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Habemus Papam

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No soy amigo de contar a mis lectores experiencias personales. Sin embargo, hoy les traslado la sensación de sorpresa que viví al oír el nombre del nuevo Papa. Recordaba que Jorge Mario Bergoglio había “sonado” como candidato hace ocho años, cuando la elección del cardenal Joseph Ratzinger, que se convertiría en Benedicto XVI. Se comenta que cuando un cardenal es candidato a vestirse de blanco y pierde, ya no se le presenta una segunda oportunidad. Rotas las estadísticas vaticanas, la sorpresa dejó paso al desconcierto: un papa jesuita, el primero en toda la historia. Y pensé para mí “es la mejor manera de que la Iglesia anuncie sus deseos de cambio, sus retos reformadores de globalización y transparencia”. Y luego, el nombre de Francisco? En ese momento pasé de estar fascinado a sentirme conmovido, porque Jorge Mario Bergoglio nació en Argentina pero con antepasados italianos de la zona de Piamonte, patria de Francisco de Asís, el santo ejemplar que vivió en la más estricta pobreza. El hasta ahora arzobispo de Buenos Aires, capaz de hilvanar un discurso, teniendo como púlpito la propia calle, para denunciar que “en su país no se ha abolido la esclavitud, que no hay más que salir a la calle para ver cómo los niños trabajaban de sol a sol por cuatro pesos”, se había convertido, de pronto, en el “padre” de todos los cristianos y hasta de los “no cristianos”, porque la labor evangelizadora de “los jesuitas” no tiene fronteras. Esta congregación está comprometida con la libertad, los derechos humanos y con el pensamiento, tal vez por ello, se halle a la vanguardia intelectual de la Iglesia desde bastante antes del Concilio Vaticano II, cuyos objetivos eclesiales no se han cumplido, aunque sigan estando de actualidad y, al menos sobre el papel, todavía son de largo recorrido. ¿Los retomará el Papa Francisco? Al menos, en la primera impresión, ha hecho honor a la máxima jesuita “Suaviter in modo, ortiter in re”, “suave en las formas, firme en el fondo”. Y reconozco que me he sentido atrapado por su sencillez.

Es verdad que cuando se elige un nuevo Papa, intentamos recordar las profecías escritas, especialmente por Nostradamus y San Malaquías. Buscamos coincidencias e intentamos hacer encajar metáforas y símbolos de difícil interpretación con los datos biográficos de determinados cardenales. Eran muchos los que esperaban un Papa Negro y no pocos señalaron para el ghanés Peter Turkson que, con el italiano Ángelo Scola y el brasileño Pedro Odilo Scherer, formaba parte de la llamada “lista de papables”. Lo curioso es que a Francisco, lo podemos considerar como un papa negro, no por el color de la piel, sino por pertenecer a la Compañía de Jesús, cuyo máximo representante es conocido como 'papa negro'. Existen unas profecías atribuidas a Ángelo Roncalli, muchos años antes de convertirse en Juan XXIII, que reflejan, por ejemplo, al ahora Papa Emérito, Benedicto XVI: “Bendito, bendito, bendito seas (sin duda una alusión clara al nombre) serán los jóvenes quienes te aclamarán como Padre de una Madre sonriente. Te tendrán las manos en alto”. (¿Acaso no le hemos visto en encuentros con los jóvenes de todo el mundo en su corto reinado?) “La Virgen María al lado. La Virgen María sacrificada. En sus palabras hallarás la senda. Bendito, Bendito, Bendito seas”. (La invocación a la Virgen ha sido norma en sus intervenciones públicas). “Serás el padre de todos, pero para tí será difícil caminar por Roma, porque es tiempo de disipar las nieblas y limpiar los sepulcros”. (Se comenta que el dossier, causa de su dimisión, habla de sexo, dinero y poder, a los que la Iglesia debe enfrentarse). Llegó el momento, como añade la profecía, de “Dar un nombre sagrado a las cosas sagradas y un nombre profano a las profanas”. Curiosamente, en el mismo texto que interpretamos dedicado a Benedicto, aparece el nuevo Papa entre metáforas y simbolismos, llega a Roma sin morir el anterior pontífice: “Recibirás en tu casa a un santo descalzo, que hará esperar a los poderosos y al que rezarán sin armas en la mano”. Y en clara referencia al Papa Francisco, señala: “El santo descalzo bajará entonces de la montaña y ante la tumba del descalzo bendecido, hará que se estremezca el reino. Escuchad sus palabras”. Creo que anuncia de forma meridiana su próxima visita a Piamonte y a la tumba de San Francisco de Asís. Otra cita de fácil interpretación, los últimos tiempos hemos oído decir que en la Iglesia existen dos sectores enfrentados. Resulta paradójico que la profecía siga de esta manera “Santa María, hija y madre de Dios, señora del futuro, llama a tus hijos que están por los campos para que se unan a fin de destruir las dos Babilonias. Y sea una la Madre (así nombra a la Iglesia), como única eres tú”. El cambio ha de llegar y lo anuncia la propio nombre del Papa, Francisco, como el Santo de Asís, será alabado por “su sencillez y dedicación a los pobres”. La profecía atribuida a Juan XXIII y que parece dedicada a este pontífice, termina “?la tierra destruirá el cemento, y tu nueva Iglesia será de tierra. Y en su nuevo altar de tierra florecerá el trigo para el hambre de tus pueblos. Amén”.

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