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Cuando la luz eléctrica iluminó la capital

E.R.M / E.r.m.

Santa Cruz de La Palma conmemora el 120 aniversario de la llegada de la luz eléctrica con la exposición 'Luces para la ciudad: 120 años de El Electrón', en la que se hace un repaso por los distintos sistemas de iluminación que ha tenido la Isla hasta la llegada de la bombilla. La muestra, comisariada por Víctor Hernández Correa, está organizada por las concejalías de Fiestas y Turismo y Patrimonio Histórico del Ayuntamiento y cuenta con el patrocinio de Endesa. La concejal de Fiestas, Marta Poggio, señala que esta muestra, que podrá visitarse hasta el próximo mes de marzo en el Nuevo Club Náutico “da buena cuenta del largo recorrido hecho por nuestra ciudad hasta llegar a ser la pionera del Archipiélago en tener luz eléctrica y supone un homenaje a las personas que lucharon por ello”. “Nacida para combatir el miedo a la oscuridad ?atávico, cultural y universal?, la luz artificial, a través de sus distintos sistemas de producción y casi como un objeto de culto, ha estado siempre muy presente en la vida pública y privada de Santa Cruz de La Palma. Bien por razones subjetivas, heredadas de la cultura occidental más supersticiosa, que hizo vivir en la noche a toda clase de seres malignos ?brujas, trasgos, duendes y demonios?, bien por justificaciones reales, inducidas por la proliferación, en la complicidad de las tinieblas, de malhechores, bandidos, contrabandistas o asesinos, a lo largo de su historia, la 'ciudad de La Palma' ha sido partícipe del combate a la nocturnidad y sus efectos y ha buscado cuantos mecanismos han sido necesarios para hacer menos apesadumbrado el maleficio de la negra noche”, explica Hernández Correa, investigador, experto en el pasado de la capital y técnico del Servicio de Patrimonio Histórico.

(Imagen nocturna de la capital desde La Encarnación: Foto: CÉSAR BORJA)

El 31 de diciembre de 1893, recuerda esta fuente, “un grupo de la burguesía urbana, integrado por comerciantes y profesionales liberales, llevó hasta el límite aquella vieja aspiración de 'hacer de la noche el día' y alargar las horas de luz en las calles de la ciudad, fomentando un ambiente agradable y propicio al paseo y a ir de compras. Con la fundación de la sociedad El Electrón en 1892 y la llegada del alumbrado eléctrico a sus principales calles y plazas, Santa Cruz de La Palma asiste al nacimiento del primer proyecto importante que pone en comunión a su sector mercantil. Especialmente las calles de O'Daly y Santiago, los dos tramos de la arteria principal (que desde el siglo xvi concentraban el mayor número de establecimientos de venta al por menor), viven entonces el mejor impulso dado en sus cuatro siglos de historia a su posición hegemónica como travesía por excelencia 'del comercio y para el comercio', y a la que contribuyeron su trazado regular, la estética de su arquitectura y el acusado esmero puesto en su buen acondicionamiento para la excursión urbana y el turismo local”. “En este marco, la casa Fierro, sede entonces del Hotel Inglés o The Palma Hotel (hoy, del Real Nuevo Club Náutico), fue escenario del almuerzo de gala que congregó, el 1 de enero de 1894, a las autoridades municipales, al director de las obras de fábrica, al electricista Gaspar Kill, al mecánico Mansuelo Sprenger y a los accionistas de la sociedad El Electrón, organizadora del acto. «A los postres ?recoge la crónica del evento? se pronunciaron elocuentes brindis y se redactó un telegrama de felicitación a los señores Jackson Hermanos por el buen éxito de la inauguración del alumbrado eléctrico, en el que indudablemente, les cabe la más honrosa parte», añade.

