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Takbar Haddi y la inviolabilidad

Andrés Expósito

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Toda estrategia económica y comercial ha estado siempre y en todo momento por encima de todo ser humano, eso ha sido demostrado con absolutas y fehacientes pruebas a lo largo de la historia de nuestra especie. Múltiples han sido los acuerdos perseguidos y alcanzados o desechados en todas esas estrategias, mientras se ha degollado la vida humana, la cual queda minimizada a la nada, al escalón pisoteado, necesario para refrendar palmaditas en la espalda y manos estrechadas de jerarcas y presidentes y ministros de corte internacional. Y eso pasa con Takbar Haddi, la vida de su hijo o la suya propia, acuciada por la huelga de hambre, son un mal menor, pececitos inocuos e insignificantes, atrapados en las redes de la gran colaboración que proyectan España y Marruecos, y aunque en la Declaración Conjunta, firmada entre ambos, se ha tratado la cooperación en temas judiciales, fomento del turismo, gestión de recursos hídricos, atención a la mujer, la infancia y la tercera edad, en realidad, el concepto principal, la estructura glotona y real, son el fomento de las relaciones comerciales y la inversión. Todo lo anterior solo son garabatos necesarios para rellenar papeles y horas, y para refrendar públicamente la gran concordia y apoyo entre ambos países.  

Marruecos es junto a Estados Unidos el mayor cliente de España fuera de lo que son los países europeos, y para ellos -Marruecos, me refiero- nosotros representamos su mayor socio y beneficiario. La huelga de hambre de Takbar Haddi y la muerte de su hijo, asesinado por colonos marroquíes, es para ambos países un quebradero de cabeza, del que no pretenden pronunciarse, pues se aferran a la idea que pasará en la misma medida no prosigan los tambores de la ciudadanía, fabulando ruidos y apoyos a una madre que exige una investigación de lo sucedido, una autopsia que no ha sido realizada, y la desconfianza de unas prisas, inexplicables, que atropellaron a Marruecos para enterrar el cadáver de Mohamed Lamin Haidala de 21 años, su hijo.

Por otro lado, parece que el gobierno español, mediante el Ministerio de Exteriores, sí ha hecho gala, “hipócrita”, de la inviolabilidad de las sedes de Misiones Diplomáticas y Consulares, para atrincherar las fuerzas del orden alrededor de la embajada de Marruecos, agredir y exigir la documentación a quienes apoyan la rabia y el desconsuelo de dicha madre. Lamentable no exijan en idéntica consistencia, dimensión y rigor, explicaciones sobre la violación de derechos de Tabkar Haddi y de su hijo, asesinado, y queden los mismos pisoteados en el lodazal impune de la burocracia comercial y económica de ambos países.

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