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Energía y otras cosas corrientes

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La electricidad es algo que existe en nuestra vida cotidiana tanto para darnos luz y calor como para “engarrotarnos” la pelusilla de la espalda, como un cepillo de alambre, cada vez que enchufamos algo descalzos. Nikola Tesla y Thomas Edison explicaron que es un fenómeno físico compuesto por átomos con electrones dentro, como si fuera una muñeca rusa de esas que las abres como un “huevo kinder” y dentro hay más y más. Estas partículas, cuando se mueven y se conectan unas con otras, crean lo que conocemos como corriente eléctrica.

Los transformadores son unas cajas metálicas negras que se encuentran en torreones de abastecimiento eléctrico, y se parecen a algo entre un radiador de coche y una nevera por detrás. Estos sirven para cambiar el voltaje de la corriente eléctrica, porque no es la misma intensidad la que sale de Los Guinchos que la que lleva el cable de la luz delante de tu casa, ese que se atraviesa en medio de una bonita foto panorámica de un atardecer de noviembre. Reciben y regulan el alto voltaje, para que no te explote el bombillo cada vez que enciendas la luz. A decir verdad, estos reguladores soportan mucha energía, la interiorizan y posteriormente la transmiten de manera más amena para el resto de componentes, empezando en una central térmica y llegando a los interruptores que encendemos por la noche cuando vamos a buscar agua a la cocina.

A las malas, estos reductores de tensión explotarían en caso de cortocircuito interno, a causa de recibir más de lo que pueden transformar, siendo comparable a ponerse tenso cuando te presentan al suegro, te pones colorado, se te engarrota la vena del cogote y no sabes responder a lo que se te pregunta. Eso pasa cuando no sabemos canalizar la energía que recibimos, porque en vez de tranquilizar la tensión que percibimos en los demás, lo que hacemos es aumentar el voltaje con nuestro nerviosismo interno, pudiendo causar una falla en el sistema que no se corta ni halando de la palanca.

Existen personas espirituales, de esas que hablan de que el petróleo es malo pero hacen “autostop”, que les gusta caminar descalzas por el monte, quedarse a vivir en cuevas o hacer sus necesidades en el monte quemando luego el “papelito” generando un incendio “ecológico”. En principio, es verdad que muchas de estas personas son más sensibles en detectar cambios de energía en el entorno y en las personas, porque tienen tendencia a absorber las emociones de los demás y, en algunos casos, tienen la habilidad de calmar y tranquilizar a las personas que pasan por dificultades. Este don lo tiene todo el mundo y el hecho de vivir en lugares aislados nos obliga a que tengamos que aprender unos de los otros, porque en nuestro interior poseemos esa capacidad de canalizar la energía recibida y de transformarla de manera diferente por un bien común, para generar buen rollito. Un ejemplo sería cuando notamos que alguien se enfada y decimos algo para calmarla, sacarle una sonrisa cuando esté triste, distraer para que el dolor que siente le parezca más llevadero, etc.

El mantenimiento de los transformadores debe ser tan renovable como las fuentes de energía, siendo combustibles fósiles en lo técnico, y en lo personal serían los recursos internos como la motivación, la salud mental y las emociones. Todo ello conduce a una necesidad de renovación del modelo energético y económico que, no solo es responsabilidad política sino también de todos y cada uno de nosotros. Los generadores también se averían cuando se alimentan de combustible de mala calidad, que no le permite cuidar del resto de la red o, lo que viene siendo lo mismo, cuando se nos tupe el filtro y toleramos menos al “guanajo” de turno. Esto quiere decir que la renovación de los transformadores es necesaria para la red, y cuidar de ellos también, no vaya a ser que haya apagones cada dos meses porque las instalaciones estén obsoletas. Siempre quedará ser “autosostenible” porque a veces no hay que recibir mala energía y transformarla en buena, sino crear uno mismo buena vibración y saber transmitirla a quien de verdad sepa aprovecharla, para evitar desgastes en la red. Tal vez la geotermia o las placas solares ayuden a no depender de fuera, y la templanza que enseñó el estoico Marco Aurelio nos haga ser menos obsoletos.

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