Teorías del espacio geográfico y otras vainas arrechas

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Por si acaso no se sepa todavía, en esta isla siempre ha habido volcanes. No uno ni veinte sino más. Imagínense que la dorsal Cumbre Vieja es un racimo de erupciones, donde las lavas de unos se montan sobre otros, salen conos nuevos, se “entullan” viejos, que si antes el “gransón” estaba cotizado para el cultivo de la viña y luego vino un volcán nuevo que enterró de arena las parras, etc. El tema es que en 2021 hubo un bombazo en Cabeza de Vaca que nos cambió la vida a más de siete y que a día de hoy se sigue trabajando duro para superar dicho acontecimiento, que se clavó en nuestras retinas, como una fija bichero en un pulpo.

Es evidente que todo el proceso de reconstrucción pasó y continúa pasando por varias fases, siendo una de ellas la de reunir una comisión, para recopilar y hacer balance de las actuaciones y medidas que deben emprenderse para dar respuesta a las demandas de la ciudadanía. Esas medidas podrán ser más o menos acertadas, dependiendo del grado de implicación para subsanar los daños, como también de la percepción que tenga la gente sobre si son adecuadas estas medidas o no. Por tanto, siempre se debe de contar con la opinión del conjunto de ciudadanos porque a veces las mejores soluciones no están en los decretos, leyes, ni tampoco en manuales científicos, a menudo diseñados por personas que creen que desde un despacho y leyendo libros de biblioteca se puede saber de todo. La experiencia que ha tenido la gente, especialmente los afectados, sobre este proceso de reconstrucción es digna de un estudio también.

En el siglo XIX la ciencia geográfica comenzó a reflexionar sobre la convivencia entre el ser humano y el medio natural, siendo el alemán Fiedrich Ratzel quien creó la idea de “determinismo geográfico”, que defendía la tesis de que el medio geográfico determina la vida del ser humano, es decir que la naturaleza manda por mucho que pretendas transformarla. En contraposición a esta teoría, tendríamos el “posibilismo geográfico” del francés Lucien Febvre, que defendía que el medio físico no determina cómo va a ser la vida en un lugar concreto, sino que la condiciona. Mediante la teoría francesa se sostiene que el medio físico, por muy difícil que sea, ofrece siempre posibilidades de transformación, siendo el ser humano un agente activo y no pasivo.

¿Qué ocurre hoy en día? Para ser claros, breves y “curiositos que da gusto”, los vecinos del Valle de Aridane están poniendo en práctica ese debate entre ambas teorías, pero no desde un despacho dando conferencias o escribiendo libros para que hablen de ellos dentro de 200 años, sino llevando esas teorías a la práctica como si de un experimento se tratase, sabiendo que la vida y el futuro depende de las decisiones que se tomen hoy. En un mundo repleto de leyes que se contradicen, donde parece que todos tenemos que ser abogados antes de mover una piedra para poder construir, no solo tenemos el problema de si el volcán condiciona o determina cómo será nuestra vida en el futuro, sino que también le añadimos la compleja burocracia y el papeleo, como si de una pared de piedra “lingada” se tratase, dura y pesada, perteneciente a un sistema donde mandan todos y ninguno, sea Medio Ambiente, Costas, ayuntamientos, Cabildo, Gobierno de Canarias... que te hacen dar mil vueltas para encontrar soluciones que nadie te garantiza.

Y mientras tanto hay que llenar la nevera, poner gasolina y el próximo mes habrá que seguir pagando recibos, ¿saben por qué?, porque es lo único que no falló antes, durante ni después del volcán. La vida sigue, pero no perdamos la humildad de saber que no todos hemos recibido los mismos golpes, ni que tampoco todos los sabemos encajar igual.

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