El Centro Nacional de Vulcanología: promesa en erupción (y el riesgo de la ceniza política)
La candidatura canaria para albergar el Centro Nacional de Vulcanología aterriza con un relato de unidad —La Palma como sede administrativa y Tenerife como músculo científico—, pero también con silencios: no conocemos el documento completo ni a su comité redactor. Y el reloj corre: aprobación autonómica el 22 de octubre y entrega el 24.
La escena: titulares, fotos y una promesa “incontestable”
Jueves, 16 de octubre de 2025. Santa Cruz de Tenerife. En la mesa, el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo; la presidenta del Cabildo de Tenerife, Rosa Dávila; el presidente del Cabildo de La Palma, Sergio Rodríguez; y la consejera de Ciencia, Migdalia Machín. El guion, medido: Canarias presentará una candidatura conjunta para acoger el Centro Nacional de Vulcanología. La Palma será la sede administrativa; Tenerife, la subsede científica. “Tiene que estar en Canarias”, insistieron ante los micrófonos.
No faltó épica: el archipiélago como “laboratorio natural”, la experiencia acumulada tras el Tajogaite, la trayectoria institucional —IGN, Universidad de La Laguna, Involcan, ITER— que permitiría arrancar con tracción inmediata. Sobre el papel, la unidad institucional (cabildos y Gobierno, todos de CC) dota de inercia a la propuesta; en la práctica, acelera decisiones y reduce fricciones.
Las reglas del juego: qué exige exactamente el Estado
El procedimiento no nace de la nada. El Real Decreto 209/2022 fija cómo se decide la sede de entidades estatales y crea la Comisión Consultiva que valora candidaturas. En septiembre, el Consejo de Ministros activó —con carácter urgente— la elección de sede para el Consorcio “Centro Nacional de Vulcanología”, incluso antes de su creación formal. Clave: se favorecerán propuestas con instalaciones disponibles de inmediato, aunque sean provisionales, para acelerar la puesta en marcha.
Ese informe con criterios —publicado a finales de septiembre— pone la lupa en la idoneidad del inmueble, la conectividad, las sinergias científicas y la cohesión territorial. Traducción: gana quien demuestre músculo real desde el primer día y una red científica ya operativa.
Lo anunciado… y lo que falta
Lo anunciado.
• Modelo binario: La Palma (administración) + Tenerife (ciencia). Ubicaciones para la sede palmera: Centro Empresarial de El Paso y Casa Massieu (Tazacorte) como apoyo.
• Fechas: aprobación en Consejo de Gobierno el 22 de octubre; entrega al Ministerio el 24.
• Apuesta institucional: se invocan “unidad” y “solidez” de una candidatura que, por contexto volcánico único en Europa, sería “incontestable”.
• Red científica: Involcan, ULL, IGN, CSIC, ITER aparecerían como socios naturales de la subsede tinerfeña.
Lo que falta.
• No se ha publicado el texto completo de la propuesta (presupuesto, fases, RR. HH., gobernanza, cronograma).
• No conocemos los nombres del comité de expertos redactores o validadores.
• No está cerrada (ni públicamente explicada) la figura jurídica: sobre la mesa, consorcio público, no agencia estatal.
• Faltan detalles sobre mecanismos de transparencia y control ciudadano.
La ecuación política: tres gobiernos, un solo color
La sintonía partidaria (Gobierno canario y dos Cabildos, todos de Coalición Canaria) aporta velocidad. Permite un relato coordinado —y una foto de “unidad” que gusta en Madrid—, pero también un riesgo: que el debate técnico quede subsumido por el consenso político. ¿Quién contrapesa? De momento, la Comisión Consultiva estatal y el Consejo de Ministros, que decidirán tras evaluar criterios objetivos y comparar con otras CCAA.
El peso real de Tenerife (y por qué importa)
El relato de la “subsede científica” no es casual: Tenerife concentra la estructura. Involcan, dependiente del Cabildo de Tenerife, tiene domicilio social en Granadilla y una trayectoria de vigilancia, investigación y transferencia. Si el CNV se articula como consorcio, es verosímil que Involcan gane peso al integrarse en una estructura autonómico-estatal.