La producción de luz artificial llega a La Palma con sus primeros pobladores, asegura el comisario de la exposición. “Los indígenas amazighes, habitantes de la isla antes de la llegada de los colonos europeos, conocieron el sistema básico de iluminación a través del fuego y los combustibles vegetales. A raíz del repoblamiento hispánico, los modelos van haciéndose más complejos y, junto a la leña, aparece el carbón vegetal; la extraordinaria riqueza de los bosques palmeros permitió establecer distintas categorías madereras para su producción artesanal mediante el horneado de las piezas seleccionadas, entre las que sobresalieron la faya (Myrica faya) y el brezo (Erica arborea), además del pino (Pinus canariensis). Mención aparte merece el carbón de almendro (Prunus dulces), muy apreciado por los herreros por alcanzar altas temperaturas”, señala.

(Una maqueta de El Electrón junto a varias fotografías históricas)

Asimismo, apunta Hernández Correa, “desde sus orígenes más antiguos, entre los subproductos de la apicultura en La Palma, la cera, producida naturalmente por las abejas, ha constituido una de las fuentes de alumbrado más antiguas y constantes en el tiempo. Desde la segunda mitad del siglo xvi, el oficio de maestro candelero, ciriero o cerero comprende tanto al experto en la manipulación de la cera como del sebo (o grasa sólida y dura extraída de los animales herbívoros que, convenientemente derretida, servía, como aquélla, para la fabricación de cirios y candelas)”.

El aceite también se usó como lumbre en la Isla. “Importado casi siempre de las grandes comarcas aceiteras peninsulares, el jugo vegetal, de oliva o semillas, ha venido a complementar la producción lumínica en La Palma durante más de cinco siglos. Reducido su empleo actual a las lámparas votivas de los templos, santuarios y eremitorios que pueblan el territorio insular, en lo antiguo, constituyó uno de los combustibles más afines a las clases acomodadas y a los usos del culto religioso”, sostiene Hernández Correa.

El petróleo

El petróleo supuso asimismo un importante avance en los sistemas de iluminación. “Desde que en el segundo tercio del siglo xix los experimentos de refinamiento del petróleo dieron con distintos fluidos combustibles ?entre los que destacó el queroseno (de color transparente, ligeramente amarillento) ?, el alumbrado inicia una auténtica revolución, que, poco a poco, irá desplazando (aunque nunca del todo) a los tradicionales sistemas de llama por combustión de leña, carbón y aceite vegetales, cera y cebo”, apunta el citado investigador. “Caracterizados por su potencia, limpieza y brillo lumínicos, «hasta ahora nunca vistos», estos derivados del crudo propiciaron la creación de novedosos utensilios de iluminación y cocción, entre los que destacaron los faroles, los candiles, los quinqués y los hornillos, inspirados muchos de ellos en los modelos antiguos”, dice.

(Imagen de una maqueta de El Electrón y de varias fotografía históricas)

A finales de la década de 1840, Santa Cruz de La Palma “vio nacer la luz pública en sus calles, producida aún por aceites vegetales, y un nuevo oficio, el de farolero. Quince años más tarde, en noviembre de 1863, el aceite Belmontine, derivado del petróleo, inauguraba una nueva etapa, que aventajaba a la anterior por aportar una luz más clara, abarcar mayor proyección, por su durabilidad y por no empañar los vidrios”. “El siglo xx en La Palma conocerá también la luz por carburo de calcio, sustancia sólida de color grisáceo que reacciona químicamente con el agua para dar acetileno, gas inflamable singularizado por la fijeza y claridad de su luz, su potencia calorífica, su fácil obtención y su bajo costo; desde entonces, las galerías y pozos se verán invadidos por las lámparas (o candiles) de carburo, también conocidas, por metonimia, como 'carburos', detalla Hernández Correa.

