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La felicidad danesa

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Cuando terminé el grado de Psicología en la Universidad de La Laguna, conseguí una beca para irme a Dinamarca y realizar allí mis prácticas. Estando en un país completamente nuevo, pronto descubrí algunas cosas interesantes sobre el mismo, como que ha sido catalogado varios años consecutivos como “el país más feliz del mundo” por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En mis idas y venidas por las calles de Copenhague, acabó entre mis manos uno de los libros más vendidos en el país, dedicado, como no podía ser de otra manera, a la felicidad. Su título era Lykke (felicidad en danés) y estaba escrito por el director del Happiness Research Institute (Instituto de investigación sobre la felicidad), ubicado en la misma capital danesa. Me pareció buena idea ponerme en contacto con ellos para pasarme por allí y ver cómo investigaban un concepto tan abstracto como el de la felicidad.

Respondieron rápidamente a mi correo y me citaron allí un par de días después. Me recibió uno de los investigadores y muy amablemente me explicó lo que hacían. Sin querer explayarme, me contó que estudiaban la felicidad desde un punto de vista científico, acotándolo en tres dimensiones, la cognitiva (referida a los pensamientos), la afectiva (con relación a las emociones) y la eudaimónica (basada en la visión aristotélica de una vida con significado). Pero, lo que de verdad llamó mi atención, no fue la forma de estudiar este concepto tan impreciso a priori, sino quién se encargaba de estudiarlo. Cuando me habló sobre el equipo, mi sorpresa fue que, estando compuesto por unas 12 personas en aquel momento, no había ni un solo psicólogo entre ellos, aunque en teoría estaban en proceso de incorporar a una. El 80% del equipo eran economistas, había politólogos y un antropólogo.

Al final de la conversación, y conociendo la composición del equipo y su formación, consideré que, de alguna manera, estaban conceptualizando la felicidad como “la paz” y tranquilidad que brinda la estabilidad económica. Y claro, analizando la situación desde esta óptica, es normal que uno de los países con mayor nivel de vida, con una economía más que estable, encabece año tras año el ranking de los países más felices. Y aunque conceptualizar la felicidad de este modo es perfectamente válido, no es la única manera de hacerlo, ya que la felicidad es un “término paraguas”, que no solo difiere entre culturas sino de una persona a otra, como ya he mencionado en un artículo anterior.

Por eso, en lugar de ocuparnos de este concepto que a mi modo de ver es tan vago y subjetivo, me gustaría redirigir el artículo hacia un término más acotado y estudiado por la psicología, como es el de bienestar emocional. Se conocen muchas de las variables que correlacionan con este concepto y entre ellos están la estabilidad laboral/económica o la seguridad, de las que hablo en el párrafo anterior y de las que tanto se preocupan los daneses de cuidar. Lo que ocurre es que estas dos variables no siempre dependen completamente de nosotros, sino que dependen en gran medida del contexto y el momento. Y en el contexto actual, en medio de una crisis sanitaria, económica y social, algunos de estos factores que ya dependían poco de nosotros, ahora se nos escabullen como el agua de las manos, haciendo que nos sintamos con miedo a lo que vendrá, o enfadados con el mundo ante esta pérdida.

Pero existe otro factor que correlaciona fuertemente con el bienestar emocional, y del que sí disponemos mayor voluntad: el apoyo social. Desde que nacemos, buscamos relacionarnos y sentirnos comprendidos con los demás, y es que somos “animales sociales”. Y como dice el refrán “más vale calidad que cantidad”, precisamente la calidad del apoyo social de las personas no se mide en el número de relaciones, sino lo cercanas y fuertes que las percibimos. Por eso, mi recomendación personal para estas navidades es que, aunque nuestros recursos no son los de antes, contribuyamos al bienestar tanto propio como el de nuestros allegados brindando ese apoyo. Si bien las medidas sanitarias recomiendan que nos veamos lo menos posible, por suerte contamos con tecnología que nos permite conectarnos desde la distancia. Aislarnos es contribuir a la merma de ese bienestar emocional que ya nos viene dado por estas circunstancias adversas tan excepcionales. Aprovechemos para estrechar lazos afectivos, porque también es salud. Si te sientes mal, compártelo, de la misma manera que puedes escuchar al otro cuando está en la misma situación. Si sabes de alguien que pueda estar sintiéndose solo, escríbele o llámale. Estas navidades, cuida y cuídate.

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