Sumemos a ULL, ITER, equipos del IGN y grupos del CSIC: el ecosistema científico volcánico operativo está en Tenerife. Y empezar “con lo que ya existe” es exactamente lo que premian los criterios estatales.
La Palma, la isla herida que busca músculo (no solo titulares)
Desde el Tajogaite (2021), La Palma ha sido el centro del dolor y, a la vez, el lugar donde el CNV tendría más sentido simbólico. Pero la realidad institucional pesa: no consta que el Cabildo palmero haya levantado en estos cuatro años un equipo técnico estable en vulcanología —laboratorios, RR. HH., líneas propias— más allá de declaraciones y fotos.
De ahí que la alianza con Tenerife sea a la vez oportunidad y riesgo: sin ella, la candidatura palmera no volaría; con ella, corre el peligro de quedarse en la cornisa administrativa.
El edificio propuesto en El Paso — la antigua fábrica de tabacos, junto a la LP-212 hacia Tacande— intenta cumplir el requisito de ubicación idónea y disponibilidad. Pero edificio no es proyecto: sin dotación estable de personal, laboratorios y presupuesto plurianual, la “sede” palmera puede descascarillarse en nombre y placa.
El espejo incómodo: el IAC, el Diputado del Común y otras lecciones
Cuando los promotores hablan de “modelo compartido”, remiten al IAC: Tenerife como cerebro administrativo y La Palma como observatorio de excelencia. El problema es conocido: el grueso del personal el IAC reside en La Laguna; en La Palma, el IAC, (sin el GTC) tiene poco tejido humano estable alrededor. Ese desequilibrio histórico es lo que muchos palmeros no quieren ver repetido: una sede nominal sin masa crítica.
Un paralelo aún más cercano es la oficina del Diputado del Común de Canarias. Su sede oficial está en Santa Cruz de La Palma, pero el personal efectivo y la actividad diaria se desarrollan en las islas capitalinas. En la isla palmera queda una pequeña oficina con unos pocos funcionarios que tramitan expedientes. Ese es exactamente el modelo que no debe repetirse con el Centro Nacional de Vulcanología: una sede simbólica que apenas respira, sin investigadores ni actividad real.
El otro gran referente, y también advertencia, es el Observatorio del Roque de los Muchachos. Su historia debería servir de guía para no equivocar el camino. El observatorio no fue creado por España ni por Canarias, sino gracias a la visión y la inversión de países europeos como el Reino Unido, Holanda, Dinamarca o Suecia. Ellos trasladaron a La Palma a sus equipos, a sus ingenieros y a sus astrónomos, formando personal local y levantando infraestructuras que pusieron a la isla en el mapa de la ciencia internacional y, lo más importante para La Palma, vinieron a vivir aquí y se hicieron nuestros.
La gran ventaja para la ciencia española: la negociación de Francisco Sánchez, fundador del IAC, consiguió para España el 20 % del tiempo de observación nacional y otro 5 % del tiempo internacional. Un acuerdo inteligente que permitió formar a generaciones de astrofísicos sin costear los instrumentos más caros del mundo. Pero La Palma —paradójicamente— no fue la principal beneficiaria de este 20%: la isla ganó empleo y presencia científica gracias a los europeos que se instalaron aquí, no por la inversión directa del Estado, ni por el personal del IAC que no vino.
El mensaje es claro: si el Centro Nacional de Vulcanología termina repitiendo el modelo del Diputado del Común o del IAC, La Palma volverá a perder la oportunidad de ser centro vivo de ciencia. Debe aspirar a parecerse más al observatorio internacional del Roque de los Muchachos: con gente que trabaja, investiga y vive en la isla, no solo con una placa en la pared.
