez. La revolución que condujo al Che Guevara y al comandante Fidel, junto a miles de campesinos, fue la revolución de las ideas, la sensación de que otra posibilidad era posible, que la sociedad y la forma de vida no debía pender siempre del mismo hilo capitalista, que había una naturalidad propia donde el sistema estuviera al servicio del ser humano y no el ser humano al servicio del sistema. El error fue, como casi siempre, hacer de la ideología un credo, un nuevo Dios al que adorar, una nueva Biblia que rezar un día y otro con las mismas palabras. Las primeras palabras, las primeras ideas debían ser el origen, y en símil forma que el tiempo y la vida están en un continuo movimiento, las mismas debían de haber proseguido moviéndose en relación a la libertad y al ser humano, pero quedaron estancadas en un pozo que se volvió tóxico y ennegreció en el paso del tiempo.
Andrés Expósito, escritor
andresexposito.es