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Las Pymes y sus matices

Dailos González Díaz

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Quisiera recuperar un viejo artículo escrito en noviembre de 2014, hace ya cuatro años, incorporando nuevos datos actualizados. Considero pertinente introducir este debate, puesto que en los discursos políticos de muy diverso signo es frecuente escuchar hablar constantemente de las pequeñas y medianas empresas. Pero ¿Es lo mismo una pequeña empresa que una mediana empresa? ¿De qué hablamos exactamente? Y lo más importante ¿representan acaso a la mayoría de la población?

Existe una extraña tendencia del trabajador autónomo o de las personas que llevan un pequeño negocio a identificarse a sí mismas como empresarios con los mismos intereses que un gran empresario e incluso los que pudiera tener Amancio Ortega o cualquier empresa del IBEX 35 o las representadas por la CEOE. Tanto más es preocupante cuando algunos llegan a culpar de sus problemas no a determinadas cargas impositivas, alquileres, etc. sino a unos supuestos privilegios de trabajadores y trabajadoras. Así vemos cómo, precisamente cuando más derechos laborales ha perdido la clase trabajadora y peor es su situación, una gente que no es dueña de ninguna multinacional, y cuya situación económica no es tampoco para tirar voladores, defendería eliminar salarios mínimos, seguridad social, indemnización por despidos y pagar unos sueldos de miseria. Unos pequeños empresarios que, en muchos casos, han sido también trabajadores asalariados en algún momento, pero cuyo sistema de valores suele ser contrario a la defensa de los derechos de la mayoría social.

El sistema ha sabido jugar muy bien su baza, no debería escapársenos que los intereses de quien tiene un pequeño comercio no son ni serán los mismos que quienes tienen una cadena de supermercados o centros comerciales. A todo esto está la tramposa categoría de Pequeña y Mediana Empresa, también conocida por las siglas PYMEs. Digo tramposa porque una empresa con 149 personas empleadas es considerada una mediana empresa ¿acaso es igual la situación de dicha empresa con la de un bar o tienda con tres o cuatro personas trabajando, incluida la dueña de dicho negocio? Y quien hace la ley, hace la trampa, así muchas grandes empresas subdividen su negocio en varias pymes para evitar, entre otras cosas, que los trabajadores y trabajadores puedan agruparse en sindicatos y defender mejoras laborales. De hecho, los criterios para clasificar a una empresa como pequeña, mediana y grande varían en cada país, teniendo en cuenta en algunos casos el número de personas empleadas y en otros las ganancias o ingresos.

De todos modos, siempre se ha dicho que la mayoría de las empresas en el Estado español son PYMEs, concretamente un 99,88%. La inmensa mayoría, como puede observarse, pero pocas veces suele hablarse de que, en realidad, la mayoría entraría dentro de una categoría aún menor que es la de microempresa, es decir, aquellas que cuentan entre 0 y 9 personas empleadas, que suponen un 95,5% del total de empresas. A esto hay que añadir trabajadores y trabajadoras autónomos que trabajan por sí mismos su negocio sin ningún personal contratado que, estando registrados como empresarios, sus condiciones laborales no se diferencian sustancialmente a las de cualquier trabajador asalariado. Debería entonces hablarse en términos apropiados para comprender la verdadera realidad del asunto.

Si nos vamos a los datos específicos de La Palma, podemos observar cómo en el tercer trimestre de 2018, de 2.485 empresas solamente 5 entrarían dentro de la categoría de grandes empresas al contar con más de 250 personas empleadas, esto es el 0,20% del total. Pero es que si nos vamos a las medianas empresas, la cifra es de 20 empresas, e 0,80% del total. Esta situación era aún más acusada hace cinco años, cuando de acuerdo a los datos ministeriales, en toda la isla de La Palma tan sólo había una gran empresa de un total de 2.297, es decir, un 0,04% del total (según el Instituto Canario de Estadística (ISTAC) a partir de datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social).

Como ya he comentado en alguna ocasión, el movimiento Occupy Wall Street no se encontraba nada alejado de la realidad cuando aseguraba “somos el 99%”. Hubo quienes en su día calificaron dicho discurso del 99% de “interclasista”, pero si diferenciásemos la pequeña burguesía de la burguesía sensu stricto, y aun incluyendo las medianas empresas dentro de la burguesía (y no de la pequeña burguesía), nos encontraríamos que esta supondría poco más de un 1% de la población.

También se observa, desgraciadamente, y los sucesivos barómetros del CIS así lo atestiguan, una tendencia hacia el conservadurismo o, incluso, el ultraconservadurismo, entre las personas dueñas de una PYME o una microempresa, es decir, la pequeña burguesía, aquella clasificada por el CIS bajo la categoría de “viejas clases medias”. No hablo únicamente en el sentido de opciones electorales, sino también en posicionamientos antes cuestiones concretas en el terreno político, económico, cultural y moral. Por poner un ejemplo, es en este sector donde encontramos, por lo general, posturas de mayor cerrazón, rozando en ocasiones el racismo, hacia la inmigración. De hecho, históricamente, y ese es el gran temor, la pequeña burguesía fue uno de los grandes sostenedores de los movimientos fascistas, al llegar más fácilmente este discurso a este sector. Por alguna razón, unas personas cuyas condiciones de vida e intereses se acercarían más a los de cualquier trabajador o trabajadora que a los de un gran empresario se identifican más con estos últimos. Y, antes de nadie se lleve las manos a la cabeza, aclaro que estoy hablando de tendencias, no que la totalidad del pequeño empresariado sea así.

La cuestión explicaría, en parte, esa tendencia al conservadurismo que puede observarse en la Isla de La Palma, con un predominio de la pequeña propiedad tanto en negocios como agrícola, y un miedo al cambio. Y es que el capitalismo de la pequeña empresa está asociado no tanto al capitalismo expansivo, sino a la estabilidad.

Finalmente, una reflexión. Si hay menos de 4 millones de empresas activas en el Estado español (de las cuales, ya dijimos, la inmensa mayoría son microempresas,), viviendo 40 millones de personas de las cuales, la mayoría, son trabajadores y trabajadoras asalariados ¿por qué el discurso político, incluido el de la izquierda, se centra más en el empresariado que en los trabajadores asalariados? ¿por qué la mayoría de la población ha quedado desplazada del discurso político, abandonada a su suerte? Claro, cualquiera que hable de trabajadores y trabajadoras podrá ser acusado de tener un discurso heteróclito y desfasado, en unos tiempos en los que lo más frecuente es hablar de emprendimiento, con números cursos donde se difunde la nueva religión, unida al coaching como nueva forma de conformismo, o no tan curiosos tiempos.

Por lo pronto, a la hora de hablar de PYMEs, podríamos empezar eliminando esa M de medianas y hablar tan sólo de las pequeñas empresas y las microempresas, puesto que la diferencia entre una empresa con menos de diez personas empleadas y una empresa que tiene entre 50 y 249 personas empleadas es realmente abismal. Y, a partir de ahí, desarrollar también un discurso y un programa destinado a los trabajadores y trabajadoras que trabajan para un pequeño empresario puesto que, con todo, no hace falta ser un experto en estadística para darse cuenta de que numéricamente son muchas más personas que ese pequeño empresariado.

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