¿Consorcio o agencia? (y por qué cambia tanto el final)
La orden estatal de septiembre es explícita: se inicia el procedimiento para determinar la sede del “Consorcio Centro Nacional de Vulcanología”. Consorcio implica gobernanza compartida (Estado, Gobierno de Canarias, Cabildos y, previsiblemente, universidades y centros de investigación). No es una agencia estatal cerrada, sino un órgano mixto que debe definir sus equilibrios internos y garantizar una presencia real en ambas islas.
En un consorcio, la isla con más capacidad instalada suele ganar influencia; equilibrar exige blindar en los estatutos funciones, plazas y recursos obligatoriamente radicados en La Palma.
Las preguntas que Madrid (y los ciudadanos) deberían hacer
• ¿Quiénes son los expertos que han redactado la propuesta? ¿Se han publicado sus nombres y currículos?
• ¿Cuál es el detalle técnico: presupuesto, fases, RR. HH., laboratorios, cronograma y métricas de impacto?
• ¿Qué funciones mínimas quedarán blindadas en La Palma?
• ¿Qué incentivos habrá para que investigadores residan en la isla?
• ¿Cómo se integrarán IGN, CSIC, ULL, ITER e Involcan sin solaparse?
• ¿Cuándo y cómo arrancará la sede provisional?
La política del tiempo: plazos, simulacros y señales
El calendario exprés (22 y 24 de octubre) deja poco margen para debate público. Mientras tanto, Tenerife ha mostrado músculo de gestión del riesgo con el simulacro EU-MODEX Tenerife 2025 y la activación del ES-ALERT. Son señales de capacidad operativa que, aunque no cuenten en baremos, influyen: demuestran coordinación entre ciencia y protección civil.
Escenarios: ganar (bien), ganar (a medias) o perder
Ganar (bien) significaría un consorcio con estatutos claros, funciones científicas radicadas en La Palma, personal residente, laboratorios y presupuesto plurianual.
Ganar a medias supondría que el peso científico derivase a Tenerife y que La Palma quedara reducida a una oficina con sello y teléfono.
Perder, finalmente, implicaría que otra comunidad autónoma —con inmuebles disponibles y una red científica más compacta— se hiciera con la sede.
En ambos los casos de ganar a medias y perder, el discurso de la “Canarias volcánica y cohesionada” quedaría dañado. El riesgo no es solo político: es simbólico. Sería la constatación de que, cuatro años después del Tajogaite, el dolor de una isla no se tradujo en una estructura científica estable ni en oportunidades de arraigo.
Conclusión: que la lava no sea retórica
El Centro Nacional de Vulcanología representa una oportunidad extraordinaria para Canarias y, en especial, para La Palma. Pero también un examen de madurez institucional. No puede convertirse en otro Diputado del Común, con sede en el papel y vida en otro lugar; ni repetir el esquema del IAC, donde el personal está en Tenerife.
Debe parecerse más al Observatorio del Roque de los Muchachos de sus orígenes: aquel proyecto internacional que trajo ingenieros y científicos de toda Europa, que formó personal local y que puso a la isla en la primera línea mundial de la astrofísica.
Fue gracias al empuje del Reino Unido, Holanda, Dinamarca, Suecia, Italia … que el Roque creció. Y fue gracias a la astucia negociadora de Francisco Sánchez, fundador del IAC, que la ciencia española obtuvo el 20 % del tiempo nacional de observación y otro 5 % del tiempo internacional. España ganó ciencia; Canarias ganó prestigio; La Palma ganó gracias a los europeos que apostaron por vivir y trabajar aquí.
El Centro Nacional de Vulcanología debería aprender de esa lección: no basta con el nombre ni con una placa. Si la sede de La Palma no se llena de investigadores, laboratorios y proyectos propios, será una sede de postal. La isla necesita ciencia que se quede, empleo que arraigue y proyectos que respiren. Que el nuevo centro no sea otra oficina vacía, sino un corazón que bombee conocimiento desde el suelo que un día ardió. Solo entonces la ceniza del Tajogaite habrá servido para algo más que llenar titulares: para encender un futuro científico real en La Palma, atraer y fijar población y ser una isla menos “vaciada”.
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