Un capital de 60.000 pesetas

Como otras tantas iniciativas del XIX, el proyecto de electrificación del alumbrado público de Santa Cruz de La Palma “nace al calor del impulso de un grupo de ciudadanos interesados por los adelantos del bien llamado 'siglo del progreso'. Profesionales liberales de distintos ramos (abogados, médicos y farmacéuticos) pero, sobre todo, comerciantes aúnan esfuerzos para reunir un capital inicial de 60.000 pesetas con el que en 1892 se funda la sociedad anónima El Electrón”, recuerda el citado investigador. “Con el apoyo decidido del Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma y la Sociedad Hidráulica La Dehesa de La Encarnación (responsable de la explotación de los recursos hídricos del municipio), El Electrón contrata con la sucursal madrileña de la empresa suiza Jackson Hermanos el proyecto de instalación de una central hidroeléctrica en el barranco del Río y de la que será la primera red pública de electrificación de Canarias”. “Inaugurado el servicio con toda la pompa (repique de campanas, rezo de acción de gracias y sendos conciertos ofrecidos por La Lira en la plaza de España y La Obrera en la Alameda) el 31 de diciembre de 1893, el nuevo alumbrado copó las principales plazas del casco así como gran parte de su callejero: 71 lámparas, 170 tubos y 10 faroles de pie comienzan a repartir luz gracias al principio básico de transformación de la fuerza de un salto de agua en energía a través del movimiento relativo entre unas bobinas y un campo magnético. La energía cinética (trabajo necesario para acelerar un cuerpo de una masa determinada desde el reposo hasta la velocidad indicada) que articula la central de El Electrón surge a partir de la precipitación de una masa importante de agua a gran velocidad que hace mover una turbina o rueda hidráulica (denominado 'turbina de doble cubo y chorro dividido'), que a su vez acciona un generador de corriente eléctrica, trasladada, barranco abajo, hasta el centro urbano por medio de un tendido de cables”, cuenta Hernández Correa. “A la iluminación de calles y plazas siguió la del interior de las viviendas. Lentamente, faroles de cera o candiles de petróleo fueron desplazados por la bombilla y un nuevo inventario alumbrador; apliques, portalámparas, enchufes, interruptores y palancas (de porcelana y baquelita) comienzan a conquistar paredes y techos en el hogar palmero. Paralelamente, surge también un gasto hasta entonces inédito, una nueva inversión que afrontar en ese galimatías de cuentas domésticas: la factura de la luz”.

La exposición 'Luces para la ciudad: 120 años de El Electrón' está integrada por fotografías, maquetas y diversos utensilios utilizados en La Palma para el alumbrado de viviendas y calles. En otro apartado se repasa también la función religiosa que se ha atribuido históricamente a la luz, a través de un riquísimo patrimonio de lámparas de aceite, arañas, candeleros, ciriales y faroles procesionales. A través de una serie de textos elaborados por Víctor Hernández Correa y dispuestos en las diferentes salas, el visitante puede hacer un recorrido por los sistemas de iluminación utilizados por los palmeros hasta la llegada de la luz eléctrica. La muestra cuenta con la colaboración de Arístides Pérez Hernández, Augusto Hernández Pérez, Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife (Delegación de Santa Cruz de La Palma), Central Térmica Los Guinchos, Eusebio P. Hernández Pérez, Familia Yanes, Grupo Etnográfico Baile Bueno, Herederos de Emiliano Rodríguez Silva, Herederos de José Pérez Molina, ies Virgen de Las Nieves, José Antonio Melián Reyes, Juan Alberto Fernández Pérez, Juan José Neris Hernández, Lilia Brito Brito, Pedro Poggio Capote, Real Nuevo Club Náutico, Real Sociedad Cosmológica y Venerable Hermandad de Jesús Nazareno.

El consejo asesor de la muestra está integrado por Marcelino Rodríguez Ramírez y Mauro Fernández Felipe; la conservación y restauración corre a cargo de Juan Carlos Gmelch Díaz; el grabado es obra de José Alberto Cabrera, y los autores de las fotografías son César Borja, Juanjo Neris y el Servicio de Patrimonio Histórico. Los dibujos son obra de Acenk Guerra Galván